Extra 1

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Maestra

Algo que Mabel destacaba de la escuela, eran sus materias favoritas. Desde arte hasta música, literatura hasta ciencia, si la persona encargada de enseñarles llegaba a ellos entonces tenía a la clase aprobada, porque ellos harían todo el trabajo. Porque explorarían su mente e imaginación, creando bellas obras de arte. Por lo que, desde pequeña— al menos antes del accidente—anhelaba poder ser como ellos y darles esa alegría que ella sentía al desarrollar una actividad que le gustara.

Anhelo que vio perderse con el tiempo.

Mientras veía a Pacífica llevar al pequeño de cabellos rubios y dejarlo con una sonriente muchacha que vestía un mandil con dibujos y colores, sintió la melancolía una vez más recorrer sus venas.

El pequeño se despidió de la rubia mayor con su manita y tomó la de la sonriente muchacha para adentrarse a su aula de clases.

— gracias por acompañarme, Mabel— dijo con un suspiro de alivio— Joey esta tranquilo cuando tú estás— finalizó.

— es un niño muy tranquilo, Paz. Sus padres son afortunados por tener un hijo con buenos modales, algunos a esa edad son un dolor de cabeza— le sonrió.

— ¡Lo sé! Para tener cuatro añitos, es un angelito. Me facilita el trabajo de ser niñera— rieron un poco y empezaron su caminata de regreso a la cabaña.

Habían pasado unos meses desde que la noticia se hizo oír por todo el pueblo y ahora todos consideraban un milagro—y tal vez magia, aunque ya estaban acostumbrados a que estas cosas paranormales pasaran—que la castaña estuviese viva.

Igualmente eso no evitaba que la vieran extrañados o incluso con algo de miedo. Mabel ya se había acostumbrado a estas cosas y trataba de continuar su vida de alguna manera.

Aún recuerda cómo lloró al ver a su familia otra vez. Cómo estos le gritaron y dijeron que no podía ser tan crueles para hacer una ilusión de ella, no pudo evitar sentirse un poco mal, dudando si había tomado una buena decisión. Cuando se dio cuenta, ya tenía un Dipper llorando desconsoladamente en su hombro y un Stan y Ford cubriéndolos a ambos mientras igualmente lloraban. Mabel sonrió tímida y se permitió soltar las lágrimas que se habían acumulado al volver a poner un pie en esa tierra tan viva y cálida como recordaba.

Tres años habían pasado, donde solo ella había quedado atascada en el tiempo. Su hermano y Paz son pareja oficialmente, incluso ya empezaron la universidad. La cabaña tenía más público y Ford estaba encantado con sus nuevos descubrimientos. No sabía que podía decir de Bill, solo que lo había extrañado tanto tanto tanto, que el solo pensarlo hacía que inconscientemente lo llamara con la mente y al instante, este apareciese. Y no es que Bill siguiera viviendo en el reino de abajo, no tenía motivos para estar ahí, su felicidad ahora estaba en esa tierra.

Y él estaría junto a ella.

Sin embargo, Mabel no podía evitar sentirse triste y un estorbo al ver que todos habían avanzado. Y aunque era lógico que lo harían, ella también quería seguir avanzando.

Cuando falleció a los dieciséis, a pocos días de cumplir diecisiete, dejó la mitad de su penúltimo año de estudio en pausa, por obvias razones.

— ¿Hace un bonito día, no?— pregunto Pacífica despertando de la burbuja a Mabel. Ella le sonrió apenada y asintió— ¿Hay algo que te preocupe, corazón?— preguntó con una pequeña sonrisa, dándole ánimos con la mirada.

La luz eternaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz