-Oh, ¿esta cosa?- McGonagall levantó un trozo de pergamino rosa entre dos dedos, como si fuera algo especialmente asqueroso. -Sí, lo tengo. De todos modos, Potter, como te decía; has sacado en general buenas notas en Defensa Contra las Artes Oscuras; el profesor Lupin en particular pensaba que tenías aptitudes para la asignatura...-

Las interrupciones de Umbridge continuaron, su voz se fue elevando hasta que Harry temió que pudiera forzar algo, su insistencia en que Harry nunca llegaría a ser auror era tan vehemente. 

Harry se habría sentido mal por fingir su interés en la carrera sólo para darle cuerda, pero no podía, no cuando McGonagall estaba disfrutando tan claramente del combate verbal, y ganando tan claramente. Las últimas notas de Harry hablaban por sí solas, en todo menos en Pociones y DADA; y Harry sabía que podía aprobar esos dos exámenes sin sudar. 

-Si no puedes controlar tu comportamiento, Dolores, te pediré que te retires de mi despacho mientras aconsejo a mis alumnos-, espetó McGonagall finalmente, cortando la perorata de Umbridge sobre la inadecuación de Harry para cualquier profesión del Ministerio. 

-¡El Ministro nunca emplearía a Harry Potter!-.

-Sospecho que está más preocupado por su propio trabajo que por el de Potter, en este momento-, fue la rápida respuesta de McGonagall. Umbridge retrocedió como si le hubieran dado una bofetada.

-Sí, sí, eso es lo que quieres, ¿no? Quieres que Albus Dumbledore sustituya a Cornelius Fudge; seguro que crees que estarás donde estoy yo, entonces, ¿eh?-.

La mirada inexpresiva de McGonagall chocaba con el fanatismo de ojos abiertos de Umbridge. Harry se sentó en el centro, intentando no romperse una costilla de tanto aguantar la risa. 

-Dolores, estás empezando a estar un poco... morada-, dijo McGonagall, manteniendo una cara notablemente recta. -¿Tal vez sea necesario un viaje al ala del hospital?- A principios de la semana, Ginny y Colin le habían puesto algo en la cena que hacía que se le hinchara la cabeza como un arándano gigante cada vez que se ponía especialmente furiosa. Los alumnos criados de forma muggle cantaban en silencio canciones de Oompa-Loompa cada vez que Umbridge pasaba, lo que, por supuesto, hacía que se repitiera.

La mano de Umbridge voló hacia su rostro -(que tenía su habitual tono furioso de magenta)- y el horror llenó sus ojos. -Esta discusión no ha terminado-, siseó, antes de salir furiosa de la habitación. En cuanto la puerta se cerró a su paso, Harry se deshizo en risas impotentes.

-Eso ha sido increíble-, graznó, viendo cómo una pequeña pero satisfecha sonrisa cruzaba el rostro de su Jefe de casa. 

-No estarás pensando en convertirte en auror, ¿verdad, Potter?-, preguntó ella, alzando las cejas. -Porque odio decepcionarte, pero creo que tienen demasiadas reglas para tu gusto-.

Harry resopló. -Oh, no, profesora. Quiero jugar al quidditch profesional-, confirmó alegremente. -Sólo quería ver la cara de Umbridge-. Y había sido mucho mejor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.

McGonagall se pellizcó el puente de la nariz, exasperada. -Has pasado demasiado tiempo con tu padrino, Potter-. 

-Gracias-, chistó Harry. 

Ella lo miró fijamente y luego negó con la cabeza. -En cualquier caso, no tengo ninguna duda de que podrás cursar las asignaturas que quieras en el nivel NEWT excepto quizás Pociones; el profesor Snape sólo acepta alumnos de nivel O, y aunque entiendo que su juicio sobre tu habilidad es... ponderado, no estoy segura de que estés del todo ahí todavía-.

-Estoy estudiando mucho-, prometió él, haciéndola asentir con aprobación. 

-Además, Potter-, añadió ella, hojeando su expediente, -en mis notas pone que te has inscrito en los exámenes OWL de Aritmancia y Runas Antiguas-.

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