Mabel dejó la taza y se aclaró la garganta, sintiéndola mejor.

— ella está bien, hace un buen trabajo aunque es algo torpe— ríe un poquito recordándola con cariño— es muy amable y cariñosa.

— ¿Lo es, verdad?— sonríe un poco más— ¿Te contó sobre nosotros?— la castaña asiente— triste final, ¿no crees?

— creo que merecían ser felices— confiesa bajando la mirada, la tristeza invadiéndola— lo extraña mucho— confirma.

— y yo a ella— suspira y una pausa que parece durar una eternidad inicia.

— antes de regresar me dijo que le entregue esto— de su bolsillo sacó una cadena con un dije algo grande, se lo entregó, viéndolo sorprendido.

El azabache lo vio con los ojos muy abiertos y abrió el dije encontrándose con un reloj en una cara y en la otra una fotografía. El reloj marcaba las 03:45 y la otra fotografía era una joven con cabellera largo de colores extraños, bonita sonrisa y ojos radiantes, junto a ella, un joven de cabellera corta y azabache, ojos rojizos y una sonrisa siniestra aunque para aquella joven era la más cálida y amorosa del mundo.

En el borde donde estaba la foto decía: "Mi mundo y mi alma".

Y en la otra cara igualmente había algo gravado: "Para muchos la hora maldita, para mi, la hora donde conocí al amor de mi vida"

— "Para mi manzanita querida, siempre te tengo presente en mis días, te envío algo que debió ser tuyo hace mucho tiempo, perdón por la demora, amor mío, sabes lo descuidada y torpe que puedo ser."— el azabache sentía su mirada borrosa mientras escuchaba a la castaña— "Me gustaría tanto volver a tus brazos y perderme en el sabor de tus labios, pero ruego cada día por tu bienestar, que seas feliz y mis niños igual. Gracias por darme los mejores años de mi vida, te amo hoy, mañana y siempre, por toda la eternidad."— finalizó. El mayor apartó la mirada y cuando sintió las lágrimas salir, las limpio con brusquedad y viendo el obsequio, lo apretó contra el, para después colgárselo y abrazarlo una vez más.

Mabel no dijo otra palabra hasta que se escuchó un carraspeo por parte del mayor,
no dejando que los sentimientos le ganen, se incorpora y le dirige la mirada— ¿Qué tal las galletas?

Mabel le sonríe con timidez— están ricas— y el contrario comienza a alardear sobre lo buen cocinero que es y que tiene unos hijos malagradecidos porque no quieren ir a ver a su padre. Todo mientras aún sentía lágrimas salirse de sus ojos pero sin dejar de hablar y sonreír.

Cuando sintió que ya había pasado el tiempo necesario, se puso de pie y suspiro.

— gracias, Mabel— confesó, la castaña se incorporó con calma y llegó a su lado, envolviéndolo con sus brazos, sorprendiendo al mayor.

— también me pidió que le diera un abrazo— responde con rapidez y después de unos segundos lo suelta— dijo que seguro se pondría sentimental y lo necesitaría, aunque no lo pidiera usted mismo.

— que bien me conoce— suspira negando— no me lo tomes a mal, pero que bueno que moriste, no le digas a Bill que dije eso por favor— pidió.

— yo también lo agradezco aunque no debería hacerlo— confiesa— y de nada— le sonríe.

Ofreciéndole su brazo esta vez, Mabel lo toma y vuelven a desaparecer.

La luz eternaOnde histórias criam vida. Descubra agora