Extra. La bestia

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PEQUEÑO EXTRA QUE ENTRARÍA DESPUÉS DE LO QUE FUE EL CAPÍTULO 11 :) QUÉ LO DISFRUTEN
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Sus esperanzas se consumieron en fuego cuando su agresor decretó que su vida debía acabar. Ahí se perdieron los sueños inconclusos, los besos nunca dados, las relaciones no vividas y las sonrisas vagamente otorgadas. Pero, sobre todo, se perdió un legado de arrepentimientos que Ramiro dedicó a puño y letra antes de explotar en pedazos.

Esas palabras de disculpa lo habrían salvado del trágico final, porque incluso los que juegan a juez y justiciero pueden poseer un código moral. A veces es tan retorcido que solo sus complejas mentes psicopáticas lo pueden asimilar, pero es código moral al fin.

Ramiro entendió en sus últimas lágrimas lo mucho que había lastimado. Mientras esperaba que la muerte llegara a su puerta, dejó de ser un niño ciego y mal influenciado. Abrió los ojos y maduró como un hombre lo haría, solo para darse cuenta de que ya era demasiado tarde para él.

El juez dictaminó una sentencia apresurada. Pero así como Ramiro no tuvo oportunidad de enmendar el daño causado, el juez tampoco podía revertir su error y traer al chico de nuevo a la vida.

—No lo deberías haber incluido, hijo. Él no lo merecía —afirmó con vehemencia Carla Márquez, intentando sonar conciliadora—. Pablo lo habría perdonado.

Las venas de Julián se hincharon ante la mención de su difunto hermano. Su madre supo que había hecho el comentario equivocado.

—¿Sabés cual es el problema con los pelotuditos como Ramiro? Alimentan el odio de los líderes de la manada. No saben qué poronga hacer de su vida, y eligen sumarse al bailecito del acoso. Así llegan los Pedros y los Marianos a creerse que la tienen más grande que todos nosotros juntos. Y presionan, y presionan, y presionan... hasta que un día terminan matando a piñas a un chico como Pablo. ¿Te recuerdo quién es? Mi hermano. Tu hijo. Así que no me vengas con discursos llenos de lástima a querer hacerme cambiar de opinión.

Carla lo observó varios segundos en silencio. Sabía que, cuando Julián perdía el control, era necesario darle su lugar para que se tranquilizara. Pero Carla no se quedaría callada para siempre, y decidió contestar:

—Escribió una carta. Vos sabés lo que decía esa carta. ¿No te importa que estaba dispuesto a cambiar? —Su mirada firme y penetrante le decía a su hijo que no se bajaría de esta discusión tan fácil.

—¿Lo hubiera hecho explotar? Tal vez no ese día. ¿Lo perdonaría como si nada? Jamás. Hace falta más que una cartita de despedida para dejar de ser una lacra, así que no me rompás las pelotas con eso. ¿Desde cuando te volviste tan ingenua?

Carla estaba acostumbrada a que su hijo la tratara con desdén. Ya hacía un tiempo que se habían familiarizado a la oscuridad de sus acciones y a las constantes expresiones de falsedad que proyectaban fuera de su círculo de confianza. Unos insignificantes insultos no tenían chance de desequilibrarla.

—¿Y su mamá? ¿No te daba un poco de pena? Con una enfermedad mental en el bolsillo, ¿no te parece que ese pobre pibe hacía lo mejor que podía? —refutó Carla inquisitiva.

Julián le dedicó una sonrisa maliciosa, cargada de odio. No era un buen día para el juez y justiciero, pues sus planes empezaban a torcerse. El planteo irracional de su madre lo único que hacía era fomentar sus ganas de golpear el rostro de los idiotas de la escuela que le quedaban. Imaginaba la sangre chorreando en pequeños hilos, con el sabor de óxido que quedaría latente en sus bocas lastimadas.

—Ya tengo planes para ella. Cuando todo esto termine, la vamos a sacar de su miseria. Así deja de sufrir.

—Julián...

—Seguro estará encantada. Va a poder ver a su hijo otra vez. Yo mismo me voy a encargar. Voy a esperar a que la internen para desconectar los cables de su respirador poquito a poquito... y ni siquiera sabrá a quien agradecerle cuando note que la sacaron de su mierda. —Julián gesticuló como si fuera el protagonista de una obra de teatro—. Una fantástica historia de amor y muerte, que tuvo de responsable a su mejor autor.

El plan de Julián seguía en marcha. El comisario acortaba sus pasos al ritmo que él esperaba, pero desequilibrar una comunidad entera con crudos asesinatos resultó ser una tarea mucho más intensa que cualquier planificación previa. Y, para consecuencia de sus pobres víctimas, tales niveles de estrés solo generaron una peligrosa presión sobre los hombros inestables del juez y justiciero.

Detrás de la fachada de un sociópata, se ocultan capas preocupantes. Carla y Rubén, progenitores del cerebro de la casa, permitieron en todo su dolor que su hijo menor potenciara sus oscuros deseos. Le dieron de comer a una bestia que nunca debió ser soltada, y fomentaron la masacre que se gestaba día tras día gracias a él.

En un mundo de inocentes y culpables, Ramiro pagó con sangre sin posibilidad de un juicio honesto. Rubén y Carla lo facilitaron, y Julián dio el golpe de gracia sin remordimiento alguno. En su macabro testimonio, solo podía verse a esta altura que T.A.I todavía tenía un largo camino para recorrer. Un camino que no se detendría ni siquiera al acabar con sus compañeros de escuela.

Cuando te transformas en bestia y la sangre ocasional nunca logra saciarte, cualquiera de tus aliados puede volverse en enemigo al instante. Y si la bestia posa los ojos en ti, sabes que lo último que verás serán sus colmillos clavados en tu yugular.

T.A.I jamás se detendrá.

I jamás se detendrá

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Tu amigo invisible #1 [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora