¿Hasta ese era el grado de cinismo en el que él era capaz de llegar? No solo había encontrado a una persona con un casi parecido idéntico al de su novia fallecida, sino que también se había esmerado en que la fecha de su cumpleaños fuera la misma. Esto era absurdo, completamente absurdo.

—Preparé una cena, bueno, en realidad ordené comida —con su dedo índice enganchó un mechón de camello que se había puesto en mi cara y lo dejó detrás de mi oreja—. También te daré pastel.

Entonces, no pude evitar sentir la nostalgia creciendo por todo mi cuerpo: era mi cumpleaños, una fecha especial en la cual debería estar con mi familia. Entonces caí en cuenta de que el destino no era tan lindo como Matthew me lo describió aquél día de clases.

El destino no siempre te da cosas buenas, no te garantiza que todo en tu vida será color de rosa. Puedes ser la persona más buena del planeta y que en tu cuerpo entero no exista ni una sola gota de maldad o de querer lastimar a alguien y el destino siempre te traerá una cosa mala sin importar lo bueno que hayas sido. Porque sí, el destino también era cruel y despiadado hasta con la persona más inocente.

Pero solamente cuando te pasan esas cosas malas, entiendes de verdad lo que es querer valorar más tu vida y el querer a tu familia, porque siempre de las malas experiencias lo que se espera es que no volvamos a cometer los mismos errores pero, ¿Cuál había sido el mal que yo había cometido? ¿Cuál fue mi error? ¿En qué no cumplí para estar mereciendo esto?, supongo que a veces los obstáculos se te atraviesan sin ninguna explicación.

En fin, no me quedaba más que afrontar la situación.

Feliz cumpleaños a mí, me dije, y feliz cumpleaños a ti también Lauren.

—¿Cuántos años tienes tú? —pregunté tratando de que mi voz no se quebrara.

—Veinte, siempre fui un año mayor que tú —hizo una mueca y arrugó un poco su nariz— ¿Qué es ese feo olor? Huele como a orina.

—Porque lo es —solté sin más ¿Qué más daba? Ya no me importaba si se burlaba de mí—. Tú no aparecías por ninguna parte y yo no me aguanté las ganas de ir al baño.

—Ya veo —asintió con la cabeza—, de todos modos iba a llevarte arriba para que te dieras un baño.

—Pero no tengo ropa.

—Te compré un vestido, para que lo usaras hoy en la cena —sonrió con orgullo— después de todo, es una ocasión especial y quiero que te veas bonita.

El hambre se me había ido completamente así que dejé el plato de fruta a un lado y me crucé de brazos.

—¿Ya no tienes hambre? —negué con la cabeza—, bien, entonces vamos; te llevaré arriba.

Me tomó del brazo y me hizo levantarme de la cama, casi me caigo porque me jaló muy rápido haciéndome tropezar con mis propios pies. Caminamos fuera del sótano hasta llegar a la puerta del baño y, como la primera vez, me esperó afuera.

Me duché lo más rápido que pude, y no porque así lo quisiera, sino porque Henry golpeaba cada dos minutos la puerta diciéndome que me apresurara. Tapé mi cuerpo con la toalla y salí de la regadera, sobre el lavamanos estaba una bolsa la cual abrí, dentro estaba el vestido y entre otras cosas más que me había comprado.

—¿Ya estás lista? —preguntó con desesperación.

—Ya estoy por vestirme.

—Que sea rápido.

Comencé a vestirme, pasándome el vestido por sobre la cabeza, no pude evitar mirar mis piernas descubiertas: gran parte de ellas estaba con una combinación de morado y verde, los moretones por los golpes de la tabla definitivamente eran muy visibles; solté un suspiro y me dediqué a cambiar la gasa que tenía sobre mi mejilla tapando mi herida. No quería hacer nada hoy, quería quedarme en la oscura habitación hundiéndome en mis propios pensamientos pesimistas de la vida que habían surgido en mi estadía aquí. Sin embargo, sabía que si se lo pedía a Henry él no iba a dejarme.

31 Días [COMPLETADA ✔]Where stories live. Discover now