Capítulo 11: Enfoque y propósito

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—¿Cómo estás?

—Mal. Horrible. Destrozado.

—¿Quieres elaborar un poco más en eso?

—¿Qué más hay para elaborar? —sollozó Enzo—. Tengo una especie de hermano fantasma con mi mismo nombre que no ha dejado de perseguirme, mi cuerpo aún no se recupera de las consecuencias de mi estupidez y lastimé al amor de mi vida, quien además se fue y ni siquiera sé si regresará. Es normal que me sienta mal.

—Tienes razón. Es una situación desafortunada.

—Yo la llamaría asquerosa.

—También.

Se encontraba dentro de la casa de Rina Coppola, la única terapeuta en todo el pueblo. Había sido difícil contactarla, pues solo atendía a pacientes con los que ya llevaba tiempo trabajando. Sabino Segreti había logrado mover algunos hilos entre sus conocidos no solo para encontrarla, sino para convencerla de que viera a su hijo. Intrigada por los mecanismos que sostendrían a una mente dentro de un cuerpo de vidrio, Rina Coppola no tuvo más remedio que aceptar.

Enzo y sus padres habían llegado a la conclusión de que si en verdad quería mejorar debía buscar ayuda profesional, pues por más que ellos quisieran brindarle apoyo eran conscientes de sus propias limitaciones.

Si hubiera dependido sólo de él, la terapia no habría sido una opción. No le agradaba para nada la idea de tener que contarle todos sus problemas a una extraña que seguramente lo juzgaría sin piedad. Además, las sesiones eran carísimas. Enzo quiso convencer a sus padres de que buscaran otras alternativas porque se sentía como una carga sabiendo que tendrían que gastar una gran cantidad de dinero en él, pero ellos se negaron y alegaron que valía la pena tratándose de su bienestar.

Además, estaba Genevive. Le había prometido que solucionaría sus problemas y quería hacerlo para cuando ella regresara. Y, con tanta incertidumbre, no se sabía si eso sería dentro de dos semanas o dos años. Mientras más pronto volviera a ser el de antes, mejor.

—¿Qué piensas hacer al respecto? —la voz de la señora Coppola lo centró en la realidad.

—¿No se supone que eso es lo que usted debe decirme?

—Lamentablemente no es tan sencillo. Mi trabajo es ayudarte a encontrar las herramientas para que puedas lidiar con esto tú solo.

—Pero yo no quiero lidiar con esto. Solo quiero que desaparezca.

—¿Puedes hacer eso?

Enzo miró al suelo, acorralado.

—No.

—¿Entonces qué es lo que piensas hacer al respecto?

Era la misma pregunta que se seguía repitiendo sesión tras sesión y aún no lograba encontrar respuesta. Hablar con Rina Coppola era difícil. Enzo se sentía incomprendido y no le encontraba mucho sentido a lo que conversaban. Si fuera por él, pasaría las sesiones en completo silencio. Pero ahí estaba, intentándolo. Y parecía que poco a poco iba dando resultado, pues su corazón dejaba atrás un poco de su carga cada vez que expresaba en voz alta sus sentimientos.

Había recaídas, claro. Días en los que Enzo no quería ni levantarse de la cama o en los que concentrarse en la escuela era simplemente imposible con el gran espacio que ocupaba el pupitre vacío a su lado. Días en que tenía los ojos tan hinchados que le costaba el solo hecho de abrirlos.

—¿Tengo que hacer algo? ¿No puedo dejarlo simplemente así?

—¿Quieres quedarte simplemente así?

El Soplador de VidrioWhere stories live. Discover now