26. Los ojos besan antes que la boca (1/2)

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Primera parte

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Primera parte

Las personas tenían razón cuando me decían que era un idiota en potencia. A veces tenemos buenas intenciones, pero tomamos malas decisiones. Entonces nacen las ideas malas. Pista: esa fue terrible.

Me había sorprendido cuando después de media hora yo seguía con los dedos encima de la comisura de mi boca. Allí donde la pecosa de mi vecina me había acariciado con sus labios rojizos. Me habían ardido los míos. Pequeños fuegos artificiales callejeaban entre mis venas, revolviéndose entre la sangre caliente y los nervios que brotaban de mi pecho.

Ella era puro fuego, el mundo ardía entre sus labios cuando reía. Y yo... Yo era un iceberg derritiéndose. La ironía estaba en que yo la quemaba; ella me derretía.

Me sentí la persona más desafortunada del mundo. Todas máscaras tienen un agujero, y es por ahí donde las verdaderas intenciones huyen. ¿Como podía estar pasando aquello? Tres meses habían pasado. Tres putos meses en que todo se había intensificado tanto que dolía. Y, como había leído en un poema francés, perdernos a nosotros mismos duele una vida.

Así que aun no comprendo el impulso que me lanzó a llamar la puerta de mi vecina. Tampoco entendí el sentimiento que me atacó cuando vi el pelinegro, con una sonrisa tensa y el puño apretado. Remplazado, inútil, despreciable comenzó a gritarme el subconsciente.

— ¿Qué coño haces aquí? — solté sin pensar.

La tensión se podría haber cortado con un cuchillo. No sirves para nada, idiota; nadie te va a querer nunca.

— Eso también me lo podrías decir tú.

Comencé a temblar. Controlar las emociones no era mi punto fuerte. Apreté los puños. Te han utilizado, supéralo; para que lo intentas, si ya sabes el resultado.

— No tenías suficiente, ¿no? — le ladré a Alek.

— ¿De qué hablas?

Quise darle una ostia, quitarle esa estúpida sonrisa que había dibujado. A pesar que no era propenso a la violencia me acerqué a él. El pelinegro era más alto, pero yo era más intimidante.

— Hijo de puta.

Un destello de luz travesó la puerta, su cabellera se mezclaba con el atardecer.

— Alek, vete para dentro.

Él la obedeció como un perrito faldero. Me desangré por dentro cuando vi como la acariciaba por la cintura y me miraba de reojo, una declaración de guerra en toda regla. Lo que él no sabía es que yo estaba a punto de abandonar esa jodida batalla de machos alfas que no llegan a la punta de los zapatos. La pelirroja no se merecía aquello. Ella era demasiado Lena.

Se me encaró.

— ¿Qué demonios te pasa? — voceó. Se oyeron algunas persianas subiéndose. Ridículos vecinos cotillas.

— No pienso arrastrarme más.

Me giré para irme, pero ella me agarró por el jersey. Se situó delante de mí y se puso de puntillas para observarme mejor. Me mordí el labio, tenerla tan cerca... Sus manos me cogían de los hombros, obligándome a que la mirara. Su media melena me hacía cosquillas en las mejillas.

— ¿Qué? — preguntó. Jamás la había visto tan enfadada. Me pregunté qué habría pasado dentro de esa casa. — ¿Qué hablas, Noel?

— Lena, podrás ser muchísimas cosas. Pero ingenua no lo eres — escupí irónico. Levanté la vista al cielo, sus labios eran peligrosos.

— Simplemente, a veces no entiendo cómo razonas.

— ¿Por qué no te puedes alejar? — supliqué. — Lo mejor es que dejemos de hablar.

Ella frunció el ceño, dolida. Lo que no sabía es que quería que ella huyera, porque lo único que yo deseaba era quedarme.

— Deja de huir.

— ¡Deja de ser tan gilipollas, Lena! Abre los putos ojos — exclamé, situando mi frente encima de la suya. — Date cuenta de quién soy yo, de quién eres tú.

Hay heridas que en vez de abrir la piel abren los ojos. No la culpo que pensara que el problema era ella. Era todo lo contrario. La inseguridad destruye tu mente, y después empieza a destruir todo lo demás.

— ¡Y tu deja de joder, Noel! — se separó unos pasos, dejando un vació que sacudió mi vida entera. — Tienes razón, una es feliz entre menos gente.

Una cuchillada en el corazón hubiera dolido menos. Me lo había buscado. El viento del atardecer le alborotaba el pelo. Sus pecas jamás habían brillado tanto. Era llamas rodeada de gente fría. Ella no necesitaba cerillas para prender el mundo entero. Podría haberla abrazado, pero la ira me cegaba.

— Tú no sabes nada — me dirigí a mi piso.

— ¡El que no sabe nada eres tú, Noel! De hecho, sabes menos que nada porque si supieras que no sabes nada, eso sería algo.

— Perfecto, tú lo has dicho.

Me separé de ella y le cerré la puerta en la cara. Así fue, simplemente terminó... 

🌟 Nuevo capítulo

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🌟 Nuevo capítulo. 🌟

No me ha dado tiempo de corregir el capítulo completo, así que os dejo la primera parte y mañana os subiré la segunda. Espero que no me matéis por esto, esperaros un poquito más.  ♥

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🥰 Le dedico este capítulo a keyfer_23 . El próximo capítulo lo dedicaré a la primera persona que comente. (no repetiré dedicaciones para poder llegar a todos, jo) 😱

 (no repetiré dedicaciones para poder llegar a todos, jo) 😱

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Hasta que dejemos de ser Idiotas ✔️ | EN FÍSICO CON MATCHSTORIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora