Deseo exacerbado.

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«El amor es la maldición más retorcida de todas.»

*

El reloj de pared de su cuarto movía sus manecillas sin descanso, instalando una especie de angustia en la atmósfera con cada tic tac. Para aquel desafortunado hombre de cabellos oscuros y mirada esmeralda, se sintió como un ciempiés pisando sus entrañas, creando mayor inestabilidad en su interior.

Fushiguro se pasó las manos por el pelo con marcada desesperación, «lo he arruinado», pensó. Para entonces, su cuerpo entero se hallaba en un extraño tiritar producto de la zozobra que implicaba haber confesado su secreto, y por el recuerdo de los dedos de Nobara rozando su piel creando un incendio. Sentado, en el borde de la cama, pensó que quizá ser un hombre enamorado de su mejor amiga no tenía sentido, Megumi Fushiguro se sintió completamente sin sentido. Era absurdo, después de todo, que su corazón albergara sentimientos unilaterales. Resopló irritado, mientras miraba el movimiento de las cortinas sacudidas por la corriente de aire.

Cerró los ojos y se permitió un instante más para recobrar su habitual expresión. Inhaló y exhaló profundamente y se incorporó de la cama buscando envolverse con la gruesa tela de un abrigo que tomó del clóset. De la cama, agarró una pequeña frazada que yacía doblada.

—Te resfriarás si te quedas aquí afuera —murmuró, colocando la suave tela sobre los hombros de Nobara, quien permaneció con los codos recargados sobre la barra metálica de la barandilla sin decir nada. Apenas y movió los ojos para mirarlo de soslayo.

Frío y tempestuoso, soplaba el viento, golpeando sus caras, alborotando sus cabelleras y llenándolas de fina escarcha.

—Está a punto de nevar, vayamos adentro —añadió Fushiguro, más no obtuvo respuesta.

El sonido del viento silbando era lo único que se escuchaba.

El semblante de Nobara estaba lejos de mostrar felicidad. Megumi fijó los ojos sobre ella, pues le resultaba interesante leer cada mínimo movimiento y expresión de Nobara, quizá porque en el fondo eso le provocaba una perversa satisfacción. Sintió el pecho aleteando velozmente, mientras su bajo vientre daba tirones. De alguna forma, tales sensaciones le recordaron la amargura que se sentía tener el corazón roto cuando se anticipa una pérdida, por lo que detestó la idea de que Nobara eligiera alejarse de él. Y el frío, el frío sólo era un elemento más que enfatizaba su soledad, filtrándose cruelmente por entre las rendijas de su abrigo, y subiendo por sus pies lentamente hasta erizarle los vellos.

—No lo entiendo, Megumi —susurró Nobara de repente con la voz entrecortada, apenas audible, como si quisiera llorar, ¿acaso el infortunio emocional de Fushiguro le había lacerado el alma? ¿O acaso había algo más que la perturbaba? —. ¿Por qué lo hiciste? ¿Era necesario montar toda esta historia sobre Sadashi? —Volvió el rostro para verlo y descubrir su respuesta.

La voz huyó de su garganta. De todo, lo que más despreciaba era ser él la causa de algún pesar en ella, aspecto que le fue fácil distinguir porque los ojos le brillaban diferente y porque su femenino rostro parecía no saber qué expresión mostrar. Permaneció absorto mirando el color rosáceo que se había formado en los pómulos de Nobara y no pudo evitar sentir un escalofrío convulso recorrer su cuerpo. Sus pupilas se dilataron simultáneamente al pensamiento erótico de ella con la piel enrojecida por el calor, y no por el frío, haciendo ruidos y gestos exclusivamente para él. Siempre era así, verla y sentirla cerca lo condenaba a sentir tantas cosas y suprimir sus impulsos. Y quería besarle los labios oscurecidos por el frío. Jodidamente quería hacerlo, pero no podía, no mientras ella lo estuviera mirando con esos ojos entristecidos pidiendo una explicación y no mientras ella fuera la novia de su amigo.

Untouchable.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora