30. Yo te escucho

7K 894 18
                                    

Escuché una vez decir en un anuncio que solo vivimos una vez, que solo tenemos una oportunidad y hay que aprovecharla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Escuché una vez decir en un anuncio que solo vivimos una vez, que solo tenemos una oportunidad y hay que aprovecharla. Al parecer, Riley ya lleva tres intentos. La primera fue a principios del año pasado. Sus padres se la llevaron una semana al pueblo y mejoró. El segundo intento fue en verano, cuando la metieron en un centro de desintoxicación. Y el tercer intento es ahora. Ha faltado a clase unos cuantos días, pero la hemos llamado y parece estar bien. La única diferencia entre antes y ahora es que, ahora, no está sola. Nos tiene a nosotros. Porque puedes tener miles de amigos y sentirte solo o tener unos pocos y saber que son familia. Para mí ellos son mis hermanos y, si les pasa algo, me pasa también a mí.

Hay personas que son como libros abiertos, como muñecos con una cuerda infinita, de los que sabes lo que piensan nada más mirarlos. Otras personas son totalmente lo contrario. Parece que tienen una cremallera pegada en la boca y una venda en los ojos. En nuestro grupo hay de todo. Laura es transparente. Kai es tímido, pero no tiene filtros, es incapaz de guardar un secreto. Jeremy es muy intuitivo y, a veces, pienso que tenemos una conexión neuronal o algo así. Y Riley es la persona más reservada del mundo, por eso nunca nos contó nada.

Pero, ¿es más culpable el que calla o el que no escucha? Llevo unos días dándole vueltas al tema y cada vez tengo más claro en qué fallé. Me centré tanto en mí misma que me olvidé de escuchar. El buzón me ha enseñado que, tristemente, hay personas que están mucho peor, que sufren en silencio, y tengo que escucharlas.

Cierro la puerta de clase y me saco la carta del bolsillo de la chaqueta. No hay nadie en los pasillos. Me acerco a la taquilla de Nate Kennedy y meto la carta rápidamente. Luego corro hacia el baño para disimular y me encuentro con Nahid.

—¿Estás bien? —le digo con preocupación al ver que se está limpiando las lágrimas.

Ella asiente y sonríe, pero se le vuelve a escapar otra lágrima. Me acerco a ella despacio.

—No es nada.

Al lado del lavabo está la carta que yo le dejé. La esconde en cuanto se da cuenta de que la he visto y camina hacia la puerta.

—Puedo ayudarte.

Ella se detiene antes de girar el pomo. El corazón me late a mil por hora. No habla. No se mueve. Siento el frío adueñarse del ambiente. Doy dos pasos y se gira ligeramente.

—¿Con qué? —responde, volviéndose a limpiar la cara con la manga de su jersey. Al hacerlo veo que tiene una venda alrededor de la muñeca.

No voy a negar que me da miedo admitirlo en voz alta porque estaría abriendo una caja que difícilmente podría volver a cerrar, pero es necesario hacerlo.

—Lo que pone en la carta... —Trago saliva y me armo de valor—. Lo que puse es cierto. No estás sola. No te dejaré sola.

Nahid entrecierra los ojos intentando comprender lo que acabo de decir. Ya no caen más lágrimas. Ya no parece triste. Ahora está confusa.

—¿Eres tú?

—Da igual quien sea. —Me encojo de hombros—. Puedes librar las batallas tú sola, pero en la guerra necesitas a alguien a tu lado. Yo quiero estar a tu lado.

Extiendo la mano para mostrarle confianza y vuelve a echarse a llorar. En vez de aceptar mi mano me abraza con fuerza. Apenas nos conocemos, pero siento que con ese abrazo las dos hemos roto muchas barreras. Ella necesita alguien en quien confiar y yo... no lo sé todavía. Lo único que sé es que no puedo quedarme de brazos cruzados y ver a la gente sufrir.

—No puedo más —responde ella entre balbuceos, soltando todo lo que tiene dentro.

No sé cómo es que te traicione tu propia familia, pero verla así me destroza el corazón.

—Lo sé.

A la salida del instituto pasamos por su casa para coger una mochila con algunas de sus cosas. Por suerte, no hay nadie.

Hemos acordado que pasará la noche conmigo hasta que podamos encontrar una solución, y mis padres están de acuerdo. Lo que tenemos claro es que no va a volver a esa casa. No me ha contado los detalles, tampoco quiero saberlos, pero me ha pedido que no se lo cuente a nadie, así que cuando Jeremy se cuela en mi habitación, y nos ve a las dos, se lleva un susto de muerte.

—Explícamelo otra vez porque no lo entiendo —susurra para que Nahid no nos escuche. Está en el baño dándose una ducha.

—Jer, no es complicado, sus padres se han ido de viaje y se queda en mi casa.

—¿Desde cuándo sois tan amigas?

—Es una alianza de empollonas —le explico y se ríe.

A Nahid le parece extraño que un chico esté en mi habitación y que pueda tener la puerta cerrada sin tener problemas con mis padres, por lo que nos quedamos todo el rato en el salón hasta que Jeremy se marcha.

¿Por qué no les parecía extraño entonces a sus padres cómo se comportaba su primo con ella? ¿Es que acaso lo permitían? No le he dicho lo que pienso porque no quiero que sufra más, pero no comprendo cómo ha podido estar en una situación así durante tanto tiempo. ¿Cómo ha podido aguantar? Parece una persona muy fuerte.

—¿Cómo lo supiste? —me pregunta desde su cama al fondo de la habitación.

Me incorporo ligeramente y la busco en la oscuridad. Es la primera vez que lo voy a decir en voz alta y tengo algo de miedo.

—Leí tu nota en el buzón.

Nos quedamos en silencio durante un largo rato. Por un momento creo que se ha quedado dormida o está demasiado enfadada como para responderme, lo cual entendería perfectamente, pero entonces vuelve a hablar:

—Gracias, Reese.

Todo lo que ha pasado hoy me ha hecho replantearme muchas cosas y darle vueltas a muchas otras más. Cuando Nahid se duerme saco mi libreta de la mesita de noche y empiezo a escribir otra carta.

El desahogo es una forma inconsciente que tiene la mente de liberar las preocupaciones que rondan la cabeza. No buscamos respuesta en él, simplemente la certeza de que al soltarlo una parte de tu cerebro se sentirá aliviada. No obstante, es importante saber distinguir cuando alguien lo hace para liberar esa presión o para sentir que le escuchan. ¿Cómo se puede distinguir? ¿Hay algún modo de hacerlo?

Cuando leí la nota de Nahid supe que necesitaba ayuda. Lo mismo me ha pasado con Nate. Ellos necesitaban una respuesta porque se la merecían. Lo contrario me ocurrió con Mitchell cuando solté delante de todo el mundo que era un ladrón. No era mi intención chivarme, pero Mitchell era, y es, mala persona y, por mucho que le hubiese intentado ayudar, su problema jamás habría cambiado.

Por eso creo que hago bien en escribirle una carta a Jeremy. Porque tal vez necesita un empujón para soltar todo lo que tiene dentro y, ya que no se lo puedo preguntar directamente, lo haré de manera indirecta. Nada se pierde si no se intenta.


*****

*****

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El buzón de los secretos © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora