Capítulo Nueve: Bella Dama

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                    Sophie
   Mis piernas temblaban, mis nalgas ardían, sentía mis muslos pegajosos. Él aún estaba sobre mí, apretando mi cara contra el cuero, con su mano en mi cuello. Lágrimas corrían por mis mejillas. De asco, de indignidad, de aberración. Por mí. Por ser una puta. Su puta.

  - Sophie!!!- dijo mi nombre mientras reía.- Te has corrido y has disfrutado. Eres una ramera.- su otra mano acariciaba mis nalgas y tanteaba mi clítoris.

  Un gemido escapó de mí, mientras seguía llorando. Sacó su pene de mi vagina y se levantó. Me giró, quedando yo sentada con la espalda pegada al cabecero. El se arrodilló ante mí. Con su poderosa polla, volviendo a endurecerse. Pasó una de sus manos por mi cabello y yo sacudí la cabeza con asco. No quería que me tocara. Su semen y mi humedad recorrían mis muslos, casi llegando a mis rodillas.

 
   Mi vista recorrió sus fuertes muslos y su gorda y larga polla. Sus fuertes y anchos hombros. Lleno de músculos por doquier. Ya su gran virilidad estaba en toda su longitud tocando sus abdominales. Aún no podía creer que eso hubiera estado dentro de mí. Sin embargo el rico dolor, el ardor en mi vagina y la sangre confirmaban que él me había desgarrado. Me la había metido tan dolorosamente rico que ya mi vagina estaba goteando de ansiedad. ¡Si! ¡Era una maldita puta! ¡Maldición! Me sentía dividida mentalmente por lo que pensaba y por cómo mi cuerpo reaccionaba.

   - Mírate, Sophie, estás chorreando de nuevo. Mira como te toco tu jugoso coñito y gimes como la gran puta que eres. Eso me encanta, Sophie. Eso me pone a mil. Mírame, Sophie.- tomó mi barbilla haciéndome alzar la vista. Mis pechos rebotando al acomodarme en el colchón por la tensión que sentía en mi vientre. La ansiedad me hacía contraer la vagina.

   -Mira mi verga, erguida y lista para volver a metértela. ¿Es eso lo que quieres?- de agarrarme la barbilla pasó a golpearme la mejilla, girándome el rostro nuevamente, a tal punto ya sentía mis ojos hinchados y un reguero de sangre por mi cara.- Responde! ¿Quieres que meta mi largo pene dentro de ti?

   - Maldito violador de mierda. Solo déjame en paz, matame si es que tienes un ápice de piedad en esa mente retorcida.

   Hizo un gesto de negación con la cabeza y chistó en desacuerdo mientras se levantaba de la cama y tomaba la fusta de largas tiras del suelo.

   - Muy mal, Sophie, muy mal. Esa no era la respuesta que deberías haber dado. Te voy a enseñar cómo tienes que responder. Cómo tienes que hablarle a tu amo, a tu dueño. Y...- me interrumpió cuando iba a volver a abrir la boca para soltar una sarta de insultos hacia su persona.- Si te atreves a volver a insultarme solo me bastará una llamada y tu madre estará tirada bajo un puente a la de ya.- dijo con un chasquido de dedos.

   Ya podía sentir la ira recorriendo mis venas, sin embargo me contuve. Era mi madre de quién estaba hablando, mi rabia solo la arrastraría a ella a toda la mierda dónde me había metido yo, sin siquiera buscarlo.

   El hombre se detuvo y se acercó a mí con la navaja. La luz de las velas hizo brillar el filo de la navaja. Mi cuerpo temblaba, de angustia, de lo que vendría de ahora en adelante. Acercó la navaja hacia mí y la colocó en mi cuello. Solté un jadeo y tragué saliva sonoramente. Lentamente fue bajando la navaja hacia el centro de mis pechos y di un respingo al notar la frialdad del hierro. Recorrió con la punta mis pezones, dejando un escosor a medida que continuaba pasando la cuchilla por lo largo de mis senos, ya rojos e hinchados. Un hilillo de sangre corría por una de mis tetas hacia mis costillas. Solté un quejido queriendo retorcerme, pero él agarró mi cuerpo y lo tiró hacia delante, quedando en la llamada postura del bebé. Arrancó la cinta adhesiva de un solo golpe y me movió a su gana hasta tenerme boca arriba. Yo no me atrevía a contradecirle, temía por mi vida, por la integridad de mi madre. No podía permitir que saliera herida.

   Fue desenvolviendo la cinta y amordazando mis manos y mis piernas a los postes. Dejándome abierta y desnuda con el abdomen manchado de sangre por el corte que me había hecho en el seno.

   - Te ves deliciosa, tal y como estás, mi vulgar ramera. Así tan indefensa,  mediocre y débil. Te juro que te follaría ahora mismo, sino fuera porque tú, mi bella dama, me has insultado y a un señor como yo no se le insulta sin obtener su merecido castigo.- dijo todo mientras sonreía y se masturbaba el pene, de arriba hacia abajo, soltando leche por la ranura del glande. El semen blanco y cremoso ya recorría su mano, mientras con la otra sostenía la fusta.

   Dejando de masturbar su erquida verga, tomó un pedazo de cinta adhesiva y se subió encima de mí. Y sin poder evitarlo; aún con mi cara cargada de lágrimas, con mis súplicas y mis reclamos, tapó mis labios con la cinta.
  
   Aquella situación ya me tenía al borde de un colapso nervioso. Yo era tan joven, solo tenía 18 años. Mi vida había sido una total mierda desde siempre. Del chico del que creí haberme enamorado, solo me quería para fornicar. Un maldito cerdo que me enseñó todo lo que sabía. Gracias a que no fui tan estúpida de darle mi virginidad. Aunque de que me había servido. Mejor que me la quitaré un pobre diablo como lo era Spencer, que un asesino como el que había tenido dentro de mí, marcando mi cuerpo. Pensaba que iba a tener una vida buena y cargada de niños y felicidad. Todos mis sueños se fueron al demonio aquel día. Maldita fuera aquella chica que asesinaron. Malditos fueran todos. Maldito fuera Malcolm.

   Malcolm levantó su brazo y asestó el primer golpe. ¡¡Plaff!! El calor que recorrió mis muslos en ese momento fue cegador. Grité. Y aún no había soltado el aire dentro de mis pulmones cuando sentí el otro latigazo en mi muslo izquierdo. Y luego de ese, vino un tercero y un cuarto y un quinto. Cuando vine a perder la conciencia ya iba por el número veinticuatro.

   Una pequeña niña recorría la suave hierba del parque. Correteaba por toda la zona como si no hubiera un mañana. Su larga cabellera castaña le caía sobre el pomposo vestido que le había puesto su madre. Vestido ya sucio y con manchas de barro en las esquinas. Estaba tan entretenida jugueteando que no se dió cuenta que un jovencito aparecía ante ella y terminó chocando su cabecita contra el fuerte pecho del joven.
 
   - Vaya, vaya. ¿Qué hace una niña tan pequeña jugando sola? ¿Cómo te llamas?

   La niña miró hacia arriba y observó unos grandes y divertidos ojos azules, como si fueran safiros, que la miraban desde su altura. Era un joven muy guapo, sin embargo a la niña ese muchacho le dió mala espina y se giró para salir corriendo en dirección contrario. Pero algo la detuvo, el joven había agarrado su bracito y lo retorcía dolorosamente.

   - ¡Sophie! ¡Ven hacia acá!- gritó su madre desde el banco que quedaba cerca de la fuente. El muchacho dejó de apretarle el brazo, justo cuando la chiquilla se iba a poner a llorar. Giró sobre sus pies y se marchó, no sin antes mirar hacia atrás. Dibujando una grotesca y macabra sonrisa que la hizo correr a refugiarse en los brazos calurosos de su madre...

   Me desperté sobresaltadamente al sentir como me tiraban un balde de agua fría en el rostro. Grité y sacudí la cabeza y ví como el mundo me daba vueltas. Al alzar la vista al frente observé al motivo de mis desvelos. Al motivo de mis malestares y desgracias.

   Chistando con los labios y negando la cabeza se acercó a la cama y se posicionó sobre mis ensangrentados muslos que ardían por los latigazos esparcidos en ellos. Me quejé e intenté sacudírmelo de encima pero me fue imposible. Él pesaba demasiado y ya yo no tenía fuerzas de tanto gritar. Ya no estaba desnudo, se había puesto un pantalón y la tela  raspaba mis heridas abiertas y se enterraba en mi carne.

   - Todavía no he terminado contigo, Sophie. Aún debo terminar de infringirte un castigo. Quizás si no te hubieras desmayado, ahora ya podría estar fornicando contigo y chupándote tu sabrosa y codiciosa vagina. Pero bueno,- hizo un gesto mal disimulado de supuesto disgusto.
 
   >>Estamos muy lejos de terminar nuestro doloroso y placentero jueguito, mi bella dama...<<

  

  

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