Capítulo Cinco: Bella durmiente

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                      Malcolm.
  Se encontraba con la espalda adolorida del peso de la pequeña Sophie sobre sus hombros. El largo cabello de Sophie se había soltado de su coleta y quedaba suelto haciéndole cosquillas en la espalda baja.

Entró por la puerta trasera del edificio donde al entrar se encontraban una serie de pasillos angostos y puertas de roble a los lados

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Entró por la puerta trasera del edificio donde al entrar se encontraban una serie de pasillos angostos y puertas de roble a los lados.

Abrió los candados que cerraban la primera puerta a su izquierda y una escalera en forma de caracol le dió la bienvenida

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Abrió los candados que cerraban la primera puerta a su izquierda y una escalera en forma de caracol le dió la bienvenida. Las escaleras se dirigían hacia un sótano habilitado para todo tipo de sus necesidades. En realidad era como un mini apartamento lo que sin ventanas, con cocina, cuarto, baño y comedor, y una habitación esencial para violar o torturar a personas. Normalmente él nunca utilizaba esa habitación, era una de las habitaciones que le pertenecían de todas aquellas que habían pero nunca se hubiera imaginado que iba a secuestrar a alguien. Más concreto a una jovencita que no dejaba de hacer gruñidos y ronquidos mientras dormía balanceando su pelo y pegando su pecho a la espalda de Malcolm.

 Más concreto a una jovencita que no dejaba de hacer gruñidos y ronquidos mientras dormía balanceando su pelo y pegando su pecho a la espalda de Malcolm

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  Luego de bajar las escaleras con la ayuda de la luz de las velas incrustadas en la pared, llegó a otra puerta, esta diferente a la primera. Era de hierro maciso, totalmente impenetrable. Se sacó el fajo de llaves que tenía en el bolsillo de los jeans y abrió la puerta.
  Era un espacio amplio como si fuera una sala, con una pequeña televisión, un sofá y una mesa con sillas. Encendiendo la luz para observar con mayor claridad su siguiente paso, se dirigió a la sala de tortura, que se encontraba a la derecha de la habitación luego de pasar por un corto pasillo.
  Cuando se hubo encontrado dentro, dejó el peso muerto de Sophie en una cómoda cama de cuero y atrajo una silla hacia sí, y se sentó a esperar pacientemente a que la bella durmiente despertara.
   No pudo evitar tomarla en el momento en el que la había visto corriendo por los pasillos con dirección hacia una de las aulas. La muy maldita había ensuciado su taquilla, con sus libros y su sudadera favorita. Prácticamente estaba inservible y la furia que le recorrió en esos momentos por todo el cuerpo, casi lo había impulsado a matarla. Estrangular su pequeño cuello entre sus manos, escuchando sus jadeos, romper su tráquea viendo cómo se le ponían azules los labios y palidecía. Pero no, tenía planes, mucho más placenteros y duraderos que la simple satisfacción de arrancarle la vida. 
  Observó como Sophie se acomodaba en la cama, revolviéndose y abriendo las piernas como si fuera una invitación. Sintió un tirón en la parte baja de su cuerpo y meneo la cabeza. Se le podía ver la suave tela de sus bragas negras por debajo del shorts, y sus suaves muslos quedaron separados. La chica estaba durmiendo tan plácidamente, como si estuviera en el país de las maravillas y no en las garras de un enfermo mental, obsesionado con masacrar y corromper su cuerpo.
  Se recostó de la parte de atrás de la butaca y se tocó la bragueta. Se pasó la lengua por los labios, empapándolos en saliva, labios que pronto recorrerían los suaves recovecos del cuerpo de la joven Sophie. No podía casi ni contener la emoción, ya estaba impaciente por comenzar su entrenamiento. La iba a convertir en un ser que solo podría pensar en satisfacer a su hombre, a su dueño.
  Cuando terminara con ella, la chica solo podría pensar en que hacer para mantenerlo contento, complacido. Y que mayor placer que el que se obtiene de poder tener toda esa voluntad pisoteada, que incluso podría hasta morir por él.
  Siguió observando a la bella durmiente, esperando y esperando a que despertara. Su pene ya estaba palpitando de excitación y espectación. No se acordaba de la última vez que tuvo sexo, aunque probablemente más que sexo, seguro fue una masacre de carne y sangre por doquier. Le ponía tanto descuartizar la piel mientras follaba, beber sangre de algún cuello hasta que le recorriera la mandíbula, espesa y cálida.
   Se volvió a pasar la lengua por los labios y por los dientes. No por nada lo habían metido en uno de los hospitales con máxima seguridad que existía en Rusia, su lugar natal. Era un ser sanguinario, al que su mayor deseo era matar y su tortura tener que dejar de hacerlo. Ni siquiera recordaba a su madre o si tenía algún tipo de familia. Toda su vida había sido lo que era ahora, mutilar cuerpos para su placer.
  Se levantó de la butaca y recorrió un lado de la cama hacia el cabecero. Debía amarrar a la chica antes de que despertara, aunque no podría salir igualmente. Había cerrado con llave la puerta de hierro de la entrada y la de la habitación también. Colocó las tiras de cuero en sus menudas muñecas, colocándolas encima de su cabeza. Se subió a la cama y se recostó en el vientre de Sophie, a horcajadas. Apretó bien las tiras y luego pasó a los tobillos, esta vez separándolos y abriéndole las piernas lo más que pudo y amarró cada uno de los pies a los postes de la cama. Recorrió con los dedos sus largas y voluptuosas piernas, suaves y delicadas. Cuando llegó a la cara interna de sus muslos escuchó un gemido. Sonrió para sus adentros. Esta muchacha era una cajita de sorpresas. Incluso puede que hasta le gustara todo lo que le quería hacer a ella.
  Giró su cuerpo y se sentó encima de Sophie y la observó. Levantó su blusa rosa y el sujetador negro  que se amoldaba a sus pechos como una segunda piel, le hizo gemir. Se mordió el labio inferior y bajó la cabeza, besando los pequeños montículos que se formaban en la cumbre de sus senos. Pasó la lengua por los pezones por encima del ajustador y oyó otro jadeo. Una sonrisa retorcida adornó sus labios...
>>Mmm... La bella durmiente está despertando...<<

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