Prólogo

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Enigmatic.


Prólogo.


-Tengo tanto miedo. ¿Cómo voy a vivir sin ti ahora?- Stomach Tied in Knots de Sleeping With Sirens-


Las paredes azules y los azulejos blancos del suelo, hacían que el Hospital se viera limpio y pulcro. Pero eran las personas de la Sala de Emergencias quienes volvían aquel lugar tan sereno y tranquilo. La recepcionista leía un nuevo articulo de su revista favorita, mientras el café humeante esperaba dentro de la cafetera eléctrica. Sobre los incómodos asientos de la Sala de Espera, descansaban dos enfermeras de edades cercanas. Una contra la otra, entre leves ronquidos, recuperaban el sueño que tanto les hacía falta. Uno de los médicos que operaba durante el turno del Martes a las 04 A.M se encontraba paseando por los pasillos, sin hacer ruido con sus zapatos al caminar. Miraba las paredes vacías y se preguntaba como se encontraría su familia. Se imagino a sus dos pequeños hijos durmiendo plácidamente en sus respectivas habitaciones y suspiró. Esa efímera imagen le generó un calor en el estómago muy agradable y de pronto, se encontró deseando que acabara su jornada. 

Sin embargo, ese pequeño momento de tranquilidad terminaría de manera abrupta, porque nadie se podía imaginar que a pocos metros de allí, se encontraba un joven muchacho cargando con lo que parecía ser una tragedia inminente.

El sudor corría por los poros de su piel casi tan rápido como las lágrimas se secaban contra sus mejillas. Era invierno y la noche estrellada no daba ningún alivio para el cuerpo del muchacho que a duras penas caminaba con la chica sobre sus brazos. 

Las gotas de sudor no hacían más que enfriar aún más su espalda descubierta, pero se rehusaba a detenerse. 

 — Vamos, cielo. — Murmuró, entre jadeos, a la joven que cargaba. — Ya casi llegamos. No te preocupes. Estarás bien. 

Le lanzó una rápida mirada a la chica que yacía entre sus brazos, inconsciente, con su cabello marrón húmedo pegado a su frente. Tenía la boca entre abierta y el dulce rosa de sus mejillas había desaparecido por completo. Estaba completamente desnuda, salvo por la remera del muchacho que cubría su cuerpo. 

El muchacho pensó que nunca había visto una mujer tan hermosa. 

— Vas a estar bien, Emma. — Prometió, aún sabiendo que ella no lo escuchaba.

La sangre goteaba de sus brazos hasta la punta de sus dedos, mezclándose con el agua que caía también de su cuerpo, para finalmente salpicar en el suelo. 

Cuando el joven finalmente logró llegar a las puertas que daban a Emergencias, se acercó lo más que puedo y con su mano izquierda trató de abrir la puerta. Pero no podía abrir la puerta y sostener a la muchacha al mismo tiempo. Intentó una, dos, tres veces hasta que no pudo soportarlo más y rompió en llanto.

Gritó con todas sus fuerzas y comenzó a patear la puerta de cristal.

Las enfermeras despertaron de golpe, sintiéndose desorientadas. Vieron como el doctor corría hacía la puerta, diciendo en voz alta: 

— Necesitamos una camilla en la entrada. ¡Rápido!

  La recepcionista marcó rápidamente el número en el teléfono y menos de un segundo, dos médicos más entraron por un pasillo, corriendo a ayudar.

Las enfermeras abrieron la puerta y el joven se desplomó en el suelo, exhausto, sin soltar a la chica ni un segundo. 

— Ayúdenme, por favor. Necesitamos... Necesitamos... —  Comenzó a balbucear, sin poder ordenar sus palabras. Con sus manos temblorosas trataba de quitar el cabello mojado del rostro de la muchacha desesperadamente. — Ayudenla. Por favor... Por favor...

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