Cedric me ha hablado muy bien de ti así que espero que no faltes, te esperamos atentamente,

Familia Diggory.

Soy la persona más desgraciada del planeta, ¿verdad?— preguntó la chica al verlas caras de todos los Weasley.

—Un poco la verdad...— murmuró George pensando en alguna solución.

—Mucho diría yo...— corrigió Fred aguantándose la risa.

—¿Por qué? El señor Diggory te esta invitando, a ti, especialmente a ti a su casa... imagínate lo que tiene que ser comer con Cedric Diggory y sus padres. El sueño de toda chica.— explicó Ginny.— Que envidia...

—¿Has dicho Diggory? Jo, que guay.— exclamó Ron.— Estoy seguro de que medio colegio y más moriría por estar en tu puesto.

Brooke suspiró de cansancio, y es que a parte de que le daba pereza encontrarse con la familia Diggory, no le apetecía para nada ver a Cedric.

No sabía por qué, pero tenía la sensación de que una comida con los Diggory sería de lo más aburrida. Le parecía que eran los típicos con muchos modales que no sabían el significado de divertirse.

Y es que, veía a Cedric un chico soso, seco y la verdad poco arriesgado, que siempre cumpla normas y no encajaba para nada con su prototipo...

Ya se lo dijo en su día Herbert. Oh Herbert, ¿que había sido de él? Pues era bien fácil. McGonagall se había encargado de expulsarlo definitivamente de la institución.

Un peso menos de encima.
—¿Donde está Molly?— preguntó de repente Brooke haciendo que todos se encogieran de hombros.— Oh genial.

—¿¡Como que la habéis invitado!?

Ese grito se escuchó desde el piso de arriba de la casa de los Diggory. La pareja rodó los ojos al escuchar a su hijo quejarse pues sabían que en realidad, la chica le interesaba.

Cedric bajó inmediatamente las escaleras para encontrarse con sus padres los cuales hablaban tranquilamente de la chica en la que el castaño no había podido dejar de pensar.
—Mamá, papá, no podéis hacerme esto... Brooke no puede venir a comer con nosotros.— dijo este muy alarmado.

—¿Y eso hijo?— preguntó la mujer.
—No lo entendéis. Ella, me odia.— se quejó este.

—No es lo percibí cuando hablamos ella y yo Ced. No discutas más con nosotros y deja el tema. Brooke vendrá a comer con nosotros te guste o no.— mencionó Amos tomando un diario y empezando a leer.

—¡Ahhgg!

—¡Y sin rechistar!

El chico no tenia nada mejor que hacer que salir de casa para tomar su escoba y practicar quidditch ya que aquel año no había podido practicar a causa del torneo.
—Tranquilízate Diggory... conociéndola, ella
seguro que no vendrá.

—Claro que voy a ir, es perfecto.— anunció la chica mientras se cepillaba el pelo mirándose al espejo.

Ginny la admiraba mientras que Ron, Fred y Georgie no entendían nada.
—¿A que te refieres con que es perfecto?— preguntó el primero.

—Perfecto para vengarme. ¿Sabes la vergüenza que pasará si voy y le explico todo lo que su hijo perfecto hace?— explicó ella haciendo que los chicos asintieran.— Exacto, Amos no lo dejaría en paz durante mucho tiempo.

Ante ese comentario George alzó una ceja con curiosidad.
—Estas... ¿segura de ello?— preguntó pues por la última conversación del curso, Cedric había admitido que sentía cosas por la chica.

—¿Por qué no lo haría? Será divertido.— explico ella ahora sentándose en la cama de Fred haciendo que esté la mirara mal.
—Ya, pero teniendo en cuenta de que tú también estás muerta de amor por el no sé si es una buena idea.— explicó este bostezando.

—No estoy muerta de amor por Cedric, ¿verdad?— preguntó ella creando un silencio algo incómodo.— ¿Tanto se nota?

Los gemelos asintieron junto con Ron y Ginny.
—A ver... tampoco tanto.— intento decir el pequeño pelirrojo, ganándose una codazo de su hermana.— Bueno, si. Bastante.

Brooke suspiró de cansancio, intentando calmarme cuando de repente sintió todas las miradas encima suya.
—¿Que?

—Tus labios.— respondió George ahora pasando su mano por la frente de esta.— Esta pasando otra vez.

La chica frunció el ceño cuando sintió como una presencia acercarse a ellos. A lo lejos, y sin duda más peligrosa que el mismo Voldemort.
—Mierda, viene mi madre.

Todos los pelirrojos miraron por la ventana pero nada, no veían rastro de la señora West.
—Tengo que irme, ahora... ¡tengo que irme ya!— decía esta muy preocupada.

—Pero...— empezó a decir Fred.
—Nada de peros, la tenéis que distraer, por favor. Por favor.— les pedía la chica mientras se arreglaba como podía.

—¿A donde vas?— preguntaba Ginny siguiéndola por las escaleras abajo.
—Vamos a hacerle una visita a la familia Diggory, déjame suerte.— explicó esta colocándose en la chimenea.

La pelirroja sonrió y antes de que Brooke se fuera, le sonrió pícaramente.
—A por todas.

my game, my rules (Cedric Diggory)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora