cuando tú quieras

1.9K 147 16
                                    

El verano ya había llegado y con él las vacaciones. Samantha y Flavio ya se habían separado. Por supuesto ninguno comentó nada acerca del estado de su no-relación, consideraban que no tenían nada que hablar, aunque muy en el fondo sabían que deberían de haberlo hecho.

La primera en marcharse de Madrid fue Samantha, quien, a pesar de echar mucho de menos su pueblo, no quería volver. No solo por Flavio, pequeño detalle que ella no iba admitir, sino por sus amigas, aunque la mayoría estarían fuera de la ciudad durante los meses de verano.

La noche de antes la pasó con él, quiso despedirse de alguna forma sin llegar a hacerlo, de hecho, se despidieron como si se fuesen a ver al día siguiente y dejaron todo tal y como estaba. Para ellos era mucho más fácil de esta manera que tener que enfrentar la realidad. Quizás si hablaran las cosas todo acabaría mal, diferencia de intereses, así como diferentes puntos, por eso preferían dejar las cosas así y ya si eso verían que pasaría a lo largo del verano y a la vuelta.

Samantha no pudo evitar imaginarse que él en verano encontraría uno de estos amores de verano, se olvidaría de ella y a la vuelta ni siquiera la llamaría, y en caso de que lo hiciese, la relación no sería la misma porque ya tendría a alguien más, alguien que le de una estabilidad que ella no. Era consciente que no podía retenerlo siempre, era injusto para él y por supuesto no podía pretender que las cosas siguiesen tal cual las dejaron, ya que cada uno tenía su vida.

Se había propuesto un verano sin hombres, iba a divertirse con sus amigos del pueblo y su familia, sin necesidad de estar con nadie. Consideraba que el año había sido ya demasiado intenso en ese tema como para seguir agregando más intensidad, aunque solo fuese para una noche... No le apetecía ese jugar a ese juego con desconocidos, ya no.

Los primeros días en su casa se sentía extraña, echaba de menos su casa de Madrid, compartir espacio con Maialen, ver a sus amigas... Ver a Flavio. Estar en su casa de siempre le gustaba, echaba de menos a su familia y amigos, pero eso no quitaba que le gustara estar en Madrid, eso hacía que su idea de irse de la ciudad cambiara según su estado de ánimo.

Las cosas en casa iban bien, ya había visto a la mayoría de sus amigos del pueblo, había visitado a sus familiares, había dormido todo lo que tenía que dormir y comer comida de su abuela y su madre. Parecía como que ya había hecho todo lo que tenía que hacer ahí y ya estaba lista para volver, pero claro, ¿qué hacía ella sola en Madrid los meses de verano? Nada.

Su relación con sus padres era buena, bastante buena, pero estos siempre la habían presionado un poco acerca de los estudios y de centrar la cabeza. Para ellos una buena carrera era lo principal, luego podía hacer lo que quisiera, siempre y cuando encontrase un buen trabajo que le hiciera tener una buena calidad de vida. Samantha les había comentado alguna vez su deseo de escribir, pero estos le dijeron que había muchos escritores y que eso no era un trabajo que pudiese darle dinero a corto plazo.

"Samantha, primero estudia, luego haz lo que quieras"

Quizás eso era lo que hizo que no quisiera decirle a nadie lo mucho que le gustaba escribir, lo que hizo que dejara de confiar en ella y en lo que hacía. Quizás tenían razón, escribir no iba a darle de comer por mucho que le gustase, porque que algo te guste no es sinónimo de ser buena en eso. Por eso prefirió guardar esa parte de ella y no enseñar a nadie lo que escribía, no quería que le dijeran que era malo o bueno... Si era malo se le quitarían las ganas de seguir soltando todo lo que sentía, pero si era bueno, se ilusionaría y eso no era bueno, ya que, siendo consciente no conseguiría nada, era difícil.

Después de dos semanas adaptándose de nuevo a su pueblo y al tiempo libre, podía decirse que lo había conseguido, estaba bastante relajada y feliz por las personas que la rodeaban. En esas dos semanas no había dejado de hablar con Flavio ni un solo día, las videollamadas seguían siendo costumbre y los mensajes contándole cualquier cosa. Se pasaban las noches hablando de tonterías, de ellos, casi que se les había olvidado eso de "no conocerse" porque a estar alturas sabían más del otro que ellos mismo.

Que electricidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora