Te extraño

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Ya habían pasado cuatro años, el sentimiento de culpabilidad y tristeza aun lo atormentaba, en especial en la madrugada.

Las dos cuarenta y cinco era una hora especial, una en la que cuando estaba despierto le era inevitable llorar y releer la última carta que había escrito la ojiazul. Le recordaba las llamadas que había tenido con ella, las veces en las que ella sollozaba suavemente mientras reía ante la torpeza de Simon por medio de sus llamadas de voz.

Eso era algo especial, era algo que siempre seria de Simón y Ámbar.

Esta vez se encontraba cansado avanzando a la biblioteca de su universidad, al final no había podido terminar de cumplir su sueño. Jamás volvería a tocar un escenario para poder cantar, ahora se dedicaría a lo que de verdad necesitaría. Ya no era momento de soñar como en su adolescencia, era momento de prepararse para titularse y convertirse en un adulto.

Con su mochila en un hombro, se arremango las mangas de su sudadera negra para después pasarse la mano derecha por el cabello y finalmente bajarla.

Nunca creí que habías sido el cerebrito en tu colegio.

Su voz lo ataco mentalmente ya teniendo los infinitos libros referentes a su carrera, un bufido melancólico salió de el para después relamerse los labios.

Estiro su torso para tomar el libro en uno de los últimos niveles de los estantes, finalmente teniendolo en sus manos prosiguió con otros en niveles más bajos.

Debía de entregar un reporte por escrito sobre su profunda investigación de los estandares comerciales, jamás penso que al final las matemáticas serian su mejor opción para un futuro mejor estabilizado. Por más que las haya maldecido desde pequeño, ahora eran su única opción y una oportunidad para mantener la cabeza ocupada en vez de atormentarse.

Hace años había abandonado Buenos Aires pues le estaba afectando mentalmente, era un circo doloroso el permanecer en el lugar donde la mayoría de sus recuerdos con ella se hicieron. Ni siquiera podía pronunciar su nombre sin terminar derrumbado en el suelo llorando.

Sabía que estaba mal seguir estando aferrado a su recuerdo, era algo tan malo para su salud y por más que lo supiera no quería abandonarla, no de nuevo. Por más que lo afectara, no quería alejarse de ella, quería pensar que con eso de algun manera lo perdonaría por su distancia que había puesto en su momento. No quería dejar de repetirse a si mismo que era su culpa, de alguna manera se había encariñado con el dolor.

Quería sentir algo cercano a lo que Ámbar había sentido en toda su vida.

Sin darse cuenta sus ojos estaban a punto de soltar lágrimas, maldijo en un susurro escondido entre los libros. Parpadeo rápidamente y se lamio los labios, sus dedos quitaron cualquier residuo de alguna lágrima y finalmente espero a que se fuera su oleada de dolor.

Se acerco a la mesa blanca y dejo los libros, arrimó la silla blanca para darse espacio y poder sentarse.

Abrió su mochila y sacó su libreta, hasta ahora llevaba más de la mitad de su reporte, casi estaba terminado. Solo bastaba dos cuartillas y estaría listo, la hora era perfecta para continuar, incluso quedaría tiempo restante para ir a visitar a sus amigos los cuales seguramente ya estarían terminando el reporte.

Abrió el primer libro para después buscar en el índice el tema en el que había quedado pendiente. Tan sólo era uno sin embargo el profesor del demonio no descansaría hasta ver distintas explicaciones, Simón jamás dejaría de pensar que su carrera era para genios y no para alguien con su mismo coeficiente intelectual.

Solos |One Shots|Where stories live. Discover now