Quién lo iba a decir

1.7K 115 7
                                    

Samantha se despertó y se encontró al chico aún dormido en su pecho, más concretamente en su cuello. Eran las cinco y cuarto de la tarde, se habían echado una pequeña siesta de veinte minutos, pero se les fue de las manos. Había sido una mañana ajetreada, finalmente le habían dado la matrícula de honor a Flavio que tanto ansiaba, después de haber tenido que esperar unas horas en un evento organizado por el conservatorio. Por supuesto que la rubia no dudó en acompañarle en ese momento, no solo porque no podía ir nadie más, sino porque era él, y las muestras de apoyo entre ellos eran cada vez más notorias. Eso era lo que estaba haciendo que su relación fuese a más, a pesar de no haber hablado nada concreto.

La rubia comenzó a acariciar el pelo del chico mientras sentía su respiración tranquila encima de ella, era un momento de paz para ambos. Todo estaba en silencio, ya que Maialen estaba haciendo la mudanza para irse a vivir con Bruno, así que tenían la casa para ellos solos. Se preguntaba que iba hacer ahora que viviría sola, ¿cómo iba a pagar el alquiler? Tenía ahorros, pero era demasiado para ella sola. Volver al trabajo no era una opción, pero tampoco sabía muy bien que hacer. No obstante, tenía para pensar un par de meses, iba a seguir apostando por sus poemas y confiaba que los mismos le dieran algo de dinero, el suficiente para vivir, pero sabía que no era fácil. La editorial aún no había contestado a los poemas que le habían pedido, temía que se hubiesen arrepentido, ya habían pasado un par de semanas y nada. Pero Samantha prefirió mantenerse optimista frente aquella situación, en vez de bajar los brazos.

Esas ultimas semanas todo había sido un caos, habían puesto la denuncia contra Marc. Para mala suerte de ellos no pudieron hacer de mucho, solo guardaron sus datos y les dijeron que se celebraría una especie de juicio para dictar la sentencia que le correspondiera al susodicho. Flavio no estaba del todo seguro si quería llegar tan lejos, tan solo quería que dejara de molestar a su chica y por consecuencia a él. Sabía que eso era lo acertado, por la seguridad de la rubia, más que la de él. Por otro lado, Samantha no veía la hora de que el juicio llegase, había buscado una buena abogada que la ayudaría a conseguir una buena sentencia, necesitaba que Marc dejara de molestarla, a ella y a Flavio. Creía que con la paliza al chico y las amenazas tendrían suficiente, pero nunca se sabía lo que pueden dictar.

En cuanto a su relación, aún no habían hablado, ambos evitaban la conversación. Se acomodaban a estar como estaban, aunque eso implicara no besarse y no tocarse como les gustaría, aunque a veces sí que lo hacían. Dormían juntos y pasaban la mayor parte del tiempo con el otro. Se podía decir que pasaron de odiarse a ser amigos enamorados. Quizás estaban tanteando su relación, fortaleciéndola de alguna forma, ninguno quería ir a las carreras. Iban despacio, ya habían corrido demasiado en algunas cosas, ahora les tocaba conocerse más, crear un nuevo vínculo. Aunque a estas alturas ambos sabían que estaban enamorados y no lo ocultaban, salvo que no lo decían en el contexto que les llevara a tener una relación seria.

El chico abrió los ojos y fue consciente de donde estaba, en el cuello de Samantha y casi encima de ella. Se sintió tan bien en ese momento que fingió estar dormido por unos minutos mientras sentía los dedos de ella acariciar su pelo negro.

– Fla, estás despierto, ¿verdad? – preguntó la rubia al sentir el cambio de respiración del chico.

– Mmmm – se quejó y se separó de ella. - ¿Cómo lo has sabido?

– Porque he notado como tu respiración cambiaba, es diferente a cuando duermes – la chica sonrió y le acercó las gafas al chico. – Estás muy guapo cuando te despiertas.

– Siempre me dices lo mismo, no creo que sea para tanto.

– Para mí si lo es – la chica se incorporó y arreglándose el moño que hasta entonces estaba despeinado. – Nunca he mentido.

– Yo tampoco lo he hecho cuando digo que eres la persona más perfecta de este planeta – aseguró y se acercó a ella dejando un suave beso en su mejilla.

– No soy perfecta, Flavio, tengo un millón de defectos y tú mejor que nadie lo sabes, no hace falta que te los recuerdes.

– Probablemente tengas razón, pero incluso esas cosas te hacen perfecta. Samantha no sería Samantha sin su mal humor por las mañanas o sin sus enfados que duran cinco minutos, sin sus lágrimas porque ha visto algo que la ha emocionado o porque se le ha caído el pan al suelo. Samantha no sería Samantha sin sus bromas sin sentido, sin su risa, sin su impuntualidad. Todas y cada una de esas cosas te hacen ser tú y esa persona me gusta, más que eso, ya lo sabes. Y podría enumerar muchas cosas más, pero creo que tu estómago acaba de rugir y es hora de merendar.

– Nooo, pero yo quiero seguir escuchándote, no tengo tanta hambre – mintió solo porque quería seguir escuchando lo que el chico tenía para decir de ella.

– Alguien se ha despertado con el ego por las nubes y quiere escuchar como hablan de ella – bromeó.

– Estúpido – le tiró un cojín fingiendo estar ofendida y se levantó de la cama. – Pues me voy a ir de aquí, a merendar sola.

– ¿No me dejas ir contigo? – la chica negó con la cabeza. – Yo también tengo hambre.

La chica se encogió de hombros y se fue hacía la cocina, dejándolo tirado en la cama, el chico esbozó una sonrisa y se levantó tras ella. La abrazó por detrás apoyando su mentón en el hombro de ella, pillándola totalmente desprevenida, simplemente le salió aquello sin pensar en la situación en la que estaba. La chica sonrió al sentirlo, pero no pudo decir nada, le gustaba aquella sensación de tenerlo así y no fue hasta ese instante cuando se dio cuenta de lo mucho que lo echaba de menos en ese sentido.

La rubia se dio la vuelta y rodeó su cuello con sus brazos, juntó sus labios y lo miró haciendo movimientos divertidos con la cabeza. No quería que aquello se convirtiera en un momento intimo, no lo era, pero sin querer habían creado aquella sensación. Flavio colocó sus manos en su espalda y mantuvo su mirada fija en sus ojos. Vio sus pupilas tan dilatadas que juró que el azul de sus ojos se oscureció por aquel motivo. No era la luz, era el hecho de mirarlo.

— ¿No tenías hambre? – inquirió el chico jugando con un mechón de su pelo.

— Un poco, pero me estaba preguntando si querrías hacer tortitas o algo así elaborado.

— ¿Tienes los ingredientes para las tortitas?

La chica puso cara de pensativa y bufó enfadada con su yo del pasado que no fue a la tienda para comprar cosas que necesitaba.

— No pasa nada, puedo hacer otra cosa, ¿qué tienes? – el chico se separó de ella y fue a la nevera a ver si encontraba algo.

— Poca cosa, tengo que ir a comprar, pero no he tenido ganas, la verdad... he estado un poco ocupada trabajando en mi trabajo no remunerado.

— En cuanto a eso, ¿cómo lo llevas? – la chica había estado escribiendo todo lo que se le pasaba por la cabeza. Escribía sobre lo que sentía por él, sobre lo que sintió todo el tiempo que había estado fingiendo quien no era, sobre lo perdida que se sentía. Escribía y escribía para ver si un día lograba sacar algún tipo de rentabilidad a todo lo que hacía o tendría que resignarse a dejarlo como una simple afición terapéutica.

— Pues, no sé... aún no he conseguido nada. He escrito a otras editoriales, pero no he recibido respuesta, estoy empezando a pensar que no es lo mío, aunque intento mantenerme optimista. He querido esto toda mi vida, no puedo rendirme tan fácil, pero es frustrante ver como no consigo resultados.

— Yo estoy seguro de que tu momento va a llegar, si no es ahora, es dentro de un tiempo, pero va a llegar. Tienes mucho talento, serían muy tontos si no te dieran una oportunidad.

— No sé, quiero pensar que será así, pero bueno, yo que sé, dejemos de hablar de eso y hazme la merienda.

— Vaaaaaale, señorita, ¿quiere usted una tostada con aguacate y queso? No tienes mucha variedad, pero eso está rico.

— Me gusta lo que escucho.

— Le voy a poner mi toque secreto.

— Flavio, todo el mundo sabe que tu toque secreto es ponerle orégano a todo – soltó entre risas.

— Bueno, déjame, mucha gente no lo sabe.

— ¿A cuánta gente le preparas tú comida? – fingió estar celosa cruzándose de brazos lanzándole una mirada curiosa.

— A mi familia, a Dani de vez en cuando, a Laura cuando Dani la trae... A ti... Pero tengo que decirte que solo tú sabes que le pongo orégano a casi todo, el resto no presta mucha atención.

— No saben saborear la alta cocina.

El chico preparó dos tostadas de aguacate con queso para los dos y se sentaron en el sofá para disfrutar de aquel manjar que había preparado. La chica exageró los halagos diciéndole que era la mejor tostada que había probado jamás, era verdad que estaba buena, pero a ella le gustaba exagerar todo para provocar un tono rojizo en sus mejillas.

— Que tonta ere' – dijo después de haber escuchado unas treinta y ocho veces lo buen cocinero que era.

— Pero es la verdad, yo no miento, yo siempre digo la verdad.

— ¿Siempre?

— Sí, siempre, ¿dudas de mí? Que feo me parece lo que estás insinuando – se limpió la boca después de haber dado el ultimo bocado y cruzó los brazos fingiendo estar enfadada.

— No te enfade', yo no dudo de ti – dejó la mitad de su tostada en el plato y la miró. – Yo confío en ti, Samantha, más de lo que tú te imaginas.

— ¿Confías en mí? – no era una pregunta, era más bien una afirmación.

— Sí.

— Yo también confío en ti, mucho, – confesó la rubia, – más que en mí misma quizás y eso no es bueno. Confío en ti porque me das seguridad, eres quien me paras cuando voy a hacer alguna locura, el que me anima a hacer aquello que no me atrevo a hacer.

— ¿Te estás poniendo sensible? – bromeó y antes que ella pudiese responder le dio un beso en la mejilla – Me gusta saber que confías en mí al igual que yo en ti. Quién lo iba a decir.

— Ya, la vida da muchas vueltas... Un día odias a alguien y al otro se convierte en tu persona de confianza. Un día odias a alguien y al otro te enamoras de esa persona. A veces siento que mi vida es una película, pero luego pienso que si lo fuera todo sería mucho más fácil y han pasado muchas cosas.

Le acababa de decir que estaba enamorada de él, tan natural que no le dio tiempo a ser consciente de lo que había dicho, pero no pasó indiferente para el chico.

— Yo también me he enamorado de la persona que detestaba y todo eso me ha llevado a darme cuenta de que la persona a la que odiaba no era real, porque la que conocí era otra persona complemente distinta, esa sí era la real y te lo digo ahora, aunque ya lo sabes. Quizás he esperado demasiado tiempo para decírtelo, pero no habrá nunca un buen momento, ni quiero hacer algo extraordinario para hacerlo, ha surgido decirlo así, y así te lo digo. Estoy enamorado de ti, Samantha Gilabert, desde aquellos días que pasábamos la tarde juntos en tu habitación, desde el día que me di cuenta que quería saber más de ti y yo no era consciente de hasta que punto quería saberlo y por qué. Me cerré tanto, me saboteé a mí mismo y me negué a sentir, pero eso es imposible, no puedo parar lo que siento, nunca pude y no puedo ahora, tampoco quiero hacerlo porque me haces sentir muy bien. Lo supe cuando te miraba a los ojos y te entregabas a mí, cuando el sexo dejó de ser sexo y se convirtió en algo más. Pasé tanto tiempo negándolo, con miedo a que todo saliese mal, no por ti, sino por mí... Me había convencido a mí mismo que no iba a enamorarme de ti, que solo era lo que era y ya está y por un tiempo lo creí posible. Creí y quería que fuese así, no tenía intención que todo fuese algo más, pero pasó y cuando me di cuenta de que había algo más y no solo de mi parte, sino de la tuya, hui... Me fui aquel día de tu pueblo porque no podíamos seguir haciéndonos lo que nos estábamos haciendo y entonces te extrañé y fueron los peores días en mucho tiempo. Ni yo mismo me entendía, no era capaz de aceptar lo que sentía, de verlo... pero sentía tan fuertemente que dolía. Y entonces te volví a ver y viniste y no supe manejar ese momento. Te juro que lo hubiera dejado todo por ti en ese momento, pero no estaba preparado para aceptar lo que sentía. Qué difícil hacemos las cosas, con lo fácil que parece todo, pero no ha sido nada fácil para mí y sé que para ti tampoco y la verdad, si te soy sincero, ha merecido la pena cada momento vivido contigo, incluso los que no estabas porque así he podido conocerte y darme cuenta de lo mucho que te necesito en mi vida. Estoy enamorado de ti como nunca lo estuve de nadie y lo creí estar una vez, y quizás lo estaba, pero no de esta forma. Lo que tú me haces sentir cuando me miras, cuando me tocas, no lo ha conseguido nadie. Pensar que te odiaba..., quizás tuvimos que odiarnos primero para aprender a valorarnos, para encontrarnos. Quiero estar contigo en todos los sentidos, quiero ser tu amigo, tu compañero, tu todo. Quiero ser lo que tú me dejes ser porque escúchame bien, Samantha, te quiero y quiero que lo tengas claro porque lo digo totalmente en serio y lo repetiré todas las veces que haga falta porque ahora no tengo miedo a decirlo.

Cuando Flavio terminó con su discurso improvisado, se dio cuenta que la chica estaba llorando, pasó su pulgar por su rostro y secó sus lágrimas. No lloraba de tristeza, sino de emoción al escuchar esas palabras. No se esperaba para nada que esa conversación que tanto se debían iba a ser en su sofá, después de haber merendado. Se dio cuenta en ese momento que nunca existía el mejor momento para nada, las cosas había que hacerlas cuando surgían y ya está.

— ¿Qué se supone que tengo decir después de todo lo que has dicho? Me has dejado sin palabras, pero aún así quiero responderte, no porque me sienta en la obligación de hacerlo, sino porque llevo queriendo decirlo desde hace semanas y no he podido. Ojalá ser más valiente para hacer las cosas, me paso demasiado tiempo pensando en las consecuencias, me adelanto a ellas y no hago nada, pero de todas las cosas que hice sin pensar, sin duda fue acercarme a ti. Te odié y te odié tanto que me daban ganas de escupirte a la cara cada vez que te veía y ya sé que es cero romántico, pero así lo sentía en ese momento. Es necesario remarcarlo para resaltar como me siento ahora y lo fuerte que me parece que todo sea así. Me acerqué a ti porque me atraías físicamente, no te lo voy a negar, eras como un saco de boxeo donde descargar toda mi rabia...Entonces me di cuenta que estar contigo me hacía olvidarme de todo y no era el acto en sí como yo pensaba, eras tú, todo este tiempo has sido tú. Te odié tanto que ya ni recuerdo por qué, no tenía un motivo, simplemente no te conocía porque la persona que yo odiaba no es la misma de la que estoy enamorada, porque sí, Flavio Augusto Fernández, yo también estoy enamorada de ti de la manera más sana y sincera que te puedas imaginar. Yo también tenía miedo, tanto miedo que no quería abrirme a ti y sin querer siempre lo hacía, supongo que me dabas esa confianza sin darme cuenta... Todo ha pasado sin darme cuenta, sin darnos cuenta y mira como estamos ahora. Estoy enamorada de ti desde que me di cuenta de que te preocupabas por mí sin esperar nada a cambio, sin tener porque hacerlo, genuinamente... Claro, ahí no lo sabía, pero echando la vista atrás, creo que ya lo estaba y el estar contigo día sí y día también, jugando a ser una pareja que no éramos y asegurándoles a todo el mundo que lo nuestro no era nada. Todo eso solo hizo que me sintiera más conectada a ti, sobretodo los días que estuviste en mi pueblo, tan integrado en mi familia, con mis amigos de siempre, ahí supe que estaba completamente perdida, me había enamorado y no podía escapar por mucho que quisiera. Y te lo hubiera pedido todo esos días, pero no fui capaz, no era lo suficientemente valiente para decírmelo a mí misma como para decírtelo a ti. Luego te fuiste y necesité mi tiempo para pensar en mí, para cuidarme, para encontrarme, para darme cuenta de lo que sentía y fue ahí cuando me di cuenta de todo y juré que te lo iba a decir en cuanto te viese, por eso me acerqué a ti ese día en el bar. Te lo iba a decir, quería pedirte todo, pero los dos teníamos tanto miedo, no sé a qué, los dos sabíamos que era correspondido, pero aún así estábamos asustados como dos críos pequeños. Necesitábamos echarnos de menos, y lo hicimos, tanto que cuando nos volvimos a ver jugamos a ser amigos, todo este tiempo lo hemos hecho y déjame decirte que ha sido lo mejor que pudimos hacer, me alegro tanto de estar enamorada de mi mejor amigo, de mi persona favorita. Yo contigo lo quiero todo, Flavio, quiero ser todo lo que tu me dejes ser, sin miedos, sin peros, solos tú y yo. Quiero que seas mi compañero en este nuevo viaje, quiero compartir contigo cada momento de mi vida, quiero estar contigo simplemente, porque te quiero. Te quiero tanto que te juro que abriría la ventana ahora mismo y se lo gritaría al mundo para que todos lo sepan, porque no me da miedo decirlo, es más necesito decirlo y yo también te lo voy a decir todas las veces que haga falta, incluso cuando no haga falta.

El chico no puedo hacer otra cosa más que besarla como respuesta a todo aquello. Quizás no era una charla como tal, pero se habían dicho todo lo que sentían, en la misma línea que habían hecho todo, improvisadamente, sin planear, simplemente cuando les salió. No necesitaban planear una conservación con una cena o sentarse seriamente a hablar, solo necesitaban ser ellos en toda su esencia.

El beso fue dulce, tierno, lento, saboreándose el uno al otro como si hubieran estado años sin haberse tocado, ambos lo sentían así. Pero eso había acabado, era el momento que tanto ansiaban, se habían acabado las excusas y por fin podían ser ellos en toda su totalidad.

Flavio la cogió en brazos y la llevó directamente a la habitación, la tumbó en su cama y volvió a besarla. Lo que había empezado lento, ahora era rápido, ambos estaban desesperados por sentir el cuerpo del otro, lo habían iniciado sin decir nada más porque no había nada más que decir, todo había quedado claro, se necesitaban.

La ropa estaba en el suelo, solo estaban ellos, sintiendo todo el fuego que sus cuerpos desprendía. Besos, caricias, mordiscos, jadeos, la habitación se inundó de todo eso, pero sobretodo de ellos, de lo que sentían. Era la primera vez que lo hacían conscientemente de lo que sentían el uno por el otro y eso les hacía disfrutar más el momento porque no había nada mejor que enamorarse de alguien y que esa persona te corresponda de la misma forma.

Ese día habían empezado algo nuevo.

Siempre habían sido ellos, pero ahora era oficial, no había excusas. Ambos habían madurado, se habían encontrado como individuos y eso los llevó a donde estaban, a estar juntos de la forma que querían estar.

— Sigues estando en forma – comentó la rubia entre risas dejando besos en el pecho del chico.

— Tú también, no puedo quejarme – respondió divertido acariciando sus mechones rubios.

— Que yo no te escuche quejarte.

— Nunca lo hice.

— No, nunca lo has hecho, por eso estamos como estamos – se acercó a su boca y lo volvió a besar. – Te odio – le dijo homenajeando sus comienzos provocando una sonrisa en el chico.

— Yo también te odio, mucho – respondió, dejando un tierno beso en su nariz.

La rubia sonrió y cogió su móvil para mirar la hora y fue entonces cuando vio un correo que hizo que se paralizara. Era la editorial que había pedido sus poemas en primer lugar.

Miró al chico y abrió el correo sin decir nada. Flavio la miró preocupado sin entender que estaba pasando.

Lo leyó y tiró el móvil a un lado hundiendo su rostro sobre la almohada...
....

NOTA DE LA AUTORA
HOLAAAA, sorpresita sorpresaaa, que taaaal? quería que fuese sorpresa después de tanto tiempo... espero que os haya gustado este capítulo, AL FIN SE LO HAN DICHO a partir de ahora todo sera azúcar pero tristemente todo tiene un final, espero publicar pronto el ultimo o penúltimo capitulo
gracias siempre🧡

Que electricidadWhere stories live. Discover now