Capítulo 34.

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Neal Hardy.

Dejé la cerveza sobre la barra y suspiré pesadamente.

―¿Y entonces? ¿Cómo te hiciste eso? ―Cuestionó el hombre, enfocando sus ojos grisáceos en mi mano.

La alcé un poco para examinarla. Después hice un mohín y me encogí de hombros.

―Accidente laboral.

Por lo menos no perdí el ojo. Algo es algo.

Alighieri alzó una ceja.

―¿Accidente laboral? ¿Pues a qué te tienes que dedicar como para terminar con la mano así? ―Rió bajo.

―Soy decorador de interiores ―Solté, desinteresadamente―. Una cubeta de pintura me cayó desde un segundo piso. Fue algo muy feo, incluso me pusieron puntadas, así de horrible fue. No te lo recomiendo.

Parpadeó, intentando asimilar mis palabras.

―¿Una cubeta de pintura? ―Preguntó, delatando su muy marcado acento italiano―. ¿Eso te lo hizo una cubeta de pintura?

―Seh, socio ―Fruncí los labios―. Ahora estoy aquí, bebiendo para olvidar mi fatídico día remodelando una casa.

Puedo decir que soy "policía" y ya.

Pero me divierte su expresión.

Parece que se lo creyó, porque mira mi mano con los ojos entrecerrados, como si tratara de encontrar las puntadas.

―Que bueno que no me dediqué a algo así ―Murmuró, sacudiendo la cabeza.

Reprimí una carcajada, antes de darle otro trago a mi bebida.

―¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? ―Sentí curiosidad―. Una persona solo bebe tequila doble cuando realmente la está pasando mal.

Suspiró con pesadez, negando un poco con la cabeza.

―El mal de amores.

Hice una mueca.

―Debe ser terrible.

Esbozó una sonrisa débil, asintiendo ligeramente.

―Lo es. La mujer que amo me odia profundamente ―Bufó, tomando el vaso de tequila que le quedaba―. Aunque no puedo culparla, ¿sabes? Hice cosas terribles, cosas de las que no dejo de arrepentirme ni un solo día, pero sé que nada será suficiente para que ella me perdone. Y ahora que parece que está con otro hombre, no puedo evitar sentir que la he perdido para siempre.

Bebió el contenido de una, sin pensarlo dos veces.

―¿La amas? ―Inquirí―. ¿Realmente la amas?

―Como un demente ―Se masajeó la sien―. La necesito.

―Entonces ve por ella. Intenta buscar hasta debajo de las rocas una forma de conseguir su perdón, que ese hombre no sea un obstáculo para recuperar lo que amas. Deprimiéndote, no conseguirás nada.

Si fuera yo. Si yo me enamorara profundamente, entonces bajaría al infierno con tal de que la mujer que amo, me perdone. Enmendaría cada error para tenerla a mi lado.

Aunque, claro. Todo tiene que tener un límite. Si realmente me quiere fuera de su vida y mi insistencia solo hace más daño, entonces lo dejaría, saldría de su vida para que ella pueda estar tranquila.

Así que si Alighieri sobrepasó ese límite, es mejor que la deje ir en lugar de atormentarla.

―No es tan sencillo. Cuando te digo que me odia, realmente lo hace ―Masculló―. Pero muy amable tu consejo. Que agradable eres.

Seduciendo a tus demonios © [Destructiva Obsesión #1] ✔✔ EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora