-Pero sabes por qué estamos aquí-, supuso Harry. Podía sentirlo, ahora, con los cuatro juntos. Esa presión en el pecho, el torrente de magia en sus venas. La magia de la familia.

La magia de Slytherin.

La sonrisa de Luna se volvió cómplice. -Y tú también-.

-Pues yo no-, atajó Hannah con impaciencia. -Así que si quieres compartir...-

Harry se volvió hacia ella y Neville, silenciosamente sorprendido. Luna, lo esperaba a medias; era apropiadamente misteriosa y etérea para estar ocultando una conexión secreta de la línea de sangre Ravenclaw. Neville también, hasta cierto punto; se rumoreaba que los Longbottom estaban conectados con la línea de Gryffindor desde hacía siglos. Pero lo de Hannah fue inesperado.

-Hoy es tu cumpleaños, ¿verdad, Hannah?-, le preguntó, haciéndola parpadear.

-Yo... ¿sí? Tengo mi aumento de magia hace una hora-.

Harry sonrió ligeramente. -Parece que el castillo está ansioso por una sacudida-, reflexionó. También se estaba impacientando; prácticamente gritando en su cabeza que abriera la puerta de la Habitación. Alcanzó el picaporte, empujándolo para abrirlo, y luego dio un paso atrás. -Después de usted, Lady Hufflepuff-, dijo en voz baja, con la mirada fija en Hannah. Ella jadeó, y Neville también.

-¿Cómo...?- Se quedó sin palabras, atravesando la puerta. Cuando Harry entró detrás de ella, asegurándose de que Neville y Luna la seguían, se le cortó la respiración.

El castillo los había conducido a la Piedra del Castillo.

No se parecía en nada a ninguna Piedra de Guarda que hubiera visto antes. No es que hubiera visto muchas, sólo la de la Mansión Potter y la de Grimmauld. Pero la Piedra de Guarda de Hogwarts era fácilmente el doble de grande que cualquiera de ellas, una esfera de cristal perfecta sentada sobre un pedestal de piedra, brillando con luces internas; azul, rojo, verde y amarillo, todos bailando alrededor de cada uno, pulsando con el débil ritmo de la magia del castillo. El latido de Hogwarts.

-Esto no debería ser posible-, murmuró Neville, asombrado. -¡Hannah es la única de nosotros que es mayor de edad!-.

-Cuando las cosas se hacen necesarias, el castillo tiene formas de acelerar el proceso de herencia-, declaró Luna, con ese extraño otro tono en su voz. Harry levantó la vista, esperanzado, y ella le negó con la cabeza. -No para el resto de la magia de tu familia. Sólo para Slytherin-. Se disculpó sabía lo importante que era para Harry alcanzar su máximo potencial rápidamente.

-¿Slytherin?- repitió Hannah, mirando a Harry con incredulidad. Harry asintió.

-Heredero conquistador-, confirmó. Se volvió hacia la Piedra de Guarda, la magia lo inundaba como un maremoto. -Parece que ha llegado el momento de asumir nuestros deberes-. La primera vez en siglos que se necesitaba a los herederos de Hogwarts.

Por supuesto que era él. Por supuesto que era ahora.

Como si necesitara algo más para ser especial.

-¿Qué... qué hacemos?- Neville se acercó medio paso. Harry se preguntó si él también estaba sintiendo la llamada, el impulso de apretar las manos contra la Piedra de Guarda y simplemente hundirse en él.

-Respondemos a la llamada-, respondió Luna, como si fuera obvio. -Pero debemos hacerlo todos juntos-.

Nadie discutió, y en unos momentos los cuatro estaban de pie alrededor de la Piedra de Guarda, de pie en los cuatro puntos cardinales, los puntos que se sentían correctos, que hacían que el castillo zumbara de satisfacción. Harry tuvo una fuerte sensación de deja-vu, sólo que no era a él a quien recordaba, sino al propio Salazar y a todos los herederos de Hogwarts que habían llegado desde entonces. Todos los magos con sangre de Slytherin que alguna vez habían estado en este mismo lugar, que habían prestado su magia al castillo, y que habían atraído magia a cambio.

LILY'S BOY Where stories live. Discover now