Hombro en el que llorar

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—Necesito que vuelvas a cuidar la casa –comento Luna mientras caminaba a lado del castaño.

Simón detuvo sus pies y frunció el ceño.

—¿Qué?

—Por favor.

—¿Por qué? No soy niñero de casas, que tanto puede pasar si no hay alguien adentro?

—En si no debes cuidarlo, tienes que quedarte a esperar a que llegue alguien y ya luego te vas, ¡esta vez serán veinte minutos de espera!

—¿Por qué diablos no se hacen una copia de la llave? Son bastante baratas y a ellas les sobra el dinero.

—Eres bastante malo con ellas, no te han hecho nada para que seas tan cortante –reprochó la castaña cruzando los brazos.

—Sólo es inconsciente, no sé –Luna giró los ojos para después darle una mirada cuestionante y enseñarle las llaves.

—Por favor, es necesario y ya no tengo tiempo para buscar a alguien más.

—¿Y por qué no les diste tu llave?

—Porque es mía –respondió con burla dandole las llaves en la mano– Debo de irme, sólo serán veinte minutos.

Ambos se despidieron para después avanzar en caminos distintos, no era tan lejos el fraccionamiento en el que estaba esa casa.

Después de lo que había pasado con la ojiazul, Simón se había mantenido alejado por varios días casi completando dos semanas y medía.

Tan sólo había estado alcoholizado.

Estando frente a la puerta de la casa saco las llaves e introdujo una en la cerradura para después girarla a la derecha y finalmente abrir.

Tan pronto como llego se dispuso a entretenerse en su celular, dio un pequeño vistazo al refrigerador sin embargo no había nada que le llamase la atención.

Abrió las pequeñas puertas de la alacena y encontro varios paquetes de barras, unas de granola, otras de galleta y unas de frutas y avena. El pequeño rastro de hambre lo hizo tomar una de ellas y abrir el pequeño empaque.

El sonido de la puerta abrirse lo hizo exaltar y girar, su rostro se contrajo en confusión.

—¿Qué haces aquí? –cuestionó la rubia desde la puerta, se le veía bastante cansada.

—Luna me dijo que volviera a esperar a que llegase alguien, creí que no tenías llave.

—Sí tengo –la sacudió haciendo tintineos de las llaves metálicas.

Simón salio de la cocina con la barra en sus manos, al estar más cerca pudo notar a Ámbar con los ojos rojos.

—¿Estás bien?

—¿Me lo preguntas a mi? Que raro es verte preocupado –atacó cerrando la puerta y dejando su bolsa en un sillón– Ya puedes irte.

—¿Qué te paso? –Ámbar giro los ojos para después cruzar los brazos y mirarlo.

—¿Tu que crees? No, mejor no pienses, seguramente dirás "ay pobrecita se le rompió una uña".

—No –la rubia respiro con dificultad, con frustración se paso la mano por la cara hasta llegar a su cabeza y acariciar sus sines.

—A veces estresas –comento, Simón permaneció quieto hasta que vio una lágrima rodar por su mejilla– Ya vete.

—¿Qué tienes? ¿Te hicieron algo? –preguntó acercandose más hasta estar frente a ella, Ámbar tembló mientras se abrazaba a si misma– ¿Te robaron?

Solos |One Shots|Where stories live. Discover now