T R E I N T A Y U N O

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POV SOUICHI


Un escalofrió recorrió mi espalda. Asustado, petrificado y con el corazón bombeando a mil, observe callado la puerta. Su voz gruesa, su risa burlona y su tacto áspero transportaron mi mente al recuerdo que he querido borrar todo este tiempo y no he podido en lo absoluto ¿Cómo olvidarlo? Aún no proceso lo que me está diciendo, no sé lo que sale de su boca, mi cerebro está en otro sitio, y eso lo enoja. Me tomó del cabello, jala un poco, no me hizo mucho daño pero para mí el simple roce de su aliento contra mi piel es igual a verter acido en mi. Cerré los ojos, intente que mi respiración no se acelerara para no hacerle creer que sus toques sobre mi hombro y cuello me provocaban algo más allá del miedo que sentía ahora mismo.

Debo ser valiente.

Lo pensé, lo intente, y no pude enfrentarlo. Era muy fácil para mí darme la vuelta y descubrir de quien se trataba, pero él se llevo la poca valentina que reuní cuando el metal de la tijera rozo mi hombro tan paulatinamente que la respiración se me corto. ¿Iba a lastimarme? ¿A matarme? ¿Por qué regresaba ahora? No lo sé, y no tengo fuerzas para preguntarle así que solo espere que él dijese, o hiciese algo. Le tomo unos minutos aburrirse de torturarme con su simple presencia, así que finalmente hablo:

-He venido por dos cosas -Pronunció despacio a mis espaldas. La tijera recorrió mi brazo y sus dedos se metieron entre mis hebras rubias para alcanzar el cuero cabelludo y con las yemas, lo masajeó. -Uno, esto -Un jalón fuerte, me queje y la tijera se cerró en mi cabello. Soltó mi melena, no me moví a pesar de querer ver cuánto cortó. -Dos, ¿Crees que no te he visto con ese muchachito... Tetsuhiro? -No sé por qué, pero algo me dijo que sonreía quizás observándome, o quizás observando el mechón entre sus dedos. -¿A qué juegas? ¿Estás enamorado de él, Souichi? -De pronto su presencia se sintió más cerca, sus pies aplastaron las piedrecitas bajo nosotros, la punta de sus zapatos se pego a la parte trasera de los míos. Demasiada cerca, me asfixiaba en mi propio miedo. -Eres mío... No quiero verte cerca de él nuevamente, o te ira muy mal ¿Si, lindo? -Me habló al oído, se rio suavemente en este y se alejó. Deje escapar el aire que he estado reteniendo en mis pulmones cuando sentí su figura apartada de la mía. -No voltees, no le digas a nadie. Te quiero, rubio, siempre estoy vigilándote -Sus pasos se escucharon, se estaba yendo.

Si me preguntan cuánto tiempo estuve ahí con la mente en blanco y el corazón en la mano, no sabría que responder. Segundos, minutos, quizás poco menos de media hora. El caso es que mi cuerpo reacciono tardíamente a su ausencia, y cuando por fin recupere la movilidad, entre a casa. Al estar dentro, me di la vuelta: Nada, nadie. Coloque las manos sobre la puerta y la empuje para cerrarla en un azote. Luego, me di la vuelta de nuevo y apoye la espalda en la entrada. Tome mi cabello, lo traje hacia delante y observe su nuevo largo

Dos dedos, creo que tres dedos de cabello se había llevado sin decirme algún motivo, aunque no me sorprendería que lo haya hecho solo para causarme sentimientos negativos.

Tenía poder sobre mí.

Solté las hebras desviando la mirada al otro lado. Increíble era el cómo de asustado estaba, como él conseguía hacerme sentir pequeño con su mera presencia y ni siquiera conocía su rostro. Me sentí enfadado conmigo mismo por no poder encararlo como quería, por ni siquiera reconocer su voz pero supongo que yo solo soy valiente para algunas cosas, pero para él no.

Después de todo él consiguió dañarme antes de poder intentar defenderme.

Tadokoro salió de la cocina alertado por el sonido de la puerta al cerrar, llevaba puesto el delantal que Tetsuhiro uso hacia tiempo ¿Por qué pensaba en él? Estaba aturdido. Intente mantenerme sereno, pero estaba tan inquieto que él enseguida noto algo extraño en mi por lo cual se acerco y sin decir palabra, me rodeo con sus brazos. Estuve a punto de apartarlo y decirle que no me tocara, la voz no me salió. Me congele entre sus brazos con las palabras estancadas en la garganta formándose en un nudo que me obligo callar. Apreté los labios, apoye la cabeza en el hombro del menor y cerré los ojos rogando a Dios por fuerzas para no derramar lágrimas sobre la ropa de mi primo, pero la realidad me dio una bofetada y me recordó que también soy un humano y a veces, los humanos necesitaban llorar.

R E B O R N • Koisuru BoukunWhere stories live. Discover now