III

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✧EL PASADO SIEMPRE SE RECUERDA O VUELVE✧

Me costó mil años abrir la puerta de casa, pero cuando lo logré, estaba haciendo tanta fuerza, que acabé en el suelo, y mi mejilla bañada en los líquidos que expulsa Coco, el BullDog Francés que lleva conmigo desde los once años.

—¿No lo han sacado a pasear? —pregunto al ver a Zelva pasar por delante mio.

Ella se rio, como si en realidad fuera una broma esa pregunta.

—No.

Por supuesto que no, ¿para qué hacerlo si para eso estaba Eve?

Me levanté torpemente, y cerré la puerta.

Tenía que limpiarme, comer y sacar a pasear a Coco. Realmente, por ese entonces, mi vida daba pena. Ya eran las nueve de la noche, no tenían horas suficientes los días. Me cago en todo.

Fui al desván de la casa, o mi habitación, como prefería decirlo. Decir que dormías en un desván te dejaba una imagen de ti misma muy triste. Dejé todas las cosas encima de la cama y los zapatos desperdigados por ahí, y me dirigí a la cocina para comer algo.

En el salón estaban Winona y sus dos hijas mirando un programa de maquillaje al que estaban enganchadas.

—¿Habéis comido? —pregunte en alto, rebuscando algo comestible en la nevera.

—No ha sobrado nada, Eve —dijo Winona, con una vocecilla impertinente. Sentí una impotencia. Quería gritar, siempre era lo mismo. De fondo oí las risas de Zelva y Zenda, cosa que me enfureció más.

Las odiaba con todo mi ser, y se fuera por mí, me hubiera ido hace mucho, a otro lugar de este mundo en el que no las pudiera ver. Sonaba bien el no verlas nunca más. Pero cuando eres pobre no puedes depender de ti, y yo en ese momento lo era. No tenía más remedio que vivir aquí hasta que ahorrara lo suficiente como para irme.

—Cariño... —mi madrastra apareció, recostándose en el marco de la cocina. Extendió su mano, como ya era costumbre, y le di los cincuenta dólares que le daba cada dos días, a regañadientes—. Gracias.

Y se fue.

En el trabajo nos daban cincuenta cada día, y hacía un total de mil quinientos al mes, pero cada dos días, le daba mi paga diaria a Winona, y eso solo me deja 750, menos lo que gaste en comida y otros, solo me quedan cien dólares al mes. Era eso, o nada.

—Gato esfinge... —murmuré, poniendo los ojos en blanco.

Me prepare la comida, y fui a mi habitasvan a comer. Coco me siguió de cerca, haciendo que casi la aplastara dos veces.

Cuando estaba masticando, recibí una videollamada de Izzy. En ese momento no quise saber nada, pero luego, fue una de las mejores proposiciones, que me harían volverlo a ver. Pero para que eso pasara, tardaría unos capítulos querido lector/a.

—¡Hey! —me sonrió—. Tengo noticias.

—Dispara —me metí más comida en la boca.

—He conseguido un bar —empiezo, pero yo ya estaba negando. Como he dicho, me costó aceptar la propuesta.

Antes de que fuéramos sirvienta y cocinera, éramos camareras en un bar de frikis que no paraban de tirarme los tejos. Aparte de que era repulsivo, nos tocaban los culos como si nada. Pervertidos mentales.

—Olvidalo.

—¡Si no sabes ni lo que te iba a decir! —hizo un puchero con su labio inferior. Casi me dio ternura. Casi.

Una Cenicienta DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora