Capitulo XIII: Todo Por Ella

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Somos polos opuestos, ella es luchadora y yo soy ambicioso. Ella es sencilla y yo estoy acostumbrado a lo costoso. Solo una cosa tenemos en común: las ganas de estar juntos y formar una familia. Eso lo hablamos tantas veces, como sería nuestra casa, como se llamarán nuestros hijos.

¡Hostias!

Ahora esa idea parece tan lejana. Su frialdad anoche me tiene desalmado, sus ojos ya no brillan por mí, su semblante no se alegra de verme y su indiferencia es un escudo inmediato que puso hacia mí.

Ya no es mi Liz apasionada del principio, ahora es una chica totalmente rota y quebrada por mi culpa, por mi idiotez.

¿Ahora como reparo su quebrantado corazón?, ya no es con seducción, ni con halagos, ni detalles, ni promesas.

El amor se demuestra con hechos Aaron...

Una vez más sus palabras me juegan en contra. De repente se volvió tan radical conmigo. Se parecía al jodido Raell, a todo le tiene una respuesta concisa y lógica.

Raell... Ella... Su beso.

Se me revuelven las tripas de solo recordar ese momento, no soportaba la idea de sus labios ser tocados por otro hombre ¡mucho menos por el de mi mejor amigo!, supo jugar sucio la muy descarada, quiso darme en la moral y lo logró y no de la mejor forma.

Frustrado conmigo mismo y está soledad, me levanto del sofá y salgo de ese jodido apartamento. No quiero estar allí si ella no lo comparte conmigo.

Voy a mi auto y conduzco hacia la casa de mis padres, deje de decirle mi casa desde hace mucho tiempo. No porque no fuese bienvenido, sino porque simplemente no era mía. Antes no pensaba así, antes creía que todo me lo merecía pero desde que conocí a liz aprendí a querer lo mío, algo propio que pudiera compartir con ella.

Y claramente la casa de mis papás no era la mejor opción.

Cuando llegué, Rodrigo el de seguridad me dejó entrar enseguida, atravesé el extenso camino de la entrada hasta que llegué al frente del que siempre ha sido mi hogar. Suspiré antes de bajarme del auto, seguro mi padre me recibiría con los deberes y reuniones a las que debemos asistir mañana. Cada día había algo que hacer.

Liz siempre fue mi escape de esta presión y Ahora que no estaba conmigo la única paz de mi vida, mis días eran difíciles.

Salí del auto y entre a la casa, el enorme recibidor estaba reluciente y la soledad latente como siempre. Sino hubiera personal de servicio, esta casa estuviese prácticamente vacía. Fui directo al jardín, porque allí era seguro encontrar a mi mamá. Le gustaba sentarse junto a la piscina a leer sus libros del siglo pasado.

Tal cual, cuando llegue al jardín la vi  en una de las mesas de afuera hablando con alguien, al ajustar mejor mi vista reconocí Andrea.

Mi interior se quejó con fastidio al verla, tenía días evitandola. No quería tenerla cerca, me daba mucho coraje saber que era la piedra de tropiezo entre liz y yo.

Sus ojos y los de mi madre se iluminaron al verme, usualmente venía a casa en la noche cuando mi padre me dejaba libre, hoy porque inventé que estaba ocupado en la universidad y no me llamó para ir a la empresa.

—¡Hijo que bueno verte temprano en casa! —mi mamá se alegró.

Dejé un beso en su frente seguido de un merecido Te amo. Porque esa señora era la Luz de mi vida. Luego vi Andrea, quien sonriente esperó que la saludara y a duras pena fui a darle un beso en la mejilla. No estaba de ánimos para forzar ni siquiera un beso en la boca con ella.

Ocupé una de las sillas desocupadas y pregunté como estaban.

—Bien, enseñándole Andrea unos vestidos de novia preciosos de la revista cosmopolitan —dijo mi mamá y mi mandíbula se tenso sobremanera.

Arriésgate Liz. Where stories live. Discover now