-No hay nada que podamos hacer con respecto al mundo fuera del castillo-, interrumpió Daphne sin rodeos. -Por mucho que nos gustaría, no podemos. Hay adultos ahí fuera que sí pueden -(adultos en los que podemos confiar)- y es mejor que se lo dejemos a ellos. Aunque odie admitirlo, con Dumbledore aquí, no es probable que el Señor Tenebroso vaya a por el colegio. Por más que quiera ponerle las manos encima a Harry-.

-Entonces, ¿qué podemos hacer?- Preguntó Ernie, hinchándose de indignación. -¡Porque estoy seguro de que no voy a quedarme sentado y esperar a que llegue la batalla!-.

-Podemos entrenar-, dijo Harry con firmeza, antes de que pudiera surgir una discusión. -Dame hasta el fin de semana para ordenar mi agenda y luego volveré a reunir a la HA. Puede que algunos de nuestros miembros más antiguos se hayan graduado, pero podemos trabajar con los que tenemos. Cuantos más luchadores capaces tengamos cuando llegue la batalla, mejor-.

-¿Pero qué pasa si Quien-tú-sabes viene antes de cumplir los diecisiete años?- preguntó Parvati preocupada. Harry frunció el ceño.

-Nos ocuparemos de eso cuando se acerque el momento. Sabemos que estará muy ocupado reorganizando el Ministerio al menos durante los próximos meses, eso nos dará algo de tiempo. Seré sincero, chicos; no va a ser fácil. Va a ser un año muy largo. Pero haremos lo que siempre hemos hecho prepararnos lo mejor que podamos y seguir tratando de socavar tanto a Voldemort como a Dumbledore a los ojos de los estudiantes-.

Es cierto que los planes de Harry para destruir la reputación de Dumbledore iban a ser mucho más difíciles ahora que Amelia y la señora Frobisher no podían poner un pie en el Ministerio, ni filtrar nada al Profeta.

Pero ese era su problema, no el del resto de sus amigos. Todo lo que tenían que hacer era mantenerse a salvo.

Con lo que parecía ser la mitad de la casa de Gryffindor presionándole para que se diera prisa, Harry se las arregló para organizar las pruebas del equipo de quidditch de Gryffindor para el segundo sábado del trimestre, justo después del desayuno

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Con lo que parecía ser la mitad de la casa de Gryffindor presionándole para que se diera prisa, Harry se las arregló para organizar las pruebas del equipo de quidditch de Gryffindor para el segundo sábado del trimestre, justo después del desayuno. Él y Katie se reunieron en el campo con su equipo de entrenamiento, escobas en mano, y Harry miró con los ojos muy abiertos a la multitud de las gradas.

-Por favor, dime que no están todos aquí para probar-, graznó, y Katie se rió.

-No, no todos. La mitad de ellos ni siquiera son Gryffindors, mira-, dijo, señalando un grupo de Hufflepuff de tercer año. -Estoy segura de que sólo están aquí para mirarte. Sr. Elegido-, bromeó, guiñando un ojo. Harry gimió.

-¿En serio?-, se quejó. -¿Pensé que había vuelto a ser un caso de señor Oscuro?-.

-Lo fuiste durante un tiempo-, le dijo Katie, encogiéndose de hombros, -pero luego volviste después del verano y todo el mundo se acordó de lo bueno que eres, así que supongo que han vuelto a adularte-.

Harry sintió que sus mejillas se ponían tan rojas como su uniforme de quidditch, y Katie se rió, empujando su hombro suavemente. -Acostúmbrate, Harry. Ahora vamos, veamos de qué están hechos-.

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