Dios te agradezco

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Karla conducía con dirección a casa de los abuelos de Sam, quien se encogía en su asiento, el dolor en sus huesos aumentó al máximo y su cabeza parecía partirse en dos además su mente no estaba nada serena planteaba millones de interrogativas en segundos y las repetía constantemente ¿Cuándo dejó su vida de ser simple y perfecta? ¿Cuándo dejó de ser la envidia de todos y se convirtió en la moribunda? —la después fría y atemorizante era la misma para todas. — Cierto, cuando le diagnosticaron cáncer.

—Nena, te hablo a ti. —Refunfuñó Karla quien hablaba sin para para intentar distraer a su amiga.

—¿Qué?

—¿No me has puesto nada de atención? —Preguntó Karla.

—No, lo siento.

—Cómete esto. —Me acercó un pastelillo de chocolate.

—Un Brownies, yo también los voy a probar.

—¿Tienen marihuana? —Asintió. —Gracias.

Siempre decía que todo aquel que se drogara de manera médica o recreativa era igual de junkie. Unos segundos después de darle vueltas le dio un gigante mordida, probó el éxtasis, Santiago no estuvo muy de acuerdo y es una de las historias que no acaban bien pero se divertía bastante con ello, en cuanto al dolor... en muchos lugares y artículos decían cuan bueno era para el dolor y lo mucho que los aliviaba.

—Siempre quise probar. —ambas le dieron un gran mordida al pastelillo, el de Karla era totalmente distinto, tenía un glaseado de café y estaba más suave porque no tenía Marihuana dado que tenía que seguir conduciendo.

.....................

A la mañana siguiente el dolor obviamente no se había ido y el vómito había aparecido.

—Niñas, ¿Qué está mal con ustedes?

—Abuela, me siento terrible.

—Que dicha. —Acarició el cabello de ambas chicas con ternura. —Vamos el desayuno está listo y tu novio espera con tu abuelo quien está preocupado.

Mientras arriba se arreglaban las mujeres, los dos caballeros se observaban uno al otro.

—Tienes resaca, ¿por eso se enojó mi nieta?

—No, sí, digo, solo...

—Santiaguito. —Nina le movió la cabeza para varios lados. —Ya viene la niña, pero no está nada feliz contigo.

—Abuela, ella se enoja muy fácil.

—No le eches la culpa, los dos son culpables, —Mordió una tostada y se deshizo de las boronas. —¿Cuánto tiene?

—¿Tener? ¿Qué tiene? —preguntó el coronel.

—¿Se lo ha dicho? —Dijo casi seguido Santiago.

—No, hijo, fui madre, soy una mujer y sé que una no vomita por nada. Así fue su madre desde el primer momento y rapidito su secreto se reveló.

—Nina, ¿Cómo está usted con semejante noticia? —Le acarició con ternura la mano.

—No muy bien, esperé verla casarse, luego tener hijo y envejecer a tu lado, pero si se comen las bardas es que son conchudos y desvergonzados. —amentó el tono de voz. —¡Te compré preservativos y con estás me sacas! La has embarazado.

—¡¡Santiago!! —Dijo con enorme sorpresa. — ¿a quién le hiciste eso? Vas a matar a mi amiga. —El coronel se puso en pie y dio un golpe a la mesa haciendo que todos se sobre saltaran.

¿Cómo te lo digo?Where stories live. Discover now