always smile but eyes are sad

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Pasé las seis horas y media de autobús jugando al mismo y único juego que tenía en el móvil, intentando evadir los intentos de comenzar una conversación de mi tutora. En el autobús de mi clase nadie se quiso sentar conmigo y yo tampoco quería ocupar los sitios al lado de gente aún más marginada que yo, no me quedó otra que sentarme en la primera fila, con los profesores. Tampoco era tan malo, la única desventaja era que me tenía que poner el cinturón sí o sí.

Cuando llegamos al puerto, yo salí disparado hacia los baños, poco más y me meo en el asiento. Salí de los aseos como una persona nueva, con todo en mi cuerpo en orden, hasta el sol parecía brillar más. Los alumnos ya subían al barco, el viaje duraría una media hora hasta llegar a “la ciudad sagrada”, en la isla Miyajima. Los adolescentes se amontonaban en las barandillas, peleando por un hueco para ver romper las olas en la embarcación. A mí no me entusiasmaban los barcos, es más, al sólo poner un pie en la cubierta, ya me estaba empezando a marear. Tenía intenciones de buscar a Hayami, pero me decidí por ir adentro y sentarme en uno de los muchos bancos, la encontraría cuando se me pasaran las inmensas ganas de vomitar.

Por poco no escupí el desayuno junto con mi corazón, al sentir a esa chica fantasma sentarse a mi lado.

- Tienes que dejar de asustarme así…- susurré llevándome una mano a mi pecho, Hayami sonrió inocentemente. Normalmente no la escuchaba y solía estremecerme ante su aparición.

Ella seguía vistiendo con el uniforme a pesar de ser una excursión extraescolar, no me quejo, le queda bastante bien, pero tenía curiosidad por verla con ropa casual. Pensé que seguiría mirándola a los ojos como siempre, pero algo inusual en su piel blanca, llamó mi atención. Tenía los codos y las rodillas raspadas, sangre roja oscura salía de esas heridas, eran recientes, bastante recientes. Le agarré las manos y miré sus palmas, estaban al rojo vivo. Ella las apartó de mí y yo la miré con mi ceño fruncido.

- ¿Qué te pasó? ¿Te caíste?

Ella asintió cabizbaja. Parecía como un bebé sin poder hablar.

- ¿Te caíste?- volví a preguntar no muy seguro. Ella volvió a asentir, pero esta vez me miró y sonrió.- ¿Por qué sonríes, acaso no te duele? Ven.

Le agarré de la muñeca y tragando saliva para no marearme, me encaminé hacia la cabina del profesorado. Nos encontramos con un encargado por el camino y nos dijo que esperásemos ahí, iría a buscar un botiquín de primeros auxilios.

- Eres tonta, se te puede infectar. No tienes por qué sonreír, si a mí me pasara hasta yo soltaría varias lágrimas.- ella me miraba expectante, a veces no sabía si me escuchaba o si me entendía, era muy extraña.

No la vi cambiar de expresión tanto como cuando aquel chico encargado le pasaba alcohol desinfectante por las heridas. Al principio me daba pena, pero después noté que arrugaba su cara como una vieja y tuve que morder mis labios para no reír. Era una chica fuerte, quiso ayudar al chico a recoger incluso después de ser recientemente vendada. Tuve que llevármela de allí para que no siguiera insistiendo. Era igual que su abuelo y eso que no lo conozco mucho.

Nos volvimos a sentar. Hubo un momento que ella pareció querer decirme algo, pero seguramente mi cara morada por las náuseas, la detuvo. Que ella iniciase una conversación era como encontrar un diamante en bruto, me sentí mal por no dejarla, pero en parte se lo agradecí, me sentía como si fuese a desfallecer en cualquier momento. Lo que sí hice, fue mirarla, directamente a sus ojos y así pasé todo el viaje, me calmaron bastante.

Igual aguanté hasta el hotel y allí vomité. El hotel era una casa tradicional gigantesca y las habitaciones eran compartidas, pero yo iría a lo mío y ya está. Me acomodé en una esquina, deshaciendo mi maleta y preparando mi futón, mientras escuchaba a los que fueron mis antiguos amigos reír y bromear en la misma habitación.

- Yoha me dijo que fue ella quien la empujó, pero Carla le dio la idea. ¡Dice que se quedó en el suelo como una muñeca de trapo!- en ese momento no tenía otra opción que escucharle, ya que gritaban demasiado.

- Carla va de dura pero en realidad es una cobarde, ojalá hiciera tanto como dice.

- Es igual que tú, ¡cobarde!

- Yo no soy un cobarde, pero con esa niña sí, igual que todos, ¿o me equivoco? ¿Quién quiere tocar a un demonio blanco? ¡Para que nos pegue la maldición!

- Pero es la más fácil de hacer cosas sin que se queje, ¡es como un saco de boxeo!

Abrí mis ojos y me di la vuelta para mirarlos. Ellos pararon de reír y se asustaron de mi movimiento tan repentino.

- ¿Y tú qué quieres Aiku? ¡Mirad, otro que da más miedo que el demonio blanco! ¡El demonio bicolor!

Los demás le siguieron la broma a Eiji y yo ya estaba harto.

- Sólo deciros que cómo toquéis algunas de mis cosas, os pateo la cabeza.

- ¿Eh? ¿Y para qué querría yo tocar la basura de un basura como tú?- rio, aunque parece que se le pasó por la cabeza lo fuerte que le doy yo las patadas al balón.

- Lo digo también por Hayami, le tocáis un pelo y volvéis en ataúd a casa.- dicho eso, salí de esa habitación.

No quería problemas y menos durante la excursión, pero aquello hizo hervir mi sangre, no sólo por ellos o por Carla y sus amigas abusonas, sino por Hayami. Ella me mintió diciéndome que esas heridas se las hizo al caerse y encima sonrió como si no pasara nada. Pero, ¿y si aquello que quiso decirme antes, estaba relacionado con eso? Ahora me sentía culpable yo. Tenía que encontrarla.

Todos mis pensamientos de confusión, ira, culpa o preocupación, se esfumaron al instante de admirar con mis ojos ese increíble paisaje. Me encontraba en uno de los patios de aquella tradicional mansión, pero lo único que podía ver eran flores. Glicinas para ser más exactos, flores moradas y azules enramadas que caían de un gigantesco árbol plantado en el centro. Como un sauce, esos pétalos rememoraban a unas lágrimas, seguramente de felicidad, ya que era demasiado hermoso. Era de noche, pero algunas cálidas luces alumbraban el lugar y lo hacía ver más romántico. Mi cuerpo se movió sólo para entrar en aquel espectáculo natural. Con mi mano aparté una cortina de flores y me metí dentro de la copa del árbol, lo que vi justo después, era aún más hermoso. Hayami se encontraba allí, como un hada de la primavera, arrancaba cuidadosamente algunas flores y hacía una corona con estas.

Cuando ella se dio cuenta de mi presencia, me miró y sonrió. Se acercó a mí y me colocó aquella corona morada en mi cabeza. Con cuidado me apartó algunos pelos de mi flequillo para acomodarla y yo con mi boca abierta, totalmente anonadado, quería poder grabar aquella escena por siempre en mi mente. 

COME BACK HOME (Oliver Aiku × OC) [Blue Lock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora