24. Intervención

Start from the beginning
                                    

Por su expresión de confusión estoy segura de que ni estaba pendiente de la conversación.

—Qué bonito —añade Kai riendo. Al ver que Jeremy no contesta, vuelve a hablar—:Yo creo que está guapa.

Doy un bocado a mi hamburguesa, ignorándolos, pero no puedo evitar sonrojarme.

—Yo también —añade entonces el implicado y noto como el calor asciende a mis mejillas.

Ya basta.

—En fin, Riley, ¿a dónde te vas mañana? —Me giro para mirar a mi amiga.

Laura se ríe, pero no insiste más con el tema.

Nuestra amiga nos cuenta todo lo que va a hacer por Navidad, y luego Kai nos habla sobre su ritual. Su familia no celebra como nosotros, dándose regalos. Sin embargo, les gusta eso de comer, así que preparan un montón de platos típicos japoneses y se van con los amigos de sus padres a un karaoke que tiene uno de ellos. Allí pasan todo el día y, por la noche, se van a la costa a lanzar sus deseos al agua.

—¿De qué color queréis que sea este año?

Además, para sentirnos todos conectados ese día, elegimos el color de nuestra ropa interior y nos la ponemos ese día.

—Azul, ¿tenéis?

Todos asentimos y Riley se queda pensado, pero al final también asiente.

Cuando salimos nos despedimos con un abrazo grupal y Laura y ella cogen un autobús para marcharse. Yo debería ir con ellas, pero mis padres están cenando en casa de Jeremy, así que prefiero que me lleven en coche.

—Nos vemos —se despide Kai cuando llegamos a su casa.

La de Jeremy está unas calles por delante, pero no hablamos hasta llegar a la puerta. Sabes que estás a gusto con una persona cuando los silencios no se hacen incómodos.

—¿Qué hacéis tan pronto aquí? —pregunta Martha, la madre de Jeremy. Los cuatro están sentados todavía en la mesa, creo que con el postre.

—Siempre me dices que llegue pronto y hoy que lo hago, ¿me regañas? —replica su hijo y ella se ríe.

El diablo Ellie no está. No es necesario que me lo diga nadie para saberlo. Si estuviera, se escucharían gritos desde fuera de la casa.

—Mason no está —vuelve a hablar Jeremy en un tono más bajo.

—No estaba... —replico, pero me interrumpe.

—Pasará la Navidad con su madre.

—Me alegro por él.

No voy a decir que me sorprende, pero lo cierto es que lo hace. Subimos las escaleras para poder hablar mejor en su cuarto.

—Te lo ha contado, ¿verdad? —pregunta mientras se quita la chaqueta.

—¿Sabes que bebe? —comento a la vez que me siento encima de la cama—. El otro día en el comedor... por eso le pegué. Olía a alcohol.

—Eso no le excusa —responde con seriedad.

—Lo sé.

—Reese, las personas como él arrastran consigo todo lo que tienen por delante.

Él está sentado en la silla, pero la desliza para acercarse más a mí.

—También creo que todos necesitamos a alguien que nos escuche.

—Tal vez... —responde no muy convencido y apoya la espalda en la silla con desgana.

—Oye, ¿me enseñas esa canción que estás preparando? —añado al cabo de un rato.

—No.

—¡Jeremy! —insisto ante su tajante respuesta. Evita el contacto visual así que me levanto y me pongo delante de su cara para insistir—. Vamos, no puede ser tan mala.

—No puede ser malo lo que no es.

—¿No has empezado? —le pregunto con asombro, y le doy un ligero golpe en el brazo. Él se ríe y se da media vuelta para volver a ignorarme—. Vamos, ponte ahora mismo.

Me acerco a su guitarra y él se levanta enseguida. Odia que toque, piensa que la voy a romper de lo mal que lo hago, así que la coge él.

Se tira en la cama y me siento a su lado.

—¿Leíste todas mis notas?

Me quedo mirándole, espantada, y él me devuelve una mirada confusa. Entonces comprendo lo que ha querido decir. Seguimos con el tema del concurso, no con el buzón. Obviamente no hablamos del buzón.

—Sí, bueno, algunas son útiles —contesto con desinterés y él me da un codazo—. No he tenido tiempo para ponerme con la historia.

—Reese, no nos queda mucho tiempo.

Me giro para encararle.

—¿Me lo dice don «no tengo nada»? —Le devuelvo el codazo y él finge un puchero como si le hubiese dolido.

—¿Por qué no cantas conmigo?

—¿Yo? Ni loca, ya sabes lo poco que me gustan los escenarios. —Niego con la cabeza enérgicamente.

—Venga, anda —habla de nuevo, pellizcándome el costado.

—Sabes que tengo pánico escénico. Si acepté presentar mi relato es solo porque no voy a tener que leerlo en público —contesto frunciendo el ceño. Una gota de sudor frío me recorre la espalda por tan solo imaginármelo.

—Lo que te pasó en primaria fue una tontería.

Me incorporo.

—Jeremy.

—No tiene por qué pasar igual.

Resoplo y niego con la cabeza. Ni loca lo volveré a repetir. Una cosa es hablar delante de mis amigos y otra muy distinta hacerlo delante de un público que me estará juzgando.

—Vamos, empieza.

—¿Ahora? —añade con desconcierto, y yo asiento—. Paso. No me apetece.

—Venga, no puede ser tan difícil —insisto, cruzándome de piernas para estar más cómoda. Doy un suave golpe a la guitarra y le miro—. Piensa en... ¿Qué te inspira?

Jeremy resopla y se encoge de hombros con una expresión de duda.

—En el campamento nos dijeron que nos fijásemos en nuestro entorno.

—¡Eso es! Un color, un olor, un objeto, una persona...

Se queda mirándome con los ojos entrecerrados durante un rato. No dice nada, pero creo que está pensando en lo que le he dicho.

Un poco después toca las cuerdas de la guitarra y suena lo que creo que es el acorde de su canción.


*****

*****

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now