- Joder... Otra vez con la misma mierda -masculló el adjunto de sheriff, en lo que, se suponía, era un murmullo, pero lo suficientemente alto como para ser oído por los dos hombres dentro del recinto. Desvió su mirada hacia el pasillo que se extendía a su derecha. Miller levantó la vista, atónito. ¿Qué había sido eso?

- Prosiga, agente- lo motivó el de abundante barba, intentando obviar lo sucedido.

- Simplemente era para pedirles que estuvieran atentos al tipo de arma que portan los maleantes por aquí. Ya saben, si se hacen un badu a tiros o algo- carraspeó, incómodo por aquella situación-. Si ven algo sospechoso, un arma de alto calibre o algo, infórmenme... Por favor- pidió, levantándose de su asiento.

El rubio dejó escapar una risa maliciosa, mordiendo su labio inferior.

- ¿Pues para eso envían a... este... tipo? -inquirió señalando a Horacio. Estaba haciendo el mayor esfuerzo por ser lo más hiriente posible y que se evidenciara lo furibundo que estaba- Con un simple llamado telefónico hubiese bastado, Pérez. ¡Mierda! ¡Qué manera de hacernos perder el tiempo! Estos federales, llegan al norte y ya se creen el ombligo del mundo...

- Pues la próxima y a lo mejor ni siquiera me anuncio e intervengo en su jurisdicción sin avisarles una mierda, Collins- redobló la apuesta Horacio, tensando su espalda, haciendo notar los pocos centímetros que le sacaba-. Te recuerdo que, si quisiera, puedo hacerlo. No por nada soy un agente federal.

- Pero... A ver. Vamos a ver- Miller se interpuso entre ambos con gesto serio-. Collins, vete abajo y asigna a los cadetes. Anda- lo mandó.

El rubio tardó en reaccionar a la orden, pues seguía con sus ojos clavados en el moreno. No fue hasta que su superior le propinó un pequeño empujón que empezó a moverse.

- Diez cuatro... -musitó con su voz más grave y de inmediato salió pisando fuerte hacia la planta baja, arrancando con ira el sombrero que había adornado su cabeza y estrujándolo entre sus manos.

- Eh... Yo creo que mejor me voy- musitó el federal viendo a Collins bajar por las escaleras-. Siento haberlos molestado en servicio.

- ¡No, hombre, no!- Miller le dio una palmadita en el brazo- Éste que se despierta con los cables cruzados...- dijo, refiriéndose a su adjunto- Estaremos al tanto de lo que nos pidió. Cualquier cosa lo llamo, ¿de acuerdo?

- Vale, sí. Gracias- asintió el muchacho.

Tras despedirse de Miller, se retiró de su oficina. Con un nudo en la garganta, pero aún temblando de rabia, se encaminó a su coche. Hizo una mueca al ver que, del otro lado de las puertas de cristal, Collins se encontraba charlando animadamente con otros oficiales. Manteniendo la cabeza erguida, cruzó el umbral.

Collins había empezado a relatar una de sus tantas anécdotas, motivado por el coro de risas de los oficiales que lo rodeaban.

- ¿Cuándo van al Vanilla? Porque, ¡cojones!, avisen que quiero ir. En una de esas me encuentro con "Lucy Lu-lu" y sus buenas tetas -exclamó con una sonrisa socarrona, abriendo sus piernas y acomodando un poco la cintura de su pantalón. Al elevar el mentón en clara muestra de altanería, vio caminar al de crestas en dirección al parking-. Tremendo show me montó la otra noche tras bambalinas...

Apretando la mandíbula y obligándose a mirar al frente, Horacio subió a su vehículo y salió derrapando polvo y piedras por el lugar. Una cosa era saber por terceros que Collins asistía de vez en cuando al Vanilla. Otra era escucharlo hablar de aquella forma sobre una bailarina del Vanilla frente a todos los sheriffs de turno. Estaba cabreado. Muy cabreado. Pero no estaba celoso, no.

Le molestaba, por un lado, que se refiriera a una mujer de aquella forma. Era algo que habían discutido infinidad de veces. Por otro lado, le enfurecía saber que hacía todo ese acting de macho alfa heterosexual sólo para demostrarle... ¿Demostrarle qué? ¿Que no lo necesitaba? ¿Que prefería estar con una mujer a estar con él? Puras tonterías de alguien resentido y reprimido.

Cazador de SantosWhere stories live. Discover now