𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑺𝑬𝑰𝑺

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Cerró la puerta y avanzó despreocupadamente hasta encender el televisor.

Como siempre, todos estaban prendidos a la pantalla y a las noticias esa mañana. Incluso los Carver, Kang y Jones, que apenas pudieron pegar un ojo por tantas cosas que rondaban en sus cabezas.

<<El jefe del departamento, Wagner, fue hallado hace tan solo media hora, vagando por las calles sin ser consciente de dónde estaba. El vecino que lo reconoció llamó al instante a las autoridades y trató de brindarle cobijo y agua, pero como escuchábamos momentos atrás su declaración, el hombre no se encontraba bien. Estaremos esperando por las pericias psicológicas y por nueva información...>>

—¿Qué le ocurrió?

—Digamos que las sombras se divirtieron toda la noche con él —le restó importancia Ketillgud.

Cindy no volvió a preguntar, no quiso. Era mejor no saber los terrores que podría llegar a vivir una persona. En cambio, dirigió su atención a Carl que estaba angustiadamente nervioso ante la presencia del profesor. Ella suspiró, no le daba el tiempo ni las ganas para estar protegiendo a dos bichos raros a estas alturas y no perderse a sí misma en el intento.

—¿Qué pasará con Sara Miller? —Inquirió para cambiar de tema—. Es otra alma, una salida del infierno. ¿Harás lo mismo que con Steve?

El profesor apagó la televisión y se sentó detrás de su escritorio de madera, en esa mullida silla de oficina de color chocolate.

—Creo que sé la respuesta que me dará —confesó—, tuvo su oportunidad de venir a mí y no lo hizo.

Cindy y Carl compartieron una mirada cómplice. A estas alturas se preguntaban cuántas de las personas metidas hasta el fondo del Averno realmente eran ellas. ¿Ese era el destino que les esperaba por estar allí? ¿El profesor espera continuamente que metieran la pata en los rituales para obtener así más y más vidas infernales? Todo podría llegar a ser con él. La joven ahora se reprochaba por no haberle hecho caso a Carl, pero se juraba que las cosas serían diferentes ahora.

Solo debía pensar qué hacer con Steve Pine.

—Pero tengo una corazonada —siguió con su monólogo con una sonrisa oculta—, había alguien más en el bosque... sí.

—¿El bosque? —interrogó ella—. ¿Quiere que hagamos algo?

Si los mandaba a salir de allí tal vez fuera su mejor oportunidad para trazar un plan, con alguna pequeña distracción tal vez tuvieran lo oportunidad de salir con vida de Portland.

—No —negó tirando las esperanzas de Cindy por la borda. Ella ya no sabía si el mero hecho de no sentirse adolorida por la desilusión era mera costumbre u otra cosa más—. Ellos vendrán a mí. Solo hay que esperar.

Solo hay que esperar... Entonces todo acabaría en no más de un día.

Se paró de su lugar y con el mentón en alto le transmitió todos sus pensamientos con una sola mirada brillante. Carl entendió en segundos, sabía lo que significaba. Asintió.

Y no esperarían mucho.

Y no esperarían mucho

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