—Emm, si, gracias —le contesto. Él se retira con la cesta en hombros.

-—Cierra la boca, hay mocas -volteo y veo a mi hermano.

—¿No tienes nada mejor que hacer? —Le pregunto, siempre me molesta cuando se trata de Sean.

—En realidad sí, pero es algo complicado.

—¿Cómo así? —pregunto.

—Verás, hay unas frutas que están altas, pero el árbol es difícil de trepar. Ya lo hemos intentado todo, hasta los más pequeños no han podido treparlo.

—¿Dónde está ese árbol? —pregunto.

Él me lleva hasta el árbol y lo veo. Es un manzano, pero, extrañamente, es muy alto, más de lo que debería ser. Recuerdo que tenía problemas con este árbol. La única solución de bajar las frutas de allí era con…

—¿Tienen cuchillos? —pregunto.

—¿Cuchillos? —me pregunta una pequeña niña de piel oscura que está al lado de Sebastián, debe tener como unos 10 años.

—Sí, cuchillos, para bajar las frutas.

Todos miran a su alrededor dudosos e inseguros. Finalmente la niña de piel oscura me trae unos cuantos.

—Aléjense, niños, nunca he hecho esto —les advierto. Todos corrieron a ocultarse. Las manos me sudan, pero tengo que intentarlo. Hace unos años vi a alguien hacer esto mismo ¿Qué tan difícil podría ser? Tomo un cuchillo y aprieto fuertemente el mango de este. Tomo una larga respiración y la suelto poco a poco. Mi corazón late a millón. Decidida, lo tiro en dirección a las frutas pero el tiro fue tan débil que no se elevo tanto como yo esperaba. Me vuelvo a tomar otro cuchillo y veo a algunos niños que tienen cara de desilusión, otros tienen risitas burlonas. Entonces tomo el segundo cuchillo y lo lanzo con más fuerza. Rozó la rama y unos dos frutos caen. Me paro y grito contenta. Escucho aplausos de los niños. Hago eso varios intentos hasta que ya casi todas la frutas están en el suelo. Poco a poco me hice bueno y los últimos los tiré con un roce impecable. Cuando creo que ya es suficiente me volteo y noto que casi todos en el huerto se detuvieron a mirarme. Incluso Sean. Me pongo un poco nerviosa, dejo los cuchillos donde estaban y tomo las manzanas caídas, esperando que así vuelvan a sus actividades.

—Déjame ayudarte con eso —me dice la misma niña que me pregunto sobre los cuchillos. Tomó las manzanas de mis manos y las colocó en una cesta—. Por cierto, tienes muy buena puntería. Soy Christine. —me sonríe y estira su mano.

—Gracias —me sonroje un poco—, yo soy Amanda —estrecho su mano—, y déjame hacerlo, es mi trabajo, después de todo.

—¡Es solo una pequeña! —escuché gritar a una señora de lejos.

Un agente de la paz camino hacia nosotras, tomó a Christine de una mano sin ninguna delicadeza y se la llevo a rastras. Ella estaba gritando, y nadie hacia nada. Todos corrimos detrás del agente de la paz para ver que haría con la pequeña. Se la llevó hasta un tronco cortado que había a mitad del huerto, tomo las manos de Christine y desenvaino un gran cuchillo, más bien diría que es una espada.

—Esto es para que no hurtes —gruñó.

Mis ojos estaban en blanco por lo que iba a presenciar: el agente de la paz le cortaría las manos a esa pobre niña y lo vería en primera fila.

—¡NO! —finalmente grito y corro hacia ellos. El agente de la paz alza el gran cuchillo y yo me pongo entre ellos —. No puede hacer eso, ella no ha hecho nada —justo cuando el agente estaba dispuesto a cortar lo que se atravesara en su camino, yo voltee la mirada, esperando a que mi diera, pero nunca sentí nada. Alce la mirada y la hojilla del cuchillo estaba a centímetros de mi cara. Ahora me pongo a medir la consecuencia de mis actos: vivo en el Distrito 11, uno de los Distritos más estrictos de Panem y acabo de contradecir a un agente de la paz, estoy muerta. El agente retiró el cuchillo.

—¡Esta mocosa se ha hurtado los cuchillos que estaban en aquel cesto, un chico me lo ha dicho!

—En ese caso, castígueme a mi —grito, impotente—, yo fui quien le mando a buscar los chuchillos —definitivamente, moriré —. Yo… yo solo los ayudaba a cosechar unas manzanas que no alcanzaban —bajé el tono de mi voz, realmente estoy asustada.

De pronto veo que el agente de la paz suelta a Christine, ella huyo lo más rápido que pudo y se mezcló entre la multitud. Bien por ella. Sin embargo yo, ya estaba condenada. El agente de la paz se acercó bastante a mí, y me susurro de manera que solo yo escuchara.

—No vuelvas a hacer eso, —hace una pausa y me observa directamente a los ojos— al menos que quieras seguir viviendo —tragué saliva.

El agente se retiro y junto con él, todos los demás. El espectáculo ya había acabado. Me sorprende que de verdad no haya hecho algo grave, suelen hacer eso, siempre nos vigilan más a nosotros que al resto. Mi mamá dice que este es el Distrito mas grande, pero el mas pobre de todo Panem. Ella me decía que aquí fue donde la rebelión comenzó, tal vez es por eso que son más estrictos con nosotros, temen que volvamos a levantarnos contra El Capitolio.

Todavía sigo de pie, atónita, saboreando todo lo que acababa de pasar. Mi madre de seguro debe estar nerviosa y querrá que ni siquiera salga de mi casa, pero no puedo, tengo que trabajar.

—Ya estamos listos —Sebastián me saca de mi ensimismamiento—, recuerda que esta noche iremos a la casa de Clarisa.

Clarisa es mi hermana mayor, tiene unos 26 años. Ella vivió los primeros Juegos del Hambre, pero, para su suerte, nunca fue escogida. Ella se caso con un jardinero. Tiene una pequeña hija de tres años. No sé ella, pero yo me siento triste por la pequeña Sheila, saber que en 9 años entrara en la cosecha. Tal vez mi hermana no la deje pedir teselas, ellos viven relativamente bien, pero nosotros no podemos hacer eso. Tal vez es por eso que mi hermano esta aun más nervioso, ha tenido que pedir teselas, al igual que yo. Al pedir teselas nos dan un pequeño suministro de granos y aceites para poder comer, pero eso tiene un costo y significa que entraran más papeletas con nuestros nombres en la cosecha: más oportunidades para ser elegido. Y para ser sus primeros juegos, son demasiadas probabilidades. Pero, algo que me reconforta un poco, es que no somos los únicos que deben pedirlas.

Al llegar a la casa de Clarisa ya tiene la cena hecha: un poco de estofado de pato. ¡Vaya! Dylan, su esposo, debió haber trabajado muy duro para conseguir el pato. Me hace sentir un poco incomoda, es mucho lujo.

—¡Ya han llegado! —nos exclama Clarisa y nos abrazó a cada uno— ¿Cómo les ha ido?

—Lo regular, nada diferente o malo —miente un poco mi madre.

Pasamos el resto de la cena platicando, pero no hemos tomado el tema del agente de la paz. Clarisa es muy nerviosa, incluso más que mi madre. Reímos, cantamos, hace mucho que no compartíamos así en familia. De pronto algo nos interrumpe: el televisor programado en cada vivienda se enciende; era un mensaje del Capitolio. Faltan tres meses para la cosecha ¿Qué querrán decir? Veo al presidente Snow, joven, con su traje muy pulcro. Está en el balcón de su mansión. Hay algunas personas del capitolio y muchos agentes de la paz rodeándolo. Empieza a hablar y contar la historia de Los Días Oscuros, la verdad ya no necesito escucharla, lo hago cada año en la cosecha y mi madre me ha contado mucho sobre eso, ella lo vivió. Sigue hablando hasta que menciona algo llamado "El vasallaje de los 25". Todos intercambiamos miradas.

—¿Qué será eso? —pregunta mi hermana, preocupada.

Inmediatamente Snow le responde la pregunta. Es una manera del Capitolio de recordarles a los rebeldes los Días Oscuros y se efectuara cada veinticinco años. Casualmente este es el año número 25, el primer vasallaje. Esos cambios de reglas nos ponen todavía más nerviosos. Entonces un niño vestido con un traje blanco se le acerca con una pequeña caja cerrada, Snow la abre y saca un sobre con el numero 25, lo abre y lee en voz alta.

—Como recordatorio a los rebeldes de que sus hijos morían por culpa de su propia violencia, todos los Distritos celebrarán elecciones y votarán por los tributos que los representarán —ahogué un grito, y creo que los demás también.

¿Votar por los tributos? Si es horrible ser elegido al azar en la cosecha, es peor que tus propios vecinos y familiares voten por ti para ir a los juegos.

Distrito 11: el primer Vasallaje de los 25.Where stories live. Discover now