La primera batalla. II

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Entré en el apartamento cabreado y arrepentido. No me había gustado nada tener que decirle esas palabras, pero me habían salido del alma... y también un poco del mal humor que me gasto por las mañanas. Pero bueno, ella se lo merecía porque no contenta con despertarme se había hecho la listilla conmigo al mirarme de esa forma como me había mirado. Y no es que fuera precisamente de una forma asquerosa o vulgar, si no una mirada de impresión y deseo, como si le hubiese sorprendido encontrarme al otro lado de la puerta en esas fachas.

Tenía que reconocer que se veía realmente mona con tan solo unas horas levantada, eso sí, el mal humor no se lo quitaba ni durmiendo. Porque me juego la cabeza a que nada más irme le habían entrado ganas de lanzarme algo a la cabeza.

Me eché en la cama, acurrucándome entre las sábanas y lanzando un bostezo a la nada. La verdad es que sentía la necesidad de dormir, pero la imagen de Eva enfadada era tan tentadora para mi mente que no me dejaba tan siquiera cerrar los ojos.

- Eva... ¿Es que no me vas a dejar dormir? – susurré para mis adentro mientras me giraba para posar la vista en la lámpara del techo- Ni siquiera despierta y sin molestar eres capaz de dejarme un segundo tranquilo... ¿Tan difícil es intentar pasar un rato de ti?- me llevé las manos a la cabeza cerrando los ojos con fuerza e intentando apartar esa imagen de su sonrisa en mi cabeza- ¿Qué me pasa contigo, Eva? ¿Qué?- hundido en un mar de dudas abrí los ojos, justo en el mismo momento en que una música comenzó a sonar.

Oí ese tono y la realidad es que no recordaba haber puesto ese tono a nadie... tal vez. ¡Claro! Tenía que ser ella y su marido de cuarta, el mismo que había fingido no conocer a la chica de la piscina y tampoco había querido decirme que esa misma chica iba a ser mi vecina. Ahora entendía todo... había sido una encerrona, y de las grandes. Pero... ¿Para que? No le veía sentido a que quisieran que nos matásemos.

- ¿Si?- pregunté al ver el nombre de Laura en la pantalla. A ella no pensaba decirle nada, pero como pillara a Adri se iba a enterar de quién era Hugo Cobo. Y luego... puede que le diera las gracias por la ayudita innecesaria.

- Hola Hugo, soy Adri- notaba como sonreía desde el otro lado del teléfono al otro lado del charco, justo donde no podía pillarlo para estrangularlo- ¿Todo bien por ahí? ¿La casa, los ruidos, los vecinos...?- al parecer no pudo resistirlo más cuando estalló en risas. Me mordí el labio mientras pensaba en todo tipo de torturas.

- Eres un... ¡Agh!... ¿Cómo...?... Lo sabías, pero... - no podía terminar una palabra, porque la rabia me estaba comiendo por dentro. Tal vez no la rabia, pero si la impotencia de ver lo bien que se lo había montado todo- ¿Qué quieres, que acabemos en las esquelas de los periódicos con: "Vecinos acaban apuñalándose el uno al otro por culpa de sus amigos"?

- No, la verdad es que por mi mente se me pasan muchas otras cosas... pero eso, ni por asomo- fruncí el ceño sentándome en la cama con lentitud, intentando descifrar sus palabras- Y la verdad es que me lo pusiste muy fácil con lo sucedido en la boda... jamás pensé que te fijarías en ella de golpe... tenía planeado que tardaras un poco más.

- Lo tenías todo planeado... que yo conociera a Eva... que me convirtiera en su vecino... que me gustase al menos un poco... ¡Sí! Un poco, porque es un diablo con cuerpo de mujer y no la soporto... ¡Me acaba de despertar a las 9:00 de la mañana con una aspiradora! – me levanté de golpe, caminando de un lado a otro por la habitación acariciando algún que otro mueble con el dedo índice.

- ¿En serio? ¡Que grande mi Evita!- lo sentí aplaudir, y dejé de dar vueltas para quedarme quieto y en total silencio- Quiero decir... qué mala persona... ¡Cómo ha podido!- la voz le salió más fingida de lo que debía de ser su risa, porqué me apostaba la cabeza a que estaba sonriendo- ¡Vamos Hugo! Eva te gusta y tu mismo me reconociste que no conseguías sacártela de la cabeza... ¿De qué te quejas?- no esperaba que se acordase de eso, pero bueno.

Deseo a las estrellasWhere stories live. Discover now