ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 18 ᴘᴏʀ ᴀᴄᴀ́ ᴘᴏʀ ғᴀᴠᴏʀ

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Entramos al instituto oncológico. Sentí mi garganta seca, mis manos sudar y muchos nervios. Pero la mano firme de Val presionando la mía me dió valor.

Llamaron mi nombre e ingresamos a un consultorio, siguiendo a una doctora. Nos pidió que tomáramos asiento.

—Buen día chicos. Soy la doctora Emilia Marshall, la oncóloga del instituto. Clara ¿cómo te has sentido?

—Un gusto doctora. Él es mi novio Valentino, mi pilar en la vida. Si quieres la verdad, ha sido difícil y si no fuese por éste ángel, yo no lo hubiese logrado.—ella escuchaba con una tierna sonrisa en su rostro y Val estaba apenado, solo sostenía mi mano, pero miraba sus rodillas tímidamente.

—Valentino tú sabes que la función del acompañante del paciente oncológico es primordial. Desde mi lado, sólo agradecimiento hacia ti, porque Clara manifiesta que tu ayuda y compañía son fundamentales para éste camino hacia la recuperación. Eres muy valioso.

—Doctora gracias por sus palabras. Pero acá Clara es lo que importa, yo sólo ayudo en lo que puedo.

—Bien, sabiendo ésto, vamos a proceder. Clara vas a acompañarme a la sala contigua, ahí te recostaras en una camilla, vamos a hacerte mediciones y realizaremos el molde para que puedas empezar las sesiones, de ser posible, mañana mismo. ¿Lista?

—Creo...

Valentino tuvo que esperar afuera en la sala. A mí me llevaron a un pequeño box para cambiar mi ropa. El lugar era diminuto, tenía dos puertas, no entendí por qué. Solo había una pequeña banqueta en un rincón y un gancho en la pared. Sobre la banqueta un camisón verde claro con el logo de la institución perfectamente doblado.

Quité mi ropa y me lo coloqué.

Aguardé un instante y en la puerta contraria a la que ingresé escuché pequeños golpes.

—Clara ¿estás lista?—era la voz de la doctora.

Abrí la puerta y me asomé. Ella me miró divertida, con una carcajada me dijo:
—Disculpame Clara, la abertura del camisolín va hacia adelante. No te lo aclaré.

—Ohhh...—respondí y volví a ingresar al box para girarlo. Al terminar salí.

Había una camilla rara, aparatos como los que hacen radiografías en las paredes y dos enfermeros quizás, un chico y una chica. Muy amablemente me saludaron.

—Ellos son los técnicos asistentes, van a acompañarte en el proceso. Yo me voy a encontrar detrás de esa pared de vidrio junto al radiólogo tomando las medidas y los chicos irán colocando las placas en tu cuerpo. Quiero que estés lo más relajada posible y en breve terminaremos.—me regaló una cálida sonrisa y se retiró a su puesto.

Los asistentes me guiaron hacia la camilla y me ayudaron a recostarme.

Por un momento recordé todas las veces en éste corto tiempo que había pasado por estudios raros, dolorosos y largos. Ya me había empezado a acostumbrar, de hecho no recordaba cómo era la vida antes de ésto.

Así te marca el cáncer.

Te conviertes en alguien físicamente parecido a tí, pero internamente distinto. Porque sabes desde otro ángulo lo que es sufrir, el dolor agudo y punzante.
Descubres que tu vida ya no depende tanto de tí y tus decisiones. Tu vida depende de que otros tomen las correctas decisiones sobre tí.

Y es difícil. Es fuerte. Es aterrador.

Ves la cara de terror reflejada en las personas que te aman y no te das cuenta si sufren más ellos o tú, pero ahí estás, intentándolo... Sin saber si lo que está pasando es lo correcto, pero es así, no lo sabes, pero continúas, no bajas los brazos aunque cuesta tanto.

ᴍᴇ ᴅᴜᴇʟᴇs...Where stories live. Discover now