VEINTIOCHO

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Despierto y lo primero que siento es un gran dolor de cabeza, al igual que el resto de mi cuerpo

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Despierto y lo primero que siento es un gran dolor de cabeza, al igual que el resto de mi cuerpo. Parpadeo un par de veces e intento recordar que fue lo que sucedió. Veo a mi alrededor y observo cosas rotas y esparcidas en el suelo... Tuve un ataque... Pero... ¿Desde hace cuánto no tenía uno? Tu último ataque fue cuando Yamaguchi y tú terminaron... Escucho a mi subconsciente decir. Tiene razón; fue hace cinco meses y medio.

Mis ojos de nuevo intentan cerrarse... ¿A qué hora serán?

Suspiro con cansancio y abro los ojos, observo el techo y, como si fueran el flash de una cámara, los recuerdos se hacen presentes. Yo golpeando la pared, tirando cosas al suelo, no pudiendo respirar; teniendo un ataque, recordando que Yamaguchi ya no me ama... Muriendo. Eso fue lo que sucedió.

Volteo a ver mi ventana cuando escucho como algo la acaricia; está lloviendo. El cielo está gris y hay rayos de luz que acompañan a las lágrimas de las nubes.

Yamaguchi. Pienso en él y me destruyó con más fuerza y rapidez.

—Veo que ya has despertado... —escucho la voz de Tobio, haciendo que lo volteara a ver hacia la puerta.

—¿A qué hora es? —mi voz salió ronca y quebrada... Al parecer, grité mucho anoche.

—No es temprano, pero tampoco es muy tarde —le escucho hablar entre susurros.

Asiento con la cabeza y sigo mirando el techo. No pienso en algo, simplemente observo y respiro, como si mi alma no estuviera aquí.

—Vamos, levántate, tenemos que ir a comer —Kageyama dice con un poco más de ánimo, supongo que intenta poner una sonrisa en su rostro.

—No tengo hambre —hablo sin aliento, forzando que de mi garganta salieran esas palabras.

No escucho palabras por parte de él, solo un pequeño suspiro y luego pasos alejarse.

Miento; siempre estoy mintiendo. Claro que tengo hambre, pero simplemente mi cuerpo no me responde, está muerto.

Inhalo por la nariz y exhalo por la boca, me duele el pecho, siento como se comprime. Cierro mis ojos e intento olvidar el dolor. Pero los abro al escuchar ruido fuera de mi habitación. Miro hacia la puerta y frunzo el ceño, veo como Kageyama pasó con una mesa desplegable y, atrás de él, Hinata con comida.

Kageyama me mira y hace el amago de sonreír, al momento que acomoda la mesa en el costado de mi cama. Hinata evita mi mirada cuando lo miro y simplemente acomoda los platos de comida sobre la mesa. En ningún momento deja de mirarlo con el entrecejo fruncido. ¿Qué carajos están haciendo?

No importa que no tengas hambre, tienes que comer —me habla Tobio, como si respondiera a mi pregunta.

—Hice un poco de soba, espero que te guste, Tsukishima —escucho a Hinata, de nuevo, evitando verme a los ojos.

Yo sigo acostado, no intentando moverme, sintiendo mi estómago gruñir.

Kageyama me ayuda a sentarme en la cama, y gruño un poco al sentir dolor en el costado de mi espalda. Quedo en frente de la mesa, y a mi lado derecho, con su mirada gacha, está Hinata, tal vez jugando con sus manos.

El silencio es un poco denso, no sé cómo explicarlo. Es muy extraño.

Kageyama, toma asiento a mi lado izquierdo y voltea a verme. Yo frunzo el ceño y le miro desconcertado, ¿Por qué me mira y no come?

—¿Si puedes tomar los palillos sin que te lastimes? —me pregunta, viéndome a las manos.

Yo, simplemente, miro mis manos y observo las vendas blancas cubriendo mis nudillos. De nuevo volteo a ver a Tobio y asiento con la cabeza. Me duelen mucho, pero ya no quiero causarle más problemas, ya suficiente ha hecho por mí.

Y, como puedo, tomo los palillos y comenzamos a comer, dejando el silencio intacto; solo siendo roto por los palillos al tomar los fideos y nuestras masticadas. No solo me estoy comiendo el alimento, sino el dolor que siento en mis nudillos.

Los minutos siguen pasando, al punto en el que la comida ya no está sobre los platos y los palillos cubren sus puestos.

—Tsukishima... Creo que es momen-... —intenta hablar Kageyama, pero calla al escuchar mi voz.

—Kageyama, ahora no —mi mirada se pierde en alguna parte de la habitación, no teniendo idea de lo que ocurre a mi alrededor.

Escucho ruidos, tal vez están recogiendo la mesa y se están yendo. La verdad no me importa. Quiero estar solo. Pero algo hizo que mis ojos fueran al frente y se encontraran con Hinata. Frunzo el ceño y observo como tiembla ligeramente, intentando mantener su mirada en mis ojos.

—¿Qué quieres? —hablo sin rodeos, no entendiendo aún qué hacía aquí.

—Kageyama está muy preocupado, por fav... —su voz se escucha temblorosa y sus ojos se ven cristalizados. Pero su voz se detuvo cuando Kageyama cruza por la puerta.

—Vamos, Hinata —Kageyama se acerca a Hinata y lo toma por la mano, para empezar a caminar a la puerta.

—Kageyama —le llamo, antes de que cruzara la puerta—, no te preocupes, mañana hablaremos.

Él voltea a verme y me mira de una forma en la que solo él y yo entenderíamos. Asiento con la cabeza y Kags me regala una pequeña sonrisa antes de cerrar la puerta.

Me quedo sentado unos minutos más, viendo todavía la puerta. Suspiro con pesadez, cierro los ojos y mi cabeza la tiro hacia atrás.

¿Qué mierda está pasando?

Abro lentamente mis orbes y observo las estrellas pintadas en el techo. Respiro con lentitud y trato de encontrarme, aún sigo perdido. ¿Qué tengo que hacer?

Vuelvo mi mirada a mi habitación y observo todo lo que está en el suelo: papeles, carpetas, libretas, cuadros, una lámpara y un portarretratos que está boca bajo. Lo observo como si nunca lo hubiera visto en mi vida.

Pongo mis manos en las orillas de mi cama e intento levantarme; me duele, sí, pero lo logro. Camino con lentitud y me incorporo cuando estoy enfrente de la foto; la tomo y la observo. Somos mi pequeño y yo, estando en el parque, abrazados bajo la sombra de un árbol.

Me levanto y lo pongo en mi escritorio, cuidando que no me corte con los vidrios. Ahora volteo a ver la pared y mis ojos se centran donde hay pequeñas manchas de sangre.

¿Qué fue lo que hice?

Me duele ver todo esto, me recuerda que jamás podré controlarme por mí mismo en uno de mis ataques. Soy muy débil, muy frágil, por eso me quiebro con facilidad.

Yamaguchi no merece estar al lado de alguien como yo... Pero, soy yo el que quiere estar al lado de él.

Es verdad que duele como otro gana su cariño, sin embargo, lucharé y daré todo de mí para -de nuevo- estar con mi pequeño.

Por qué el amor es una perra, que no te deja las cosas fáciles.

Gashina | TsukkiYamaWhere stories live. Discover now