15| Su regreso

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Domingo 13 de Febrero 

Dulce

— ¿Me puedes prestar un lapicero?

— ¿Qué? ¿Para qué lo quieres? —preguntó confundido Felipe.

Lo miré con una ceja alzada.

—Para clavármelo en el ojo —solté dramática —No aguanto ver la horrenda cara de Eduardo.

—Ya, lamento decirte que no puedes hacer eso, él llegará mañana.

—Más aun por esa razón, debo quitarme los ojos para no ver a esos idiotas que arruinaron mi vida —golpee su hombro tratando de captar su completa atención —Por favor, solo pido un lapicero.

—Te lo daré si me respondes con sinceridad ¿Para qué lo quieres?

—Ah...pues...para hacerme tatuajes, sí, eso.

— ¿Qué?

— ¿Acaso no tuviste infancia? Puedo tatuarte un unicornio en la cara si eso quieres, digo, no creo que sea tan difícil dibujarlo, no sé si me entiendas pero dibujar me ayuda a des estresarme y...

—Hey...—Felipe tomó de mis hombros —Respira.

—Estoy respirando —inhalé aire de manera exagerada para que me viera — ¿Lo ves?

—Bueno, si quieres un lapicero, te lo daré.

— ¿En serio?

—Si pero me quedaré a ver que rayos harás con él.

— ¿Qué? No.

— ¿Por qué no? —me miró desconfiado.

—Porque pienso tatuarme la pierna ¿Acaso quieres mirarme la pierna?

—Mira, Dulce, no quiero hacerlo pero me dieron órdenes exactas de vigilarte hasta en el baño y lo sabes.

—Que aguafiestas son...—murmuré quitándole importancia — ¿Sabes qué? Ya no lo quiero.

—Bueno —se encogió de hombros —Iré a dar una vuelta, entra a tu habitación de una vez.

—Si... solo que...—toqué mi frente tambaleante —Creo que me está empezando a doler la...

No pude terminar ya que caí sobre el cuerpo de Felipe, el me sostuvo con sus dos brazos, dándome pase libre para pasar mis brazos por su cintura, aproveché y en un movimiento rápido, tomé el lapicero que había visto minutos antes en los bolsillos de su pantalón trasero.

El lapicero se introdujo por el huequito de mi manga, rápidamente, puse mis manos firmes sobre sus hombros empujándolo y recuperando el equilibrio.

— ¿Te sientes bien?

—Sí, solo fue un mareo —me alejé lo suficiente de él, caminando lentamente hacia mi cama para sentarme sobre ella —Creo que debería descansar, después de todo el imbécil de tu jefe me tuvo parada Tres horas.

—Te dije que no lo insultaras, al menos no en su cara.

—Sí, bueno, es que tenía cara de imbécil y me dieron unas ganas de decírselo, a mi mamá me dijo que siempre fuera sincera.

—La sinceridad te matará en este lugar —advirtió —Así que deja de ser insolente con Eduardo.

—Bien, ya puedes irte perrito faldero.

—Está bien. —bufó cerrando la puerta, desapareciendo de mi vista.

A veces me preguntaba porque Hugo había dejado de cuidarme junto a Felipe pero el recordar que cada que nos veíamos discutíamos y peleábamos, me dio la respuesta. 

Prohibido Odiar a Dulce ©Where stories live. Discover now