~Saga los Hermanos Hart: La navidad del cowboy (Louis)~

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Ella agarró el bonito bouquet y demoradamente colocó
el pie aparte.
- ¿Te gustaría entrar? Podría hacer un café.-
Él aceptó la invitación, mientras colocaba el sombrero
en la percha de la puerta. Mantuvo el bastón y ella notó
que él se apoyaba pesadamente en el cuándo hizo el
camino más próximo a la silla y se sentó.
- Dicen que el tiempo húmedo es difícil para las
articulaciones dañadas - Ella observó.
Los ojos pálidos de él hirieron como lanza en la cara de
ella, con una mezcla de curiosidad e irritación.
- Tienen razón sobre lesiones en las articulaciones -
Demoró - ¿Me ayuda tener de admitir esto?-
- No estoy intentando marcar puntos - Contestó
tranquilamente - Yo no conseguí hablar así en el café,
pero siento mucho por ti, por haberte herido.-
Los ojos de él estaban intencionadamente en la cicatriz
que corría toda la mejilla de ella.
- Yo lo siento por ti - Dijo rudo - ¿Mencionaste café?-
Allí estaba nuevamente, aquella aspereza que la había
atemorizado tanto a los dieciocho años. A pesar de
ocho años que habían pasado, él aún la intimidaba.
Fue a la pequeña cocina, visible desde la sala de estar,
y colocó agua en la cafetera con un poco de café.
Después que ella hizo el café, colocó en la bandeja
tazas, platillos y los acompañamientos, y se unió a él
en la sala.
- ¿Estás bien instalada? - Preguntó él un minuto
después que ella se había sentado sobre el sofá.
- Sí - Dijo ella - Es extraño, después de estar afuera
durante todos estos años. Y siento mucho la ausencia
de papá. Pero siempre amé esta casa. Con el tiempo
estará confortable para vivir aquí. Una vez que consiga
superar ese sufrimiento.-
Él aludió con la cabeza.
- Perdimos ambos a nuestros padres, en una
inundación - Dijo él amable - Yo me acuerdo bien de
cómo nos sentíamos - Él dio una ojeada a los techos
altos y paredes marcadas, y el acceso a la chimenea. Él
meneó la cabeza a esto - Eso no es suficiente.
Necesitad de una estufa aquí.-
- Necesito de muchas cosas aquí, pero tengo que
comer, también - Dijo con una sonrisa lánguida. Se
echó los cabellos platinados cortos y ondulados para
atrás y enroscó las piernas en el sofá con los
pantalones tejanos, la camisa de muletón gris y
calcetines. Los zapatos de ella estaban debajo del sofá.
Incluso cuando hacía frío, odiaba usar zapatos mientras
estaba en casa.
El pareció notarlo y halló esto divertido, a juzgar por el
brillo en sus ojos pálidos.
- Odio los zapatos - Ella dijo.
- Ya me acuerdo.-
Eso era sorprendente. Ella casi nunca se acordaba de la
chica que había sido hace ocho años atrás. Parecía
otra vida.
- Tenías un perro, un maldito Cooker spaniel, y ustedes
estaban fuera en el patio delantero, mientras lo
bañabas, un día en el que yo conducía por aquí - Él
recordó - No le gustó el baño, y tú estabas toda
mojada, con los pies descalzos, bermuda deshilachada,
en el alto de la caja de agua - Su mirada se
ensombreció cuando la miraba - ¿Te dije algo cuando
entre en la casa, te acuerdas?-
- Sí - La corta orden siempre la había confundido,
porque él parecía estar irritado, no divertido como él
estaba ahora.
- Yo nunca te dije por qué - Continuó él. La cara se le
puso tensa mientras la miraba - Tú no estabas usando
nada debajo de aquella blusa y la tenías pegada -
Añadió tranquilamente - No puedes imaginar lo que eso
hizo en mí... Y aún estaba el maldito Bobby Harris, que
se encontraba de pie en la acera mirándote.-
Bobby le había invitado aquel día para salir, y ella
había rehusado, porque él no le gustaba. Era un
muchacho mayor; a su padre nunca le había gustado.
- Yo no lo note - Dijo ella, maravillada con recuerdos
que debían ser ahora tan dulces, aunque su
comportamiento extraño le había dolido en el pasado.
Ella en verdad enrojeció al pensar que él la había visto
de aquel modo, al inicio de la relación.
- Sé que, ahora, ocho años es muy tarde - Dijo él
abruptamente.
Levantó la cabeza, mientras lo estudio curiosamente. Él
la vio contemplarle e irguió sus ojos.
- Pensé que estabas exhibiendo todo tu encanto visual
descaradamente para mi propio beneficio, y quizá hasta
para el mismo Bobby - Dijo con una sonrisa burlona -
Fue por eso que yo actué de aquel modo aquella última
noche.-
La cara de ella se contrajo con angustia.
- ¡Oh, no!-
- Oh, sí - Dijo él, su voz sonando con profunda
amargura - Pensé que me estabas tomando por bobo,
______. Que estabas fingiendo que eras inocente porque
yo era rico y tú querías un anillo de boda en vez de una
aventura - El horror que ella sentía se mostraba en su
cara pálida - Sí, lo sé - Dijo cuando ella empezó a
protestar - Yo solo vi lo que yo quería ver. Pero el
ridículo fui yo. Hasta el momento en que yo noté el
terrible engaño que había cometido contigo, estabas en
medio del viaje en un autobús, y te perseguí. Pero no
conseguí decir las palabras exactas para hacerte volver.
Mi orgullo cortó mis palabras. Yo nunca hice aquella
injusticia sobre alguien antes.-
Ella evitó su mirada.
- Fue hace mucho tiempo. Yo aún era una niña.-
- Sí. Eras aún una niña. Y yo te confundí con una mujer
- Él la estudió con ojos estrechos - No pareces mucho
mayor ahora ¿Cómo adquiriste esta cicatriz? - Preguntó
curioso.
Sus dedos corrieron por la cicatriz. Las recuerdos
cayeron encima de ella, calientes y doliendo. Ella se
quedó en pie.
- Vigilare del café.-
Oyó un sonido áspero atrás de ella, pero aparentemente
no era algo que él quería poner en palabras. Escapó a la
cocina, halló algunos bizcochos para poner en un
recipiente y llevó el café a la mesa de centro en una
bandeja plateada.
- Objetos caprichosos - Él pensó.
Ella supo que él tenía objetos igualmente caprichosos
en su casa. Ella nunca fue allí, pero ciertamente oyó
hablar de las antigüedades de los Hart que los cuatro
hermanos exhibieron con tanto orgullo. Platas
españolas, de cinco generaciones pasadas, de una
época distante venida de España, aderezaban la mesa
de ellos. Había cristales buenos así como docenas de
otras antigüedades que probablemente nunca pasarían
para otras manos. Pues ninguno de los Harts tenía
ninguna intención de casarse.
- Ésta era de mi abuela - Dijo ella - Es todo cuanto
tengo de ella. Trajo este servicio de Inglaterra.-
- Los nuestros vinieron de España - Él esperó al café.
Cogió su taza, mientras rehusaba la crema y el azúcar.
Tomó un trago y aprobó con la cabeza mientras tomaba
otro - Haces un buen café. Me sorprende como otras
personas no saben.-
- Estoy segura, esto es malo para nosotros. La mayoría
de las cosas lo son.-
Él coincidió. Puso la taza en el platillo y la estudió por
encima de la taza.
- ¿Está planeando quedarte?-
- Creo que sí - Ella vacilo - Tengo papeles y tarjetas
impresas, y ya tuve dos ofertas de trabajo.-
- Estoy trayéndote un tercio de nuestras cuentas
domésticas. Nosotros la hemos dividido desde que
nuestra madre murió. Así pues cada uno de nosotros
insistimos que no es nuestra vez para hacerlo, así ellas
nunca se hacen.-
- ¿Tú me las traerías a mí? - Preguntó indecisamente.
Él estudió la clara cara de _____.
- ¿Por qué no debería? ¿Tienes miedo de ir a la
hacienda y hacerlas?-
- Claro que no.-
- Claro que no - Murmuró él, mientras la miraba. Él se
sentó adelante, mientras veía el movimiento inquieto de
ella - Ocho años, y yo aún te atemorizo.-
Ella se encogió más - No seas ridículo. Tengo veintiséis
años ahora.-
- No actúas con si tuvieses esa edad.-
- Continúa - Ella le invitó - Se tan ciego como te
guste.-
- Gracias, lo soy. Tú aún eres virgen. -
El café se cayó por todos partes. Ella maldijo mientras
se inclinaba, mientras él se ría divertido, cuando ella
buscó servilletas para secar el desastre que el café
derramado había provocado en ella.
- ¿Por qué eres virgen? - Él persistió - ¿Estas
esperándome?-
Ella se levantó, mientras tiraba la taza de café al suelo.
Rompiéndose con un ruido alto, y ella agradeció con
bondad por ser una taza vieja.
- ¡Tu hijo del...!-
- También - Resistió riéndose - Eso es lo mejor - Él
meditó, mientras veía los ojos de ella brillantes y su
rostro ruborizándose.
Ella golpeó los añicos de la taza.
- Oh, Louis Hart, eres un maldito insoportable -
Condenó.
Él se acercó más íntimo, mientras veía los párpados de
ella trémulos. Ella intentó volver atrás, pero no pudo ir
lejos. Sus piernas estaban contra el sofá. No había
ningún lugar hacia donde pudiese correr.
Él vaciló a un paso de ella, lo bastante cerca para que
ella pudiese sentir el calor de su cuerpo a través de la
ropa de ambos. Miró hacia abajo a los ojos de ella sin
hablar durante largos segundos.
- Tú no eres la niña que eras - Dijo él, con la voz tan
suave como terciopelo - Puedes, defenderte incluso de
mí. Pero todo va a ser verdad. Estás en casa. Estás
segura - Era casi como si él viese a través de ella. Los
ojos de él estaban serenos y llenos de secretos, pero
sonrió. La mano de él alcanzó y acarició el cabello
corto - Aún usas el cabello como un niño - Murmuró él
- Pero es sedoso. Aún me acuerdo de como era de
suave.-
Louis estaba muy íntimo. La hizo ponerse nerviosa. Las
manos de _____ fueron y apretaron la camisa de él, pero
en vez de apartarse, avanzó hacia él. Tembló al
contacto del pecho de él bajo sus manos, incluso a
través de la camisa que cubría su pecho.
- Yo no quiero un amante - Dijo ella, casi sofocándose
con las palabras.
- Ni yo - Contestó él pesadamente - Así que nosotros
seremos solo amigos. Eso es todo.-
Ella se mordisqueó su labio inferior. Sintió el olor de la
piel masculina. Soñaba con él cuando se fue de casa la
primera vez. Durante los años, él había asumido la
imagen de un protector en su mente. Extraño, como él
la atemorizó tanto una vez.
Impulsivamente con un pequeño suspiro, ella puso su
rostro contra el pecho de él, cerrando sus ojos.
Louis tembló por un momento, antes de que sus manos
delgadas apretasen suavemente las de ella, de un modo
nostálgico. Él la miró fijamente por encima de su
cabeza con ojos que brillaron, agradeciendo que ella no
lo pudiera ver.
- Perdimos años - Dijo con la respiración adormecida -
Pero la Navidad trae milagros. Quizá nosotros tengamos
nuestro propio milagro.-
- ¿Un milagro? - Ella pensó, mientras sonreía. Ella
siempre se sentía tan segura en los brazos de él - ¿Qué
tipo de milagro?-
- No lo sé - Él murmuró, mientras que acariciaba su
cabello - Tenemos que esperar y ver. Tú no vas a pasar
la Navidad durmiendo ¿No?-
- No completamente - Ella levantó su cabeza y le miró,
un poco confusa con la familiaridad que ella sentía con
él - No espero que siempre estés disponible cerca.-
- ¿Cómo es así?-
Encogió los hombros - No tengo miedo.-
- ¿Por qué deberías tenerlo? - Contestó él - Somos
personas diferentes ahora.-
- Supongo.-
Él acarició vagamente las cejas de ella con manos
seguras con una inclinación de su cabeza.
- Quiero que sepas algo - Dijo él tranquilo - Lo qué
pasó aquella noche... No te habría forzado. Las cosas se
salieron un poco fuera de control, y dije algunas cosas,
muchas cosas que lamento. Sé que tú sabes ahora que
yo tuve una idea diferente de lo que tú eras realmente.
Incluso así, yo no te habría herido.-

- Pensé que lo sabias - Dijo ella - Pero te agradezco
que me hayas hablado de eso.-

Los hermanos Hart (5 historias diferentes con One Direction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora