Capítulo 16

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Camila

Me desperte a oscuras; el corazón me latía con fuerza. Tardé un momento en
recobrar la compostura y recordar dónde estaba. Y en cuanto lo hice, recordé el
motivo por el cual mi corazón me latía desbocado y me entro el pánico.

La amaba.
Imposible pero cierto.
Maldita sea...
Me senté en la cama y me lleve las manos a la cabeza.
Esto no podía estar pasando. A mí no.

Y estaba claro que no podía ser por Lauren.

Lauren era una mujer inalcanzable. Ya debería saberlo. Lo sabía, de hecho, pero la noche anterior había estado demasiado aturdida como para hacer nada al respecto.
Para Lauren, esto no eran más que juegos y risas.

Un juego serio pero un juego al fin y
al cabo. Lauren había sido muy clara con ella desde el principio.

Y yo pensaba que
también lo había dejado todo claro. Nada de relaciones. No quería volver a abrir su
corazón. No arriesgaría más con sus emociones. Y ahora estas emociones habían
estallado, llegando de un modo mucho más profundo a mi corazón que antes.

¿Cómo creía que podría hacerlo —llegar a este tipo de extremos sexuales— sin
que su corazón se viera involucrado?
Era una insensata.
La quería.

Pronto Lauren sabría que le pasaba algo. Era muy perspicaz; eso explicaba por qué
era tan buena como dominante. No obstante, eso no la tranquilizaba nada ahora mismo.

Deja caer las manos en el regazo y mire a través de los ventanales la oscura noche
en la ciudad. De las calles provenía luz; era un débil resplandor ambarino y plateado
que iluminaba tenuemente las nubes que cubrían el cielo.
De repente me sinti sola,
como si caminara por esas calles mojadas y oscuras envueltas en la típica humedad de
Seattle.

Increíblemente sola. Y a pesar de todo me entraron ganas de marcharme. De
levantarme, vestirme y salir sin hacer ruido antes de que Lauren se despertara y se diera
cuenta de que le pasaba algo horrible.

Así era como me sentía. Como si estuviera… enferma.
Suelto el aire contenido, que no sabía que lo estaba haciendo y me abrazo a mis piernas.

—¿Camila?
Mierda.
La voz de Lauren estaba impregnada de sueño. No quería mirarla porque sabía que
todo habría terminado. Sentiría demasiado y pasarían dos cosas: o se lo contaba, cosa
que sería un desastre absoluto, o bien tendría que marcharme. Tendría que hacerlo;
marcharme y no volver nunca más.

Note una punzada en el pecho con solo pensarlo.
—Camila—repitió—. ¿Qué te pasa? ¿No puedes dormir?
—No —me limité a contestarle. No sabía qué más decir. No creía que su voz
permaneciera firme mucho tiempo más.
—Acércate —dijo Lauren, al tiempo que se sentaba y alargaba el brazo hacia mí.

Me tuve que  zafar del abrazo que me dio Lauren.
—¿Camila? —Oía la confusión en su voz—. ¿Qué pasa?
Sacudi la cabeza. Ya lo había fastidiado todo.

Acababa de meter la pata con Lauren
al enamorarme de ella.
Estaba enfadada conmigo misma y con ella, pero por motivos que no alcanzaba a comprender. En su interior todo era un caos y oscuridad.

—Vamos, cuéntamelo —insistió.
—¿Para que puedas hacer tu trabajo? —pregunté con un deje de amargura. No
podía evitarlo. No quería darme la vuelta y mirarla a los ojos, porque si veo esos ojos verdes esmeralda cedería.
—¿Qué? No. Yo… Dime qué está pasando.
—No lo sé. Es eso. Mierda. Quizá sí lo sé. Tal vez soy demasiado consciente de
que todo esto se basa en ti y en tu papel como dominante y en mi papel como la
pequeña sumisa.
—Nunca te he visto así, ya lo sabes. Bueno, pensaba que lo sabías.
—De acuerdo, quizá no. Pero tú sí te ves de ese modo. Y lo que necesito saber es
si… ¿Hay algo más allá de eso, Lauren?
Trage saliva. ¿De verdad acababa de preguntarle eso?

Lauren se quedó callada tanto rato que empecé a tener miedo. Quizá la había presionado
demasiado. Pero ¿qué iba a hacer? ¿Pedirme que se fuera? En parte, quería que lo
hiciera. Por otro lado, quería que me abrazara y me pidiera que me quedara con ella.
Para siempre.
«No seas imbécil.»
Me dolía la barriga y notaba punzadas en el corazón.

—Joder, Camila.

Ya estaba. Aparte las sábanas e hice el amago de levantarme pero ella me cogió el brazo y me obligó a mirarla.

—¿Adónde vas? ¿Qué está pasando aquí?
Entonces me embargó la rabia en una furiosa oleada. En realidad era una mezcla de
ira, miedo y sentimiento de pérdida.
No podía hacerlo.

—Me marcho, Lauren.
Incluso en la penumbra reparó en cómo le cambió la cara al soltarme. Sacudió la
cabeza.

—No te retendré aquí contra tu voluntad. Me dijo en un tono regular y cuidadoso.
—Claro que no, porque la famosa lauren Jauregui no haría nada que infringiera
el credo de seguridad consensuado. ¿Pero tampoco harías nada que dejara entrar a
nadie, verdad?

Lauren me quedó mirando; la sorpresa era patente en su rostro. Yo también estaba
sorprendida. Entonces Lauren frunció el ceño y me dijo en una voz tan baja que apenas le
oía:
—No.

Hice un gesto con la cabeza.
—¿Qué significa eso?
—Significa que tienes razón. —Hizo una pausa y se pasó una mano por el pelo—.
Y es… Nunca me había dado cuenta de que… es un fallo que tengo. Lo considero
algo necesario. Sigo pensando que es así en gran parte. Tal vez. Mierda, ya no lo sé,
Camila.

No podía evitar enternecerme un poco al captar ese tono despectivo hacia sí
misma; la confusión sincera en su voz.
—No sé qué me pasa —reconoció—, pero tiene que ver contigo. Y no me gusta;
eso sí que te lo diré. No lo entiendo. Esta noche, al llegar aquí… me ha pasado algo.
—Calló y sacudió la cabeza—. Era distinto. Nuevo. No sé si quiero pensar mucho en
eso. A la hora de acostarnos decidí que era mejor que no. Pero si la alternativa es que
te marches de aquí ahora mismo, entonces pensaré en ello. Haré todo lo que pueda
para averiguarlo.

—Lauren… Lo siento.
—¿El qué?
—Ser tan cabrona con esto cuando yo me siento del mismo modo. Hay algo que
está cambiando en mí y me asusta. Por eso quería marcharme.

Los límites del deseo Camren G!pWhere stories live. Discover now