Capitulo 7: brujas y... ¿Amber?

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—Pobre chico. Realmente es un objeto—murmuró Noah, interrumpiéndola.

Mi hermana lo silenció con la mirada.

—De cualquier forma—siguió hablando— es increíble. Me encantaría escribir una novela de esto. Sería épico.

—¿Qué dices?—mascullé.

—Habrían muchas escenas de sexo—añadió.

Sophie se atragantó con el agua y Amber soltó una carcajada.

—Podrías incluir sexo en un bar—opinó Kim—. Allí hubo una tensión sexual increíble.

No sabía cómo, pero todos empezaron a opinar sobre escenas de sexo. Todos. Y era traumático que las pensaran basadas en Cameron y en mí.

Traté de pensar en otra cosa y le di un mordisco a mi tarta. Pero la imagen de mí y Cameron teniendo sexo en un bar...o en cualquier lado, se había quedado grabada en mi mente.

Cuando terminamos de comer, luego de explicarles bien lo que había pasado, todos se dirigieron a sus otras clases, pero yo tenía el día libre. Así que me dirigí a donde quería ir desde el día que llegué aquí.

Luego de unos minutos de caminata por el campus, el Centro de Artes se encontraba frente a mí, imponente. Tenía muchos años de antigüedad y era algo así como un castillo. Rodeado por un jardín, el edificio se alzaba en más de cinco pisos y tenía estilo griego. Sus galerías y columnas parecían salidas de una película de un cuento de hadas, y era al primer lugar que quise venir cuando supe que me habían aceptado en la universidad.

No era una artista. O al menos, no me consideraba una. Pero tenía un hobby que era pintar, y según mis amigos y familiares, se me daba muy bien. Había tomado clases cuando era muy chica, pero luego nunca más fui. Me gustaba pintar sola, en mi casa, y cuando quería utilizar una nueva técnica, simplemente abría YouTube. El problema, es que no pintaba hacía bastante tiempo. Meses, de hecho. Tuve una especie de bloqueo a la hora de tomar la decisión sobre la carrera y la universidad...y lo dejé de lado. Pero antes de venir, me había prometido a mí misma que la retomaría, y si para eso necesitaba tomar un par de clases para volver a sentirme segura y de paso obligarme a hacerlo, lo haría.

La pintura se había vuelto mi conexión conmigo misma desde que tenía unos siete años. Agarrar un pincel y pasarlo por el lienzo me hacía sentir viva. Desde ese entonces, me dedicaba a pintar retratos. Amaba los retratos. La mayoría era de gente que se me venía a la cabeza, por pura imaginación, y por lo tanto no la conocía, pero otras veces pintaba a amigos y familiares, y a mi mascota de San Francisco, por supuesto.

Y no voy a mentir, también he pintado a Cameron unas...veinte veces.

Contenta, me acerqué a la recepción, en donde había una chica sentada. Tenía rasgos asiáticos y era muy linda. Estaba atendiendo a un señor, así que no me quedó más remedio que esperar en la fila.

—¿Atenea?

Saqué la mirada de la chica y la dirigí hacia donde provenía la voz.

—Esto tiene que ser una broma—dije, completamente confundida.

Jude soltó una carcajada y caminó hacia mí.

—¿Me estas siguiendo? Se esta volviendo costumbre, la verdad—respondió y metió las manos en su bolsillo.

Yo estaba incrédula.

—Claro, siempre te sigo. Así de obsesionada estoy contigo—dije irónicamente, y luego lo miré mejor.— ¿Qué haces aquí?

Luego de nuestro gran beso apasionado contra la pared de Xelta, no había vuelto a saber de él. Nada. No lo vi por el campus, ni tampoco me envió un mensaje. Lo cual me resultaba extraño, porque él había sido el que me buscó en la discoteca. Yo no quería contactarlo primero, para que no pensara que estaba interesada en él o algo por estilo.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora