XXXII

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And I don't talk shit about you on the internet 

Never told anyone anything bad 

'Cause that shit's embarrassing, you were my everything 

And all that you did was make me fuckin' sad 

So don't waste the time I don't have 

And don't try to make me feel badI could talk about every time that you showed up on time 

But I'd have an empty line 'cause you never did 

Never paid any mind to my mother or friends, so I 

Shut them all out for you 'cause I was a kid


(Happier than ever - Billie Eilish)



LeBlanc agradeció que aquello fuera un estudio y no un piso. Sobre todo porque no le cabía duda de que su amiga habría podido destruir una casa entera de haber tenido la oportunidad. Con calma y con el oído puesto en el baño, por si aún le quedara alguna locura por hacer, intentó reorganizarlo todo.

Abrió la ventana que había sobre la cama y la puerta de la terraza para que entrara algo de brisa. Colocó el colchón en su sitio y empezó a doblar la ropa para meterlas en los armarios, que solo se habían salvado porque estaban fijados fuertemente al suelo y a la pared. El espejo de la columna estaba roto, por supuesto. La mayoría de la ropa estaba bien aunque se encontró algunas piernas rasgadas. Colocó sábanas limpias y metió las otras en una bolsa de basura porque también estaban rotas. Al menos Juliet no tenía muchas cosas.

Le reconfortaron algunas cosas: por ejemplo, que sus pinturas parecieran intactas. Eso significaba que incluso en el peor momento había identificado alguna cosa buena. Mientras recogía las cuatro cosas que tenía en la cocina encontró un bote de somníferos bastante fuertes. Comprobó, aliviado, que quedaban más de la mitad. Eso también significaba que no se había puesto en peligro a si misma, que no había querido hacerse daño de verdad. Un par de botellas de vino seguían cerradas en la nevera.

Levantó las estanterías, colocó de nuevo los pocos libros que tenía. Alguno estaba abierto con las páginas arrancadas, pero las metió dentro y los cerró para no tirarlos: le daba pena tirar libros, para su abuelo eso habría sido imperdonable. Un pequeño cactus seguía en su maceta, como si la chica hubiera querido dejarlo vivir.

Lo que más le perturbó, sin embargo, fue la televisión: la pantalla parecía estar destrozada a golpes. No se había fijado en las manos de Juliet pero estaba seguro de que se las encontraría magulladas.

Cuando la chica salió del baño, envuelta en una toalla, él había amontonado dos bolsas de cosas rotas. El panorama había mejorado bastante. El chico la miró, expectante. Ella se mordió los labios.

-Igual he exagerado un poco.

Ante ese comentario, LeBlanc sonrió, aliviado: la vuelta del sentido del humor es casi siempre una señal de control.

-Bueno, todos tenemos lo nuestro. Yo me pongo de mal humor cuando tengo hambre.

-Te pones insoportable, es verdad.

Era verdad. Asintió. Apartó la bolsa de basura y la dejó junto a la puerta.

-Hablando de eso, he pedido una pizza. Estoy seguro de que no has comido nada.

-No, creo que no lo he hecho.

Juliet se dirigió al armario. Dandole la espalda se quitó la toalla. LeBlanc no pudo evitar ver leves moratones en su espalda y también en sus muslos. Recordó lo que había dicho el portero. Le atravesó una idea de lado a lado y sintió una leve opresión en el pecho, pero no dijo nada. Ella se cubrió con un vestido negro de tirantes. Su pelo pareció mucho más corto, debía de habérselo cortado en el baño. Algunos mechones caían sobre su frente, antes no estaban ahí.

SalvajesTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon