-Diviértete-, llamó Sirius tras él. Cuando oyeron cerrarse la puerta principal, Remus le dio un codazo a Snape con suavidad.

-Al menos podrías intentar ser menos intimidante-.

-¿Por qué molestarse?- respondió Snape.

Harry agachó la cabeza para ocultar su sonrisa en un bocado de panqueque.

Era bueno estar en casa.

Sirius fue el primero en llegar a Grimmauld Place antes de la reunión de la Orden; Remus estaba leyendo y prometió seguirle en breve. El animago casi esperaba encontrar a Molly Weasley dando vueltas por su cocina, hasta que recordó encantado que le había prohibido la entrada a los pabellones. Su cerebro regresó alegremente a los acontecimientos de aquella mañana -(o, más concretamente, a lo que había sucedido después de que Molly se marchara)-, pero fue sacado de sus pensamientos por el sonido de una aparición en el pasillo.

-¡Soy yo!- llamó Tonks alegremente, y luego apareció en la puerta de la cocina. Parecía deleitarse en ser lo más ruidosa posible, ahora no había ningún cuadro de Walburga Black para gritarle por ello. -Caray, ¿llego tan temprano?-.

-Eso parece-, convino Sirius, resoplando cuando ella fue directamente a la despensa y volvió con una botella de cerveza de mantequilla y un pequeño pastel de cerdo. -¿Te has saltado la comida?-.

-Tuve que hacerlo-, dijo ella con el ceño fruncido. -El Ministerio es un maldito desastre. Tenemos demasiados mortífagos que procesar; están intentando retrasar el interrogatorio de Pettigrew, como si pudiéramos olvidarnos y dejarlos en la estacada, o algo así-.

Sirius le devolvió el ceño. -Malditos aurores-.

-Dímelo a mí-.

Los interrumpió el fuego que ardía en verde, y salió Bill Weasley, seguido de cerca por Fleur Delacour. Era una incorporación reciente a la Orden, pero a Sirius ya le gustaba. Sobre todo porque ella también tenía las opiniones de Harry mucho más altas que las de Dumbledore.

Uno tras otro, los miembros de la Orden del Fénix fueron llegando, llenando la cocina. Charlie se deslizó detrás de Mundungus Fletcher, y Sirius le hizo un gesto para que se acercara y le guardara un asiento a su lado. Esto provocó algunas miradas -(sobre todo cuando Charlie le dio un beso en la mejilla)-, pero a Sirius le importaba un bledo; todos los que le importaban lo sabían, ya no ocultaban su relación.

Sólo cuando la sala estuvo llena, Albus Dumbledore llegó a través del fuego, y los susurros silenciosos cesaron de inmediato como un grupo de escolares traviesos. -Bien, ya estan todos aquí-, saludó, y luego frunció ligeramente el ceño. -Sirius, ¿debes seguir guardando ese rencor a Molly? Debería poder asistir a las reuniones como mínimo-.

-No hasta que aprenda a respetarme en mi maldita casa, Albus-, contestó Sirius de manera uniforme. Eso le valió un ceño fruncido de decepción, pero no se dijo nada más.

Dumbledore se puso al día sobre los procedimientos del Ministerio, afirmando que se elegiría un nuevo ministro para el final de la semana. -Es un alivio que Lucius Malfoy no esté allí para lanzar su propio sombrero al ruedo, pero eso no significa que los hombres de Voldemort estén ausentes del proceso. Estoy tratando de guiarlo lo mejor que puedo-.

Sirius ocultó un ceño fruncido; oh, apostaba que eso era cierto. Dumbledore los guiaría hacia la marioneta que pudiera controlar más fácilmente.

La única parte buena del informe del director fue la confirmación de que Dolores Umbridge iría a Azkaban por sus crímenes contra los alumnos de Hogwarts.

-Que le vaya bien-, gruñó Moody, y por una vez Sirius estuvo de acuerdo con él.

-Bastante-, dijo Dumbledore. -Aunque eso me deja de nuevo en la búsqueda de un nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras-.

LILY'S BOY Where stories live. Discover now