Capítulo Dos: Juegos

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Hora: 11:30am
No podía dejar de observar el reloj. Una y otra y otra vez, esperando que dieran las 12 para salir pitando por la puerta. Podía sentir su mirada penetrante, recorriendo todo mi cuerpo, como si pudiera ver mis entrañas, mi alma, de arriba a abajo. Estaba tan nerviosa que no estaba prestando atención a lo que la Profesora Rosa orientaba.
No obstante no dejaba de tener aquel impulso, el impulso de mirarle, el impulso de retarle con la mirada. Algo nuevo para mí porque no me consideraba nada valiente, y menos con un "asesino". Ni siquiera tenía pruebas de que él era el que me ha estado persiguiendo y acechando en el último año. Pero lo sentía, lo sentía en cada fibra de mi alma, en cada órgano y en la sangre que revoloteaba por mis venas.
Como si no tuviera suficiente miedo ya, no pude evitar girar mi cabeza, y observarlo. Estaba sentado en una de las últimas mesas individuales, en una postura rígida. Apretaba los nudillos al borde de la mesa, tan fuerte que se notaban más blancos de lo que ya eran. Sus labios estaban apretados formando una línea fija. Y sus ojos ¡Oohh sus malditos ojos! Estaban fijos en la ventana, como si estuviera en trance.
No pude evitar sentir curiosidad. No pude evitar pensar lo que ya sabía. "Él venía a por mí".
Como si hubiera escuchado mis pensamientos, bajó la mirada y la posó en mí. Un escalofrío me recorrió la nuca, erizándome el vello de los brazos. En sus ojos solo se traslucía lo que ya sabía. Frialdad. Pero ahora había algo más. Diversión. Desafío.
En sus labios apareció el atisbo de una sonrisa, muy breve, antes de romper el contacto visual y atender a la clase.
Cuando dieron las 12, fui la primera en levantarme de la silla, mas la última en salir. Al parecer no solo yo tenía prisa en salir de clase. Cuando hubieron salido todos, me dirigí a la puerta. Al salir pegué un salto al notar un cuerpo recostado de la puerta, tomó mi mano y entrelazó mis dedos con los suyos y entramos nuevamente en el aula.
Malcolm cerró la puerta, y se giró para observarme. Estaba a punto de echarse a reír, como un niño cuando le dan su primer juguete, como un loco.
- Hola, pequeña ratoncita.- Tragué saliva dolorosamente, se me había secado la boca. Tiré de mi mano para soltarla y salté hacia atrás chocando con una mesa.
- ¿Qué quieres de mí?- pregunté con voz chillona. Su rostro seguía impenetrable y pasivo. Cualquiera pensaría que él era pacífico, nada más alejado de la realidad.
- Acaso no lo sabes, linda.- Me miró con la cabeza ladeada y acercándose poco a poco a mí.- Solo es un juego. - A cada paso que daba yo me alejaba más, hasta chocar con el borde de la ventana.
- ¿No te gustaría jugar, linda?- dijo ya con su aliento en mi cara.- ¡Responde!- gritó.
- No, por favor, solo déjame en paz.- retrocedí aún más, ya ni siquiera quedaban centímetros entre nosotros. Se pegó aún más a mi cuerpo y su respiración se entrelazaba con la mía. Comenzó a pasar sus labios por mi mejilla, lentamente, dándome pequeños y suaves besos. No sabía porque temblaba tanto de repente , acaso era miedo o quizás ¿deseo? ¡No! ¡Imposible! Él no podría haber corrompido mi alma hasta el punto de desearlo. Era una idea inconsebible, no podría ser real. Pero me sorprendí soltando un jadeo, no un jadeo no, más bien un gemido...
- ¡Ohh, linda, te gusta! Eehh? Te gusta que te manosee como una vulgar ramera.
Paralizada por lo que aquel ser le hacía sentir a mi cuerpo, dejé que su dedo recorriera mi clavícula. Un dedo frío y estremecedor, pero suave al tacto. Pasó su dedo alrededor del bordillo de mi suéter, antes de presionarlo por mi piel y rozar un pezón.
En ese momento reaccioné, ¿Qué demonios me estaba haciendo aquel depredador?. Lo empujé con todas mis fuerzas, aunque solo conseguí moverlo unos pasos hacia atrás, sin embargo conseguí salir corriendo por los pasillos y dirigirme a la salida del colegio. Por fin había encontrado a aquel asesino, era mi deber ponerlo entre rejas, por lo que me dirigí a la estación de Policía que quedaba a unas cuadras de allí.
Sleepy Hallow era un pueblucjo pequeños donde los pocos rumores corrían como la pólvora y dondeno existía aquello llamado violencia o muerte. Cuando hube llegado a la entrada de la estación solté un suspiro. No me sentía preparada para lo que estaba a punto de ocurrir pero era lo correcto.
***
En lo oscuro de la noche caminé hacia mi casa, luego de vagar por las calles. Sentía que los ineptos policías no moverian un dedo para poner entre rejas a aquel asesino. Me miraron como si me hubieran salido dos cabezas y dijeron que harían lo posible por encontrarlo. Luego de haber investigado su expediente la Policía había encontrado que se trataba de un joven proveniente de Rusia al cual sus padres habían mandado a estudiar al extranjero. Raro pero al parecer cierto. No obstante dijeron que lo investigarían. ¡Qué coño! Ni siquiera me creían. Entre mis cavilaciones llegué a mi hogar.
Crucé la calle rápidamente en camino al porche. Mi casa estaba ubicada entre un almacén y otro hogar estilo cabaña.
Subí los escalones del portal y busqué la llave debajo de una maceta con flores. Mamá siempre la dejaba allí. Entré a la casa y me quité los zapatos intentando no dejar rastros de agua en el suelo.
Recorrí el pasillo derecho hacia las escaleras que daban al piso superior, se encontraba mi habitación,un baño, un ártico y una habitación de invitados. Entré a mi habitación y sólo me dejé caer en la cama.
Me permití pensar: quizás la distinguida Dra Martín se había equivocado en mi diagnóstico. Quizás no tenía estrés postraumático. De lo que si estaba segura es que esa noche, aquel 31 de octubre, me había cambiado y solo esperaba que al menos pudiera defenderme de todo lo que me esperaba. Aunque a quien pretendía engañar.
Este día solo era el principio del fin.

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