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Harry bebió un sorbo largo del vaso de cristal de agua, con el par de cubos de hielo tintineando contra el material.

El escritorio de madera estaba llenó de papeles, su computador encendido con al bandeja de mensajes llegar una y otra notificación sin descanso, y la pestaña de archivos abiertos por toda la pantalla.

Muchos podrían decirte que tener tu propia empresa y ser tu propio jefe sería increíble. Un logro único. No dudaba de ello, el problema es que la responsabilidad era diferente Harry vivía todo el tiempo trabajando, desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde envuelto en un arduo trabajo. Cientos de conferencias, mañanas de e-mails y tardes de número y números.

Amaba lo que hacía, pero no era un alfa sin corazón y robótico que solo trabajaba sin descanso.

Revisó la pantalla táctil de su reloj, deslumbrando apenas la una con veinte minutos. Quedaba solo un par de horas más para salir corriendo de esa fría oficina y encontrarse con los delgados brazos de su omega hermoso. Eso era lo único que lo alentaba a terminar antes.

Su estómago rugió, haciéndolo sentir vacío.

Había tenido una mañana un poco alocada y ajetreada.

Despertó más temprano de lo normal, preparando un par de panqueques y cortar algunas de las frutas favoritas de su omega para que pudiera comer al despertar y sirvió un termo con té de manzanilla para beber camino al trabajo.

Al rededor de cuatro conferencias con diversos socios que le habían detenido conseguir algo para llenar su estómago y pasaba del medio día.

El sonido del teléfono alambrico negro de su escritorio lo sacó de su conmoción.

—¿Diga?

—Señor Styles. Tiene una visita esperándolo. ¿Puedo pasarlo con usted?

La voz aguda y diplomática de Rose, la mujer beta que ocupabas el puesto de su asistente sonó por los parlantes del dispositivo.

¿Visitas? El recordaba haber concluido con todas las personas que tenía que ver ese día.

—Adelante.

Fue lo único que respondió. Siempre tajante y directo, sin rodeos. La verdad, aunque cierta curiosidad carcomía por saber que visita había olvidado.

Alzó su vista de los papeles de su escritorio cuando la puerta de la oficina de abrió, y su corazón dio un brincó cuando el olor dulce entro como torbellino.

Louis era como una florecita azul entre montones de hierbas altas. Destacando por si solo.

De pie bajo el umbral de la puerta, con una sonrisa coqueta y mejillas sonrojadas. Vestía un pantalón holgado de mezclilla y un suéter tejidos grande de color amarillo suave. El cabello peinando hacía un lado, ligeramente desordenado por el probable viento del exterior y los besos de estrellas en todo su rostro, con la pintura más especial y central del par de luceros de diamantes por ojos.

Un querubín.

—¡Omega! —Harry se apresuró a decir, poniéndose de pie inmediatamente, dejando de importarle el par de papeles que yacían frente a él, sus manos ansiosas por sentir a su omega.

Louis le sonrió, amplio. Corriendo a pasos cortitos a los brazos de su alfa. Se acercó, poniéndose de puntillas para besar los labios del alfa. Harry tarareo feliz, envolviéndolo en sus brazos, siempre con cuidado de su barriguita.

Louis ronroneó feliz sobre el pecho del alfa, deleitándose por el aroma.

—¿Qué haces aquí, Lou? —le preguntó un poco más serios y claro cuando se separó un poco del omega. Se supondría que su omega debería estar en casa, calientito en la cama que compartían, descansando como lo merecía.

Louis rodó los ojos, moliendo su labio inferior. La naricita roja por el frío.

—Te extrañábamos mucho, alfa —explicó con ese tono meloso tan suyo y el puchero arrastrando sus labios. Louis había comenzado a referirse todo el tiempo a él y al bebé de su barriga y eso ponía feliz a Harry y su alfa.

Harry negó con la cabeza, riendo por la nariz, con sus manos sobre la cintura del omega. Había declarado ese lugar como suyo, realmente no había lugar de Louis que no fuera suyo.

—Cerecita, hace frío afuera. ¿Qué tal si te hubiera ocurrido algo?

Louis negó rapido, con los ojos cielo abiertos.

—Nunca. Se cuidarme, alfa —musitó bajito, con su entrecejo fruncido.

Harry lo sabía. Louis podía ser pequeño y delicado, como una nubecita, pero era fuerte e independiente. Podía defenderse por si mismo sin problema, pero aun así, ese lado posesivo y fuerte de Harry lo tenía al borde del abismo.

—Lo sé, bonito, pero debiste llamarme. Sabes que haría cualquier cosa que me pidieras —pronunció seguro y serio, presionando sus manos sobre la piel del omega. El olor a lavanda era un poquito amargo.

Louis asintió, con los ojos vidrosos y el puchero de sus labios. Estaba tan sensible y hormonal. Solo quería sorprender a su alfa, no quería preocuparlo.

—Lo siento, alfa —murmuró con un sopló tembloroso, agachando su cabeza. Sumiso y dócil.

Él era todo de Harry.

Tomó el mentón del menor, alzando de él con delicadeza, pero firme. Esos ojos azules con pedazos de cielo se conectaron con el par de esmeraldas verdosas. Harry sintió que todo el estrés que su cuerpo albergaba era destruído y construido en una manta de paz y amor al tener a su compañero cerca.

Beso los labios de Louis, suave y sin prisas. El sabor a menta y fresa del bálsamo labial, así como los sonidos que eran solo para él desde los ronroneos y tarareos de Louis.

—Te amo. ¿Lo sabías? —modulo sobre los labios del castaño, sintiendo la sonrisa de él. Harry alargó una sonrisa de hoyuelos, esos que Louis amaba, antes de picotear un par de besos más, solo porque quería y podía.

—¿Eso significa que podemos quedarnos, alfa? —cuestionó alegre el omega, con ojos brillantes como estrellas y labios llenitos y felices.

Harry no contuvo la carcajada, echando la cabeza hacia atrás y presionando sus manos sobre la cintura del omega.

Ese omega caprichoso siempre se salía con la suya.

—Me encantaría tenerlos conmigo. Pensaba ordenar algo de comer, ¿qué les parece?

Louis extendió su mano sobre su mentón, en un gesto de pensamiento. Harry lo espero paciente con una sonrisa burlona en su boca, sabiendo la respuesta.

—¡Sí! Tenemos hambre —se quejó con un puchero y sus manos sobre su vientre, frotándolo.

Harry terminó tomando el almuerzo con su bonito omega sentando sobre su regazo, entre bocados que recibía por las manos de Louis y besitos que se colaban de más.

También su omega fue un increíble apoyo en la organización de próximos proyectos, haciendo a Harry sentirse un poco menos agobiado.

Su pedacito de cielo siempre sabía cómo hacer que todo fuera más sencillo.

little piece of sky ↳ larry.Onde histórias criam vida. Descubra agora