Epílogo

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La pequeña familia salió de su respectiva habitación de hotel, con Louis cargando en su cintura a un pequeño omega de ojos azules y rizos castaños, nariz de botón y mejillas regordetas, de aproximadamente un año y medio de edad.

Llevaban ropa cómoda y ligera debido al intenso calor que se podía percibir una vez dejando la protección de las instalaciones que tenían aire acondicionado, así como todo lo que su pequeño cachorro llegara a necesitar a lo largo del día, carriola, pañalera, comida, entre otras tantas cosas.

Caminaron largas extensiones de pasillos y pasillos, hasta salir del hotel y llegar al lugar en donde tomarían el transporte para trasladarse al parque. Cuando llegaron, pudieron notar que había pequeños grupos de personas, familias o amigos que probablemente también iban de visita. Romeo, ese era el nombre del pequeño cachorrito inquieto, no perdió la oportunidad de alzar su manita y comenzar a saludar a cada persona que pasaba, sacando tiernas sonrisas de sus padres.

El cachorro se removió entre los brazos del alfa señalando algo a lo lejos.

—¿Qué pasa mi amor?— Preguntó Louis mientras lo sostenía más fuerte en sus brazos, buscando con su mirada que era lo que causaba tanta emoción en su pequeño.

—Mami— Habló Romeo mientras reía con emoción y seguía señalando algo que ninguno de sus padres había adivinado aún que era.

Cuando Harry logró comprender la situación, soltó una carcajada, que salió más fuerte de lo que esperaba, y cubrió su boca con ambas manos. —No puedo creer que lo hayamos traído a Disney para que lo único con lo que se emocionara fueran los ventiladores.

Louis soltó una risita y sonrió ampliamente, provocando que las arruguitas al costado de sus ojos se hicieran presentes. —¿Es eso cachorro? ¿Los ventiadores?

—¡Si!—Chilló Romeo mientras volvía a reír con emoción.

Al adentrarse más por el parque se dieron cuenta que Romeo tenía un radar increíble para detectar ventiladores, podrían estar a metros de ellos pero el cachorro se emocionaría y empezaría a querer caminar hacia el lugar.

—Cuando regresemos— Empezó a hablar Louis. —Y le pregunten cómo estuvo Disney, Romeo podrá decir "Increíble, hay unos ventiladores que no sabes"— Dijo lo último mientras movía las manos y expresaba un tono claro de ironía.

Harry rió y dijo. —Deja a tu cachorro en paz.— Mientras Louis acompañaba su risa.

Pasaron minutos en donde se dedicaron a caminar bajo el sol, saludando a más personas y por supuesto, a los personajes emblemáticos de Disney que pasaban a su lado.

Harry ahora era el encargado de sostener en sus brazos a Romeo, mientras su alfa le ponía un pequeño gorro que estaba en uno de los tantos estantes de la tienda en la que estaban.

—Mira que lindo baby Yoda— Habló Louis en sintonía con su cachorro, que balbuceaba emocionado.

El omega más pequeño se veía tremendamente adorable con aquel gorro verde de Yoda, algunos rizos se salían fuera de éste y combinaban con el brillo en sus ojos y sus mejillas sonrosadas.

Era una preciosa combinación de Harry y Louis.

Era un cachorro hermoso y era suyo.

—Amor, ¿podemos comprar juguetes?— Mencionó Harry dirigiéndose a su alfa, con un puchero en sus labios y esos ojos tan verdes que después de años seguían volviéndolo loco.

Louis alzó una ceja mientras sonreía juguetonamente. —Claro corazón, ¿para Romeo o para ti?

Su omega se sonrojó furiosamente y le dio un pequeño golpe en el brazo. —Para Romeo claramente amor, necesita un baby Yoda en su vida, y si no le gusta, siempre está la opción de quedármelo.

Ambos compartieron sonrisas cómplices y recorrieron la tienda en busca de juguetes que le puedieran agradar a su cachorro, sabiendo que los había escogido cuando soltaba gritos de emoción y reía feliz, abrazando y dando pequeños besitos a las cajas.

Pero sin duda alguna, el peluche pequeño de Stitch había ganado el corazón por completo de Romeo, quien no dudó en abrazarlo y reír feliz, mientras balbuceaba hacía sus padres. Louis lo interpretó como un adoro este peluche, será mi nuevo favorito hasta que me aburra de él. Como lo había hecho con los de la mayoría en su habitación.

Y obviamente, consiguiendo tiempo después, el baby Yoda para Harry, quien lo recibió de las manos de su alfa con sus ojitos brillosos, con Romeo aún en sus brazos, para después acurrucarse en el pecho de su alfa y dejar un tierno beso en su mejilla.

Salieron de la tienda, una vez colocando a Romeo en la carriola, y empezaron a caminar.

Habían viajado a tantos lugares cuando sólo eran ellos dos, y tardíamente podían apreciar lo cansado que era viajar con un pequeño bajo su cuidado, en general, lo cansada que era la vida de padres primerizos.

Es una experiencia absolutamente asombrosa cuando se aguarda por su llegada, pero terriblemente agotadora, que ha provocado discusiones tontas en más ocasiones de las que les gustaría contar, debido a la presión bajo la que viven día a día.

No obstante, el ver a su cachorro sonreír, soltar risitas y admirar el brillo en sus ojos cuando observa aquello que produce emociones en él, vale todo el cansancio que puedan experimentar.

Romeo se ha convertido en su vida entera. Lo supieron desde la primera vez que lo sostuvieron entre sus brazos, arropándolo, brindándole calor, susurrándole palabras como Hey cachorro, nos tienes aquí, somos tu padres y esperamos que nos ames tanto como ya lo hacemos contigo.

Aquel pequeño omega era la perdición de ambos. Y estaban bien con ello.

Pasaron muchas cosas desde aquel final en donde pudimos apreciar como nuestros personajes retornaban al camino del otro.

Su vida desde aquel momento fue tan bella como la canción que inspira a la autora para escribir este tan aclamado y esperado epílogo. Ahora que lo pienso, me recuerda a una historia en donde un joven vaquero, cargando con la responsabilidad de una granja en Texas, sufre un proceso lento, admirable y mutuo, en donde cae perdidamente enamorado de un encantador británico con un pasado tormentoso. Y aquel amor que surge, algo desconocido para ambos, que llega a descolocarlos por la intensidad en la que viene, es una de las cosas más puras de las tantas historias que he tenido el privilegio de leer.

Esta historia tiene tanto de mí, como del amor que me gustaría expresar para cada persona que me lee. Y sobre todo, del inmenso amor y respeto que les tengo a mis personajes.

Una historia amarga con un dulce desenlace, en donde nuestros personajes pasaron por situaciones desagradables, aprendieron y buscaron una forma de estar juntos de nuevo. Incluso si en el pasado, ambos salieron lastimados en el proceso.

Ellos se casaron, tuvieron una bonita boda, con luces cálidas y las estrellas alumbrando la pista de baile cerca del mar. Las plantas de sus pies tocando la arena, sintiéndola, percibiendo el momento como uno real, en donde alfa y omega podían llamarse esposo mutuamente. Las alianzas en sus dedos brillando tan intensamente como sus ojos. El amor expresado en besos y toques simples, miradas sinceras y sonrisas dadas.

El Harry Tomlinson siendo pronunciado por los labios de Louis, tomándose su tiempo para saborear la sensación producida. Dos palabras que escucharía por el resto de su vida.

Viajaron, conocieron lugares, personas, hicieron un sinfín de amigos y obtuvieron agradables conocidos. Disfrutaron durante años con el otro siendo su única compañía, hasta que tomaron la decisión de formar una familia, en donde un nuevo integrante se uniría a ellos.

Hicieron aquello que los llevaría a conquistar su felicidad, y es lo mismo que te pido que hagas.

Sin importar dónde o cómo busca la felicidad en donde reside lo sincero. En donde sabrás que ser tú mismo es sensato y los que te rodean te aplauden por ello.

Busca un lugar, porque siempre lo hay, en donde sin importar nada, siempre puedas mantenerte fiel a ti mismo.

¡Au revoir!

Hasta una próxima vida, Lex.

amore mío | l.sWhere stories live. Discover now