Capitulo 5

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J.


Paro el motor a un metro de la furgoneta. Y me quito el casco despacio mientras me bajo de la moto. El aire frío me ayuda con mis ganas de vomitar pero no sé si lo suficiente. Ahora agradezco que los nervios no me hayan dejado casi comer en dos días y tengo el estomago prácticamente vacío.  

Observo a M. y a H. ponerse los pasamontañas y dirigirse a la puerta lateral de la furgoneta.

Me pregunto si Olivia estará consciente...

 "Por favor que siga inconsciente...por favor que siga inconsciente..."

- ¿Listo J?- me pregunta M, haciéndome un gesto para que me acerque.

No contesto y no me acerco, no creo que me salga la voz ni aunque lo intente con todas mis ganas, así que me limito a asentir con la cabeza y a cambiar el peso de un pie a otro nervioso.

H. saca del bolsillo de su chaqueta el pañuelo y vuelca de nuevo el frasco del cloroformo.

- Sujétala bien, cómo vuelva a arañarme te juro que me va a importar bien poco partirla esa preciosa  boca que tiene- gruñe H. advirtiendo a M.

Sus palabras me crispan y hacen que me hierva la sangre a mil grados, poniendo todo mi cuerpo en tensión. "Yo si que te partiría a ti la boca pedazo de..."

Pone la mano en el cierre y doy un paso hacia atrás inconscientemente.

La siguiente escena pasa de mis ojos a mi cerebro a cámara súper rápida: un golpe seco, un bramido masculino, un grito femenino, una palabrota... 10 segundos más tarde H. lleva al hombro a Olivia con la cabeza colgando a su espalda y su melena balanceadose al ritmo de sus pasos. 

- ¡Déjame! Yo la subo.- digo sin pensar cuando entramos en la casa. Mi voz suena llena de ira y crispación pero no hago nada por disimularlo. 

H. se gira y me mira, entrecierra los ojos como si quisiera ver más allá de mis palabra, pero no dice nada. En un segundo la agarra como si fuera una muñeca de trapo y prácticamente me la lanza encima del hombro como peso muerto. 

- Necesito una birra ¡pero ya!- gruñe H. frotándose la mandíbula mientras entra en la cocina.

- Que sean dos- dice M. dejándose caer en el sofá y quitándose el pasamontañas. Se restriega los ojos y veo el cansancio bajo ellos. 

La necesidad de salir de allí me invade y empiezo a subir las escaleras con ella aún sobre mi hombro. Tiro despacio de Olivia hasta que la acomodo entre mis brazos y dejo que su cabeza descanse sobre mi pecho. Su pelo cae por su cara tapándola prácticamente lo que deja a la vista solo parte de su boca y su barbilla...me fijo en sus labios carnosos y encarnados debido a la mordaza, ligeramente abiertos... La necesidad de probarlos y calmarlos con los míos me está matando. 

Un ligero olor dulce y cítrico me invade las fosas nasales y siento que es el olor más maravilloso del mundo. Como si estuvieras dentro de...de una tarta de limón. 

"¿En serio Jac? ...¿En serio?... ¿una tarta de limón? jooooder..." 

Me obligo a dejar de mirarla y dispersar mis pensamientos estúpidos y acelero el paso conteniendo todo lo que puedo la respiración, intentado dejar de pensar en tartas, en apetecibles y sabrosas tartas...

Abro la puerta de lo que será su "habitación" y me dirijo a la cama depositándola sobre ella con delicadeza, sintiéndome vacío por dejar de sentir su tacto entre mis brazos y el calor de su cuerpo contra el mio. Me quedo observándola un momento apartando su pelo a ambos lados de la cara y rozando su suave mejilla con las puntas de los dedos... siento vergüenza de mi mismo y salgo rápido de la habitación activando las tres cerraduras.

 "Tengo que evitar a toda costa que H. se acerque a ella. No confío en ese payaso desequilibrado. Nunca me perdonaré si la pasa algo malo"

Bajo a toda prisa y me encuentro con los dos sentados en el sofá hablando y no se muy bien por qué, me quedo en el último escalón escuchando a hurtadillas sin que me vean.

- ¿Y si no acepta H.?- dice M.

- ¡Es imposible! Aceptará el trato...a ese tío no le gusta perder ni a las canicas, te lo digo yo. Y si no...le obligaremos a que acepte por la malas-  dice H. haciendo que casi me ahogue con mi propia saliva. Lo oigo dar un largo trago del bote de cerveza que tiene en la mano para después eructar como un vikingo mientras estruja la lata como si fuera simple papel.

H. o lo que es lo mismo, Héctor Muñoz, tiene 33 años y una larga carrera delictiva. Es muy alto, incluso más que M. que roza el metro ochenta. Tiene una cicatriz en la ceja derecha que le da un aspecto rudo y perverso. Pero no es sólo el aspecto físico. Para mi es un desequilibrado mental, un pirado que debería estar encerrado en una habitación acolchada y con una camisa de fuerza de por vida. Un ser tan salvaje que no debería tener cabida en la sociedad.

Ambos se percatan de mi presencia al crujir el escalón y me miran.

-Has echado todos los cierres ¿verdad J?

- Por supuesto Miguel - respondo a mi hermano.

- ¡Te he dicho que no digas mi nombre en ningún momento J.!- dice más alarmado que enfadado, mirando de reojo la reacción de H.

- Sí, ya, vale... Lo siento. - digo quitando importancia y entrando en la cocina para coger una cerveza de la nevera.

- ... Sigo sin fiarme de él- oigo gruñir a H. por lo bajo. Parece ser que el payaso demente no sabe comunicarse de otra forma que no sea mediante gruñidos.

- Mi hermano es de confianza H. - responde con calma M.

- Más le vale que sea así... por su bien - y escucho el sonido de otra lata abriéndose.

Tengo la cerveza en la mano pero lo que menos me apetece en estos momentos es quedarme en la misma habitación que ellos, así que vuelvo a subir por las escaleras hasta el tercer piso que da directamente a una puerta que se abre hacia la azotea.

La noche es cerrada y las nubes no permiten ver nada que brille en el cielo. El frío es peor que en la ciudad y el viento sopla gélido haciendo que mi cuerpo se estremezca. Pero no me importa, necesito estar sólo y calmarme.

Necesito este silencio que me permita pensar... Necesito volver a recordarme porqué estoy haciendo esto. Se lo debo a M. sí, pero también a mi padre y a mi madre: Víctor Álvarez es un desgraciado sin principios que debe pagar por sus actos... Por destrozar nuestras vidas y a mi familia.

Aprieto los puños y siento la ira en mi garganta brotando como..."¡mierda!" pienso al tiempo que mi estomago convulsiona expulsando todo el contenido.

"Está claro que no fue buena idea beberme esa cerveza" ...



Abro los ojos al sentir la luz detrás de los parpados y me doy cuenta de que estoy en una postura imposible y totalmente congelado. Me quedé dormido en la azotea después de vomitar y ya ha empezando a amanecer.

Rebusco en el bolsillo de la sudadera para sacar el pasamontañas con la esperanza de volver a sentir la cara, pero mis dedos están tan congelados que me cuesta ponérmelo. Siento el calor casi de inmediato.

Me estiro y mis huesos crujen doloridos por la posición de yoga extremo en la que he debido dormir toda la noche. Noche...anoche...las palabras se enlazan en mi cabeza y las imágenes vuelven a mí mente como una descarga y entonces... una alarma atronadora se dispara dentro de mi cabeza: ¡¡Olivia!!

AtrapadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora