7. Granos en el culo

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La profesora Silva me ha citado en el despacho a la hora del descanso y, mientras mis    amigos han disfrutado de su almuerzo, yo he tenido que aguantar una charla de más de media hora sobre la conducta en las aulas con algunos compañeros de otros...

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La profesora Silva me ha citado en el despacho a la hora del descanso y, mientras mis amigos han disfrutado de su almuerzo, yo he tenido que aguantar una charla de más de media hora sobre la conducta en las aulas con algunos compañeros de otros cursos castigados. Yo pensaba que me habría librado de un castigo, pero me equivocaba.

—¿Entregaste todos los papeles? —me pregunta nada más salir. Al parecer voy a tener que ir a esa charla todos los lunes de este mes.

—Sí —respondo con cierto titubeo, recordando que todavía los guardo en la mochila. Cuando se marcha corro a conserjería en busca del hombre que debería encargarse de triturarlos. Por suerte, ahí está, sentado comiéndose un sándwich que tiene muy buena pinta. Se los doy y parece entender a la primera lo que ha recibido, pues los mete en una bolsa sin hacer más preguntas.

Me quedan dos minutos antes de que empiece la siguiente clase y, cuando entro, descubro a mis amigos charlando en las mesas.

—Venga, yo os he contado lo que puse —dice Laura a los demás, y ellos niegan con la cabeza automáticamente.

—¿De qué habláis? —pregunto con curiosidad cuando he recuperado el aliento.

—¿Dónde te habías metido? —habla Jeremy sentándose en la silla detrás de mí.

Les cuento brevemente de qué ha ido la charla, omitiendo el detalle de la entrega de los papeles, y miro de nuevo hacia Laura.

—Reese, tú eres buena amiga, ¿me cuentas lo que metiste en el buzón?

—Que odio las mudanzas —resuelvo, y ella se deja caer hacia atrás con desesperación. Es toda una dramática.

—¡No tenéis secretos jugosos!

Todavía no he conseguido hablar con ella de lo que vi en la fiesta, pero no creo que sea el momento. Nada más sonar el timbre, Mitchell se acerca a donde estamos nosotros y lanza una sonrisa a mi amiga. Contengo las ganas de vomitar y miro hacia otro lado. Jeremy me mira con confusión.

—Luego te cuento —susurro, y él asiente alzando las cejas.

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Sin duda, Olivia Kennedy es como un grano en el culo y, a pesar de eso, sigue siendo adorable. Nada más salir del instituto, nos la encontramos en su llamativo coche rojo que parece recién sacado del concesionario. Todos nos quedamos mirándola, sabiendo que ni se va a dar cuenta de que nos estamos fijando en ella. Sin embargo, unos minutos después, alza la mano hacia donde estamos los cinco y nos saluda.

—Está viniendo —susurra Kai, agobiado, y todos fingimos que no la hemos visto.

—¡Hola, chicos! —dice ella con entusiasmo. Su melena castaña es tan larga que, cuando se gira un segundo para cerrar el coche desde la distancia, casi me golpea la cara.

—¿Qué tal estás? —pregunta Jeremy con una sonrisa, metiéndose las manos en los bolsillos con evidente nerviosismo.

—He venido a por Nate, ¿le habéis visto?

El buzón de los secretos © |COMPLETA|Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora