electricidad

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Flavio y Samantha salieron de los juzgados a las doce y doce la mañana. El juez les había dado la razón, Marc tenía que pagarles una suma de dinero por los daños causados. Pero no todo era bueno, no podían obtener una orden de alejamiento ya que no podrían probar que era un peligro para la chica. Las amenazas de las fotos no eran una prueba suficiente, ya que no existían tales fotos y ya había pasado bastante tiempo de aquello. Solo les quedaba confiar que Marc no les volviese a molestar, aunque algo les decía que después de aquel juicio, su rabia aumentaría y no iba a quedar de brazos cruzados.

A la una y treinta Samantha estaba esperando en una oficina de colores pasteles llena de girasoles por todos lados, mientras Flavio esperaba en una cafería alrededor. La editorial la había citado a la una, pero por el juicio había llegado un poco tarde. Para su suerte no se lo tuvieron en cuenta, ya que era un tema de fuerza mayor.

Estaba nerviosa, claro que lo estaba, desde aquel correo no había podido conciliar el sueño como le gustaría. En aquel correo le habían propuesto tener su propia columna de poemas en una revista, no publicarle un libro, eso era demasiado. Parte de ella esperaba algo de eso, lo deseaba, aunque una columna en una revista estaba bien, iban a pagarle por ello, pero... ¿Cuánta gente la leería? No aceptar no era una opción porque tampoco tenía ningún plan B, pero tampoco era lo que prefería hacer. Esa reunión era para firmar contrato en caso de que le interesara, Flavio le decía que aceptara, solo era el principio de todo lo que se venía, y tenía razón, no podía pretender empezar por arriba, aunque ella llevase escribiendo la mitad de su vida.

— ¿Samantha Gilabert? – escuchó decir a una chica de estatura media con pelo negro y corto. La chica le sonrió y se sentó en la silla que estaba justo en frente de ella. – Soy María, perdón por hacerte esperar.

— Perdona a mí, he llegado tarde a la hora acordada, pero se me hizo imposible llegar antes – se disculpó tratando que no se le notara lo nerviosa que estaba.

— No te preocupes, sé como funciona los temas legales, ¿todo fue bien? – Por supuesto que tuvo que informar donde iba, ya que iba a llegar tarde a la firma de un contrato.

— Sí, no todo lo bien que podría haber ido, pero bien – suspiró resignada a la sentencia del juez. Marc podría molestarla cuando quisiera porque no había nada que se lo impidiera, ojalá tuviese certeza de que eso no iba a suceder.

— Siempre se puede estar mejor – dijo mientras sacaba una carpeta roja de un cajón. – Bueno, ¿has pensado en la propuesta de la revista? Te voy a ser sincera, Samantha. Si yo fuera tú no aceptaría, creo que tienes el talento suficiente para estar en una simple revista de nuestra editorial, pero en este momento no podemos ofrecerte otra cosa, aún así no queremos prescindir de ti. Creemos que con una buena base de marketing en redes sociales vas a crecer rápidamente. La idea es que la gente te conozca y quiera leerte más. Es ahí cuando te propondríamos la posibilidad de publicar un poemario, pero para empezar necesitamos que la gente de fuera te conozca antes, necesitamos asegurarnos que te van a comprar el libro. Estas cosas funcionan así y es nuestra filosofía para tratar de conseguir la máxima rentabilidad posible, para nosotros y para ti. Creemos que tienes mucho talento, pero el talento no lo es todo, la gente tiene que conocerte para que te compren lo que escribes, si no te conocen, no te van a comprar nada y no nos vale la imagen que ya tienes. Queremos que la gente conozca a la Samantha que escribe y una vez que eso suceda, vendrá todo lo demás. No sé cuanto tiempo va a tardar, es todo un proceso, por eso en mi opinión personal, como persona no aceptaría y buscaría otra oportunidad, pero como directora de esta editorial te pido que nos des una oportunidad a nosotras, creemos que con tu talento todo será muy fácil, pero no podemos prometerte nada.

Samantha trató de analizar toda la información que la chica le acaba de decir, no era un problema para ella ser conocida, había pasado años de su vida asegurándose de que la gente la conocía, sea cual fuese la manera. Estaba cansada de ser la chica popular que todo el mundo conocía, pero esta vez sería distinto, ahora tenía que ser popular haciendo lo que le gustaba hacer, escribir.

Que electricidadWhere stories live. Discover now