Capítulo 19

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25 de Julio de 1794

—Vi al Conde de Arnoux asesinar a mi padre, de la misma forma en la que yo tomé su vida ese 12 de Julio de 1789 —dijo Françoise mirando al sacerdote a los ojos.

El hombre se persignó.

—Si desea salvar su alma, deberá arrepentirse por sus pecados.

Ella soltó la carcajada.

—Ese es el problema, no me arrepiento de haberlo asesinado. Mi único error fue salvar a Jacques Léglise de la guillotina.

La puerta de la celda se abrió, uno de los guardias exigió al hombre retirarse. El enviado de Dios hizo la señal de la cruz y se retiró, dejando a Françoise sola con sus pensamientos.

Ella suspiró.

¿Qué habría pasado si él no se hubiera echado la culpa?

Fácil. Ella jamás habría ido a La Bastille ni enfrentado a Marat después de su huida hacia el país vecino.

Françoise sabía que Jacques no volvería a estar a salvo en París, por lo que, lo único que pudo hacer fue devolverle el favor.

Se dejó caer sobre la silla y cerró los ojos. A su mente llegaron los recuerdos de aquella noche en la que ambos fueron uno. Suspiró. De alguna forma que ella desconocía, esa vez fue la única en su vida en la que pudo experimentar el verdadero placer sin sentir asco ni remordimiento.

Sus manos temblaban.

Reflexionó durante los últimos años sobre su relación con Léglise. ¿Pudo ser que por una vez en la vida descubrió la verdadera felicidad?

Ambos se involucraron en un juego peligroso, en donde el engaño jugó en su contra.

Él deseaba el secreto de los naipes y ella solo quería la cabeza de Arnoux. El enredo entre las sábanas solo fue un punto en el acuerdo entre ambos.

Pero todo cambió.

Sí, no se arrepentía de haberlo engañado, de fingir interés en él con tal de involucrarlo en su plan que resultó exitoso. Se arrepentía por dejarlo ir.

La Cour de PiqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora