Capítulo XVI

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"Hay felicidad; más allá de la sangre y los moretones; más allá de las maldiciones y gritos; más allá del terror del anochecer; déjalo todo atrás... Hay felicidad"

Miro al chico recostado sobre las sábanas blancas de la pequeña cama que pudimos conseguir. Estoy sentada en la silla de madera que Ijichi acerco para mí, mientras tanto, él está recargado de forma rígida en la pared que se encuentra justo en frente.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —me pregunta.

—Tranquilízate, no estamos haciendo nada malo. Hacía frío y solamente te pedí que lo trajéramos para que pudiera descansar. —frunzo el ceño y me pongo de pie, me acerco al pequeño muchacho frágil y acaricio su cabello obscuro. Han pasado apenas un par de horas desde que se quedó dormido.

—Estoy tranquilo, simplemente... hay algo en esta situación que no me gusta para nada.

—No estoy segura del porqué estaba en el estado en el que lo encontramos, ¿ves esto? —Ijichi se acerca para mirar lo que le estoy mostrando—. Vi apenas un atisbo de ellas mientras lo recogíamos en la calle.

—¿Cicatrices? —asiento con la cabeza.

—Parece que son de cigarrillos. ¿Quién podría haber hecho algo así? —mi corazón se estremece de solo pensar en el daño que ha recibido.

—Kyoko, realmente creo que eres demasiado buena para tu propio bien, ¿si sabes que a estas alturas deberíamos estar en el colegio, no es cierto? —Ijichi está comenzando a ponerme los nervios de punta: tenemos a un chico indefenso justo frente nuestro y el solo está pensando en que deberíamos apegarnos al plan inicial.

¿Realmente Satoru da tanto miedo?

—Ijichi, ¿podrías dejar de decirme que es lo que... —la mano del chico recostado en el colchón aparta la mía de un manotazo, se ha encogido sobre la cama y mira del asistente hacia mí con terror marcando en su rostro.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren de mí? ¿Dónde estoy? ¿Qué van a hacerme? —dada la situación, creí que gritaría más fuerte, sin embargo, sus palabras son bajas y temblorosas.

Me levanto de la silla y me acerco a él con la clara intención de tocar su rostro; otra vez se encoge, eso me parte el corazón.

—Soy Kyoko Saitō, tranquilo... estás bien... estarás bien. Te trajimos aquí porque estabas a punto de congelarte en la calle, solo quería que entraras en calor de nuevo. —le sonrío afligida. Quiero que confíe en mí, pero ante la situación en la que se encontraba, dudo que eso llegue a suceder en algún momento cercano.

—¿Quién es él? —el chico señala con su dedo tembloroso en la dirección en la que sigue parado Ijichi.

—No voy a decírtelo. —le responde—. En suficientes problemas nos estamos metiendo ya con el simple hecho de que conozcas el nombre de ella.

Le frunzo el ceño y voy a empezar a reprenderlo, pero la voz del chico me detiene de nuevo.

—¿Por qué me ayudaron?

—"Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos".

—¿San Agustín?

—Chico listo. —sonrío y me acerco con más confianza a remover un poco su larga cabellera de su rostro—. ¿Qué estabas haciendo en un callejón en ese estado?

Se queda callado, señal clara de que no quiere dar explicaciones.

—Kyoko, ¿nos vamos? —ruedo los ojos y me toco el puente de la nariz.

Falling. | Satoru GojōDove le storie prendono vita. Scoprilo ora