Sirius no titubeó ni un segundo ante el escrutinio, y para su crédito, tampoco lo hizo Charlie. El pelirrojo enredó sus dedos con los de Sirius, ofreciéndole a su compañero una soleada sonrisa. -¿A dónde vamos primero, cariño?-.

-A Gringotts, creo-, declaró Sirius. -Asegúrarse de que las cuentas están en orden-.

Les dieron un amplio margen por el callejón, la gente se detenía a mirar y cuchichear en cuanto los veían. Era extraño, para Harry, ser el centro de atención por la presencia de otra persona. ¿Así se sentían sus amigos?.

Todos se detuvieron al ver el escabroso edificio de color púrpura que se declaraba como Sortilegios Weasley. -Jodidamente brillante-, declaró Sirius con orgullo. -Oh, definitivamente vamos a ir allí después. Pero primero necesito dinero-.

Se apresuraron a llegar al edificio de mármol blanco que había al final del callejón, y Harry vio una cabeza familiar de pelo rojo que esperaba fuera. Bill los saludó, estirando la mano para darle una palmada en el hombro a Sirius. -¿Cómo se siente?sientes?-.

-Increíble-, declaró Sirius con vehemencia, radiante. -Tengo que revisar mis cuentas-.

-Pensé que lo harías; te organicé una reunión-, le dijo Bill. -Con Farlig; es el duende que Harry puso a cargo de todas sus cuentas, que incluían las de los Black en ese momento. Quiere saber si prefieres volver a tu antiguo gestor de cuentas-.

-No; si a Harry le gusta, es suficiente para mí-, aseguró Sirius, para el tranquilo alivio de Harry. Pasaron junto a los duendes que custodiaban el banco y entraron en el vestíbulo principal. Bill los condujo directamente a una de las oficinas, mostrando un pase de Gringotts mientras caminaba.

Harry se sorprendió sólo en parte al ver a Gorrak en la oficina, así como a Farlig; ambos duendes se inclinaron, y Harry les devolvió la reverencia, ofreciéndoles los saludos de rigor.

-Las felicitaciones de la Nación por su libertad, Lord Black-, dijo Farlig. -Tengo entendido que desea revisar las cuentas de los Black-.

Harry lo dejó, arrastrando los pies con Bill y Gorrak. -¿Cómo va el progreso?-, preguntó. Para su sorpresa, el Weasley y el duende compartieron una sonrisa de dientes.

-Esa es una de las razones por las que pedí a Gorrak que viniera, en realidad-, comenzó Bill. -No sé de dónde sacó Snape ese libro, pero es exactamente lo que necesitábamos. Sabemos cómo sacarte el horrocrux-.

Harry lo miró fijamente, las palabras resonando en su cerebro. -¿En serio?-.

-Podemos realizar el ritual en cuanto esté preparado, señor Potter-, confirmó Gorrak.

El corazón de Harry se disparó y rápidamente cayó, una vez que se le ocurrió un pensamiento. -No puedo, todavía-, se dio cuenta, sintiéndose mal. -Las visiones... no puedo dejar de tenerlas. Ya he salvado vidas con ellas, no puedo arriesgarme a que eso desaparezca-. Sin el horrocrux, ya no tendría la conexión con la mente de Voldemort. No habría ninguna alerta temprana si algo volviera a suceder como casi había sucedido con los Bones, o con el señor Weasley la pasada Navidad.

El ceño de Bill se frunció. -Es peligroso guardarlo, Harry. Podría enviarte falsas visiones para atraparte; ya lo intentó una vez. Cuanto más tiempo sepa de la conexión, mayor será la posibilidad de que descubra lo que realmente es-.

-Lo sé, pero es que... necesito un poco más de tiempo-. Sólo necesitaba ver cómo de mal iban a ir las cosas. Cuántas otras personas podría salvar. -¿Cuánto tiempo se tarda en preparar el ritual?-.

-Media hora-, respondió Gorrak. -Incluso podríamos hacerlo ahora mismo, si lo deseas-.

-No puedo-, insistió Harry con tristeza.

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