Capítulo 7 | Estrellas

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Tres años Bajo la Montaña

Kira apretó los dientes con más fuerza alrededor de la almohada. Un grito ahogado llenó la habitación al mismo tiempo que Layla murmuraba una disculpa, volviéndole a pasar el paño húmedo por la espalda. Una nueva descarga de dolor le sacudió la columna, acompañada por una oleada de náuseas. Respiró profundo por la nariz, tratando de ignorar el olor ferroso de su sangre.

—No es tan grave como parece—le dijo Layla por séptima vez tratando de consolarla—. Ya verás que se curará en un instante.

Escupió el almohadón y dio un vistazo sobre el hombro. Captó un mar de rojo por el rabillo del ojo y apartó la mirada. Tal vez sería mejor que se desmayase de una buena vez.

—Seguro, cincuenta latigazos no son nada—logró decir con voz ronca.

—Hiciste bien—dijo Isaac acercándose con un vaso cargado de líquido transparente, se lo ofreció con un asentimiento de la cabeza. Un sentimiento cálido y agradable se abrazó a su pecho ante la aprobación—. Tendrás que andarte en puntas de pies de ahora en más y volver a ganarte su confianza, pero no lo querría de otra forma.

Hizo un esfuerzo monumental para llevarse el vaso a los labios, cada músculo protestando con una oleada de dolor vertiginosa. Recibió la quemazón en la garganta con brazos abiertos. Cerró los ojos y se concentró en los dedos de su padre acariciándole el pelo.

—Mi valiente guerrera—le susurró él con voz suave—. Estoy muy orgulloso de ti.

Sus ojos empezaron a cerrarse pero una nueva punzada de la espalda la despertó de golpe.

— ¿Y Hassan? —preguntó para mantenerse distraída.

—Hablando con uno de sus contactos de Invierno—respondió Layla, sus manos nos vacilaron ni un segundo al limpiar sus heridas, siempre con delicadeza—. Por lo que escuché, están agradecidos contigo. Reconocen el sacrificio que hiciste. También ayuda que te conocieran de antes.

Antes. Rumió la palabra para sus adentros. En otro momento, podría haber encontrado la palabra reconfortante. Un recordatorio de que existía un mundo fuera de Bajo la Montaña, uno al que ella todavía trataba de proteger. Pero ahora, no dejaba de hacerle pensar en cuánto habían cambiado las cosas. 

En cuanto había cambiado ella.

—Lo mataron de todas formas, no veo por qué estarían agradecidos—masculló.

Cuando habían arrodillado al muchacho frente a ella, temblando y rogando por su vida, no había sido capaz de matarlo. Le había faltado el respeto a Amarantha pero no era un crimen que mereciera la muerte. Y ella había desobedecido una orden directa de la reina.

Había sido algo estúpido e impulsivo de su parte, un error que no podía permitirse volver a cometer. Había tenido suerte, lo sabía, porque Amarantha solo la había obligado con su magia a matarlo y luego le había pedido al Attor que le destrozara la espalda a latigazos. Podría haber pedido que azotasen a alguien de su familia pero en su lugar, el castigo había caído solo sobre ella. Gracias al Caldero.

Lo peor de todo no eran sus heridas, esas sanarían eventualmente incluso si no le dejaban ver a un sanador. No, lo peor era haberse puesto ella sola bajo la mira de Amarantha, haber dinamitado la confianza que comenzaba a ganarse.

—De lo que no te das cuenta, Kira—siguió diciendo Layla—, es que mantener una buena relación con las demás cortes es tan importante como tenerla con Amarantha. Sigues siendo nuestra emisaria, es bueno que no olviden que eres tan víctima de las circunstancias como ellos.

Rhysand - Bajo la MontañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora