Capítulo 23

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Sr. Álvarez

- ¿Que has averiguado?

- Estamos en ello,no podemos darle ningúna confirmación, estamos siguiendo a tres posibles sospechosos.- le contesta el hombre con el acento de Europa del Este.

- A estas alturas ya deberíais tener algo claro.- el Sr. Álvarez, está empezando a perder la poca paciencia que le caracteriza. - ¿Y por el telefono que me enviaron no habeis podido localizar nada?

- No, es un télefono de prepago muy antiguo y esa pista no nos ha llevado a ningún sitio. Es un pequeño inconveniente de tener tantos enemigos- intenta justificarse el hombre- sólo nos costará un poco más dar con ellos.

- ¡Quiero saber quienes son esos desgraciados ya! ¿entendistes?- su paciencia terminó con el primer No que pronunció su esbirro. - Mantenme informado... y Mieszko, no hace falta que te diga qué te pasará a tí y a tu pequeña hermana, si no lo conseguís antes del jueves ¿verdad? - dice colgando el telefono sin esperar respuesta.

Tiene la respiración acelerada y la ira le corroe cada hueso de su cuerpo. Se quita las gafas y las deja encima de su mesa para después apretar sus sienes fuerte con ambas manos y consciente de su respiración acelerada se obliga a tomar el control sobre si mismo y a calmarse como siempre hace.

Toma el telefono de sobremesa que tiene delante y marca la extensión 1

- Traeme un vaso de agua y dos aspirinas-

- Inmediatamente Sr. Álvarez- contesta la secretaria al otro lado de la linea.

Vuelve a abrir la segunda nota que le han enviado junto al telefono movil.

" Has sido declarado culpable, debes pagar por ello: 1,5 millones de euros el próximo jueves si es que quieres tener a tu hija entera.
Espera la llamada para indicar las instrucciones"

La ira vuelve a subir a su garganta y el papel termina hecho una bola dentro de su puño cerrado.

Se levanta del sillón de directivo y se dirige a la pared de cristal que bordea dos de los laterales de su despacho. La noche es cerrada y las nubes cubren todo el cielo, impidiendo ver culquier resquicio de estrellas o de la luna.

Desde el piso 35 la ciudad empequeñece y las luces de las farolas y del tráfico son pequeños puntitos a lo lejos. Casi como una metafora de su vida, él ve desde allí la vida y a los transeúntes como lo que realmente son, pequeños puntos insignificantes.

- Disculpe Sr. Álvarez, le traigo el agua y las aspirinas- dice Rut, la joven y guapa secretaria, después de haber llamado dos veces y abrir la puerta despacio, con miedo. Sabe que no puede dar ningún paso en falso o la ira de su jefe se volverá contra ella. No es la primera vez que la echa de su despacho a voces o agarrada del brazo y empujada a la fuerza y ella no está en disposición de perder el empleo como lo hicieron las cinco últimas secretarías.

- Dejalo sobre la mesa y vete- dice cortante y sin apartar la vista de la ciudad.

Ella se acerca despacio hasta el escritorio intentando que el temblor de su mano no la haga derramar el agua del vaso. No sabe cómo es posible que temer tanto a una persona, pero por más que intenta calmarse cuando él está cerca sus rodillas casi chocan entre sí.

Dos segundos después el Sr. Alvarez oye los altos tacones de la incompetente de su secretaria alejarse a paso rápido y cerrar la puerta detras de él.

" Quien sea el que se ha atrevido a hacer esto me las va a pagar de todas las formas posibles en las que se me ocurra y más." - piensa mientras aprieta aún más el puño con la nota dentro.

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