Sempiterno─《𝐓𝐡𝐞 𝐂𝐡𝐫𝐨𝐧𝐢𝐜𝐥𝐞𝐬 𝐨𝐟 𝐍𝐚𝐫𝐧𝐢𝐚》

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Maratón

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A pesar de que el sol brillaba, todo el mundo notó una repentina sensación de frío. Los únicos dos seres presentes que parecían estar a sus anchas eran Aslan y la misma bruja. Resultaba algo de lo más raro contemplar aquellos dos rostros el rostro dorado y el de un blanco cadavérico, tan cerca el uno del otro. Aunque lo cierto era que la bruja no miraba a Aslan precisamente a los ojos. Tal como había dicho el castor.

-Tienes a un traidor entre tus tropas, Aslan- declaró la bruja. Desde luego todos los presentes comprendieron que se refería a Edmund; pero éste había dejado de pensar en sí mismo después de todo lo que había padecido y tras la conversación mantenida aquella mañana con el gran León, sabia que debía mantenerse fuerte, al menos mientras sepa que tenía a sus hermanos y a Lía de su lado, de modo que se limitó a seguir con la mirada puesta en Aslan.

-Su ofensa no te ha perjudicado a ti- lo defendió Aslan.

-Tu bien sabes que cualquier traidor me pertenece, ¿Olvidaste las leyes por las cuales Narnia se forjó?-

-No cites la gran magia ante mi, bruja. Estuve ahí cuando fue escrita- anunció después de rugir fuertemente.

-Entonces sabes que esa criatura humana es mía. Su vida ha pasado a mi poder. Su sangre me pertenece- reclamo la bruja señalando a Edmun. Amelia con temor se abrazo del brazo del castaño aferrandose a que no se volvería a separar de el. No podía perderlo de nuevo.

-Intenta llevartelo- le retó Peter amenazandola empuñando la espada.

-¿Y crees que me negarás por la fuerza lo que es mi derecho?... niño rey- hablo con burla hacia el rubio -Aslan sabe que si no recibo la sangre que la ley demanda, toda Narnia será devastada y perecera bajo fuego y agua. Ese niño- señaló al castaño que ya comenzaba a sudar de nervios -Morirá en la mesa de piedra-

-¡Suficiente! Lo discutiremos a solas- ambos se fueron alejados de las vistas. Fue un momento terrible aquél, mientras esperaban y se hacían preguntas sobre en que terminará aquella charla.

Después de unos minutos la desesperación abordaba el ambiente. Los chico ya habían decidido sentarse en el pasto, Amelia recargo su cabeza en el hombro del castaño esperando con ansias respuestas. Edmun se había mantenido en silencio todo ese rato su vista estaba puesta en su mano entrelazada con la castaña de ojos celestes. Daba pequeñas carícias de forma reconfortante. Se había decidido si ese iba a ser su último momento con la chica, no sé iba a separar de ella, incluso estaba planeando las palabras exactas para confesarle lo que sentia. No se permitiría haber muerto y haber sido tan gallina para no haberle dicho todos sus sentimientos a la chica que hasta ese momento le daba esperanzas.

Peter permaneció de espaldas a los otros con preocupación. Su único trabajo era cuidar de sus hermanos y en eso falló.

Los castores se mantuvieron con las patas encogidas y la cabeza inclinada. Los centauros patearon el suelo, inquietos. Sin embargo, aquello aún no había acabado, así que se quedaron totalmente inmóviles, de modo que uno podía percibir incluso sonidos apenas perceptibles como el viento susurrando entre las hojas.